He conocido casi todas las caras de los subsidios sociales en muchísima gente que verdaderamente necesita de ese apoyo y ante esa realidad, negar que esa ayuda social surte su efecto y ayuda a aligerar la carga a miles de familias dominicanas, sería mezquino.

El presidente Luis Abinader, que recientemente anunció que va por 4 años más de gobierno, hizo referencia en un encuentro con medios sobre el alcance e impacto de los subsidios, sobre todo para mitigar los efectos que dejó la pandemia en la población, la crisis importada, la economía de guerra que vivió el mundo. Sé, porque desde mi oficio, mis funciones en Presupuesto me han abierto ante otra realidad aún más técnica y sustentada en números, cómo estos mismos subsidios han evitado que muchísimas familias desciendan en la franja de pobreza y les permite ayudarse en la economía del hogar, en el día a día.

Desde el mismo terreno, en una jornada de cambio de chip de la tarjeta Supérate, pude ver la eficiencia con la que se trabaja desde la Administradora de Subsidios Sociales (ADESS) para incrementar la seguridad en las transacciones y como promesa cumplida, el aumento de 825 a 1,650 pesos en la cuota mensual que llega a más de 1 millón 600 mil hogares.

En términos humanos, y más importante para mí, conozco la realidad de las familias a quienes les llega la ayuda que les brinda la certeza de un apoyo que tiene fecha cada mes y se recibe seguro. Y esa realidad no puede ser vista desde nuestra burbuja privilegiada con todas las necesidades básicas cubiertas. Y esa realidad la conozco de primera mano. Madres solteras, familias de escasos recursos, adultos mayores desamparados que muchísimas veces viven a la buena de Dios y del favor de los vecinos, a los que esa ayuda no sólo les favorece, sino que representa un cambio significativo en sus vidas.

Ante todas estas realidades, que conozco, que las he visto y de las que doy fe de sus beneficios y la tranquilidad que aporta a esos hogares, estoy convencida de que estas ayudas hacen lo suyo en grande. Y de eso, la mejor referencia la dan esas familias. Aún bajo la conciencia de que no representan la solución definitiva a la erradicación de la pobreza, mientras se construye esa solución, sí representan una justa válvula de escape entre tanta presión.

Desde el privilegio de mis necesidades básicas cubiertas, de un techo seguro, un trabajo digno, de la dicha de poder responder por el bienestar propio y de mis hijos y honrar las oportunidades que me ha dado la vida, sería ridículamente cómodo atacar estas ayudas. Los resultados están ahí.

Apuesto a la educación como la salida segura de la pobreza y la superación social y personal. Creo en la formación como una manera segura de garantizar calidad de vida y superación en nuestras vidas. Y como dice un proverbio chino que apuesta a enseñar al hombre a gestionar su desarrollo por sus propios medios garantizándole acceso a herramientas, pero también apuesto a la asistencia, la solidaridad, el compromiso de respuesta con la gente que menos tiene y más necesita y a los subsidios como una fuente de apoyo que, bien gestionados, sin dispendios, divorciados de la corrupción, garantizan la tranquilidad digna que toda familia merece.

Mientras se le enseña al hombre a pescar, que nadie muera de hambre ni se vea en la necesidad de vivir, si a eso se le llama vivir, de la caridad y preso de la incertidumbre que da no saber si mañana habrá pan en la mesa para su familia.