Fray Vicente Rubio, autor del borrador de la Carta Pastoral de enero de 1960

No obstante estar firmada por todos los obispos de entonces, cuando el último domingo de enero de 1960 fue leída en todas las iglesias la Carta Pastoral colectiva, Trujillo y el régimen comenzaron a activar sus pesquisas  con el propósito de poder identificar quién o quienes pudieron ser los posibles redactores de aquel famoso documento eclesial, que marcó un antes y un después en el ámbito de las relaciones entre la iglesia dominicana y el gobierno tiránico.

1.- La sospecha del régimen sobre el Padre Robles Toledano como redactor de la Carta Pastoral

Uno de los primeros  sobre quienes recayó esa sospecha fue sobre el destacado sacerdote petromacorisano Padre Oscar Antonio Robles Toledano, aprensión justificada por las grandes dotes humanísticas e intelectuales de las que era poseedor, adquiridas durante 12 largos años de estudios en la Universidad Gregoriana de Roma y su constante consagración a la búsqueda del conocimiento.

Varias décadas después, la tesis de la posible autoría del célebre documento por parte del Robles Toledano mantuvo su vigencia, como lo prueba la entrevista concedida por distinguidos miembros de la familia Bonnelly- familia muy cercana siempre al P. Robles Robles- a la destacada periodista Ángela Peña, en marzo del año del 2002.

Conforme su versión, por la fecha en que se publicó la Carta Pastoral, el P. Robles se encontraba en una situación de  rebeldía contra Trujillo por las torturas de que estaban siendo víctimas los prisioneros del 14 de junio.

Sostuvieron en dicha entrevista que Robles se la ingenió para llevar al Nuncio de su Santidad, Monseñor Lino Zanini, una camisa ensangrentada de unos de los revolucionarios, lo que determinó que el enviado del Sumo Pontífice, indignado, decidiera hacer pública la denuncia contra los atropellos del trujillato y quien conocedor de la brillantez intelectual del Padre Robles, le trazó las pautas para que escribiera la Carta Pastoral.

Más allá de cual fuera la verdadera causa de la indisposición del régimen contra el P. Robles Toledano por aquellos días, es lo cierto que se produjeron hacia él varias acciones hostiles.

A finales de abril de 1960, un informe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) consideraba al P. Robles Toledano como “copartícipe de la Carta Pastoral dirigida por la Iglesia Católica al pueblo dominicano, de carácter tendencioso y lesivo para los intereses del Estado Dominicano”.

Por esos mismos días, como queda demostrado por documentos de la Embajada americana enviados a  finales de abril de 1960, publicados por el historiador Bernardo Vega,  se da cuenta que: “una alta fuente eclesiástica confirmó la explosión de una bomba en el hogar del Padre Robles Toledano y que éste había denunciado el asunto, durante sus clases en la universidad y había amenazado con publicar ciertos documentos que hoy día se encuentran en Estados Unidos en caso de que fuese molestado nuevamente”.

No obstante lo expuesto, no hay pruebas concluyentes que apunten a sostener que el régimen contara con pruebas fidedignas comprobatorias de alguna participación del P. Robles en la redacción de la Carta Pastoral y esto se confirma, por ejemplo, a través de una misiva enviada a Trujillo por el destacado periodista Rafael Herrera, quien laboraba entonces para el periódico El Caribe, al despuntar el mes de febrero de 1960, pocos días después de que la Pastoral fuera publicada.

En la referida carta Herrera informaba a Trujillo que había podido hablar por teléfono con el P. Robles Toledano, quien le había expresado que “Monseñor Beras estaba ansioso de un buen entendimiento entre la Iglesia  y el Gobierno, y deseoso de cortar cualquier uso que se le dé a la Pastoral por la subversión en el exterior”.

Pero el dato más importante de la indicada misiva en relación con el punto que nos ocupa, es la información de Herrera a Trujillo, según la cual, recibió del Padre Robles la información de que “su trato con el Nuncio se limitó a unos trabajos sobre derecho canónico que éste le encargó, no habiendo tratado con él nada relacionado con la Pastoral”.

Sí queda claro de lo informado por Rafael Herrera a Trujillo, tras sostener la referida conversación con el P. Robles Toledano, es que éste le externó su parecer de que coincidía con Monseñor Beras en la necesidad de que “la Pastoral no sea utilizada como recurso político antidominicano”, significándole que “Monseñor Beras era el camino para un buen entendimiento”; que tenía “vivos deseos de presentarles sus respetos a Trujillo” pero “ como sacerdote no quería hacer una solicitud que implicara adelantarse a cualquier posible conversación entre su Excelencia y Monseñor Beras, en cuya eficacia insistió”.

Al final de la referida misiva a Trujillo, Rafael Herrera, fiel a su estilo, inserta una sugerente acotación:“ parece que las expresiones del Padre Robles Toledano fueron sinceras”.

2.- Al P. Roques Adames también se le atribuyó la autoría de la Carta Pastoral

A otro connotado sacerdote de la época, nacido en el Municipio de Jánico, Provincia de Santiago, con una sólida formación bíblica, teológica y humanística adquirida durante una también dilatada formación en Roma y en Jerusalén, el P. Roque Antonio Adames Rodríguez, pareció atribuir el régimen alguna participación en la redacción de la Carta Pastoral.

Además de secretario de Monseñor Beras, el entonces  P. Adames, que unos seis años después sería designado obispo de la Diócesis de Santiago de los Caballeros, cuando se publicó la Carta Pastoral era, además, el director del periódico “Fides”,  órgano oficial del Arzobispado de Santo Domingo.

Dos días después de la publicación de la Carta Pastoral, como le revelara en entrevista concedida al historiador José Chez Checo en Septiembre de 1999, los agentes del SIM penetraron en su habitación y violentaron sus archivos pero no pudieron encontrar evidencia alguna. Llevaba un diario, pero redactado en hebrero, idioma que como muchos otros, dominaba perfectamente, entre ellos todas las lenguas bíblicas.

No obstante las sospechas que el régimen pudo albergar contra él en aquellos momentos convulsos, todo parece indicar que dichas aprensiones fueron superadas, pues a principios de mayo de 1960 fue designado catedrático en la Facultad de Filosofía y Educación  de la Universidad de Santo Domingo, hoy autónoma, precisamente en sustitución del P. Robles Toledano. Posteriormente, en diciembre del mismo año, fue recomendado por el Decano de dicha Facultad, Dr. Armando Cordero, para sustituir como profesor de Lengua Latina II al sacerdote escolapio P. Joaquín Ferragud, tras el régimen cancelar su nombramiento e impartiría, además, posteriormente, las asignaturas de historia de la cultura e historia de la filosofía II.

En la referida entrevista, cuando Chez Checo preguntó a Adames sobre quien, a su criterio, pudo ser el autor del borrador de la Carta Pastoral, este respondió: “nadie lo sabe ni lo va a saber, es un secreto”.

3.- También se sospechó de Panal y Zanini como posibles autores

El impenitente asedio contra Monseñor Francisco Panal Ramírez, entonces obispo de la Diócesis de La Vega, se hizo cada vez más intenso tras la publicación de la Carta Pastoral en enero de 1960 al igual que contra Monseñor Reilly, entonces Prelado de San Juan de la Maguana. En el caso de Panal el régimen también albergó la sospecha de su posible autoría.

Entre el estilo de redacción de Panal y el texto de la Carta Pastoral, cierto es que podrían encontrarse varias afinidades. Esto explica que hasta conocerse la versión de Monseñor Juan Félix Pepén sobre la autoría de la Carta Pastoral, de la cual se dará cuenta en lo adelante, se considerara también  a Panal como el posible autor de la Carta Pastoral.

Entre los que sostuvieron esta tesis, por supuesto, cuando no se conocía la de Pepén, se encuentra el destacado historiador eclesiástico jesuita Padre José Luis Sáez, quien lo declaró así  a la periodista Ángela Peña en entrevista que le concediera en abril del año 2002.

De igual forma, desde un primer momento, el régimen albergó la sospecha de que el posible autor de la Carta Pastoral pudo ser Monseñor Lino Zanini, entonces Nuncio papal en la República Dominicana al momento en que se redactó e hizo pública la Carta Pastoral.

A finales de abril, en un informe que el SIM envió a Trujillo, decía que Zanini: “está reputado como elemento que actúa subrepticiamente contra el Gobierno Dominicano, destacándose especialmente en la cooperación y protección que ha venido ofreciendo a los miembros de la oposición a nuestro gobierno” al tiempo que le consideraba como “autor y auspiciador de la Carta Pastoral recientemente publicada por la Iglesia Católica Dominicana en contra de las instituciones democráticas del Estado”.

En los primeros días de marzo de 1960, pocos días apenas tras la publicación de La Pastoral, el periódico Fides, órgano oficial del Arzobispado de Santo Domingo, tuvo que salir al frente a las insinuaciones de que pudo haber sido Zanini el autor del texto de la Carta Pastoral y que luego éste había buscado la firma de los obispos dominicanos.

Afirmaba al respecto: “afirmar esto demuestra una falta grande de conocimiento de asuntos relacionados con la iglesia. En el régimen eclesiástico interno de cualquier país ningún delegado pontificio puede inmiscuirse. Es sólo de incumbencia de los Obispos del país; por supuesto, estos si lo desean pueden solicitar el parecer del delegado pontificio”.

Como se verá más adelante, Zanini sí se inmiscuyó y sin su participación decisiva la Carta Pastoral nunca se habría publicado.

También un experto belga en sociología de la religión, Karl Leveque, al escribir sobre la iglesia dominicana, sostuvo la tesis de que el autor del texto de la Pastoral había sido Zanini, al afirmar: “Y bruscamente, en medio del inmovilismo general, es la Iglesia la que toma la iniciativa de la lucha. El 31 de enero de 1960, una carta pastoral que hace el efecto de una bomba, es leída en todas las parroquias. La firman cinco obispos, pero ha sido redactada por el propio nuncio”.

4.- La versión al momento más concluyente en torno a la autoría del borrador de la Carta Pastoral

Cuando se escribe sobre historia resulta siempre saludable no olvidar aquel sabio consejo que reza que “toda afirmación histórica es penúltima”. Un documento o un testimonio pueden ser en un determinado momento muy reveladores pero siempre conviene ser prudente y  estar abierto a la posibilidad de nuevos hallazgos; de inéditas evidencias que pueden ser encontradas y que podrían cuestionar lo que se tenía por cierto en torno a un hecho, un personaje o un acontecimiento. Los documentos ni los testimonios son fetiches a los que se debe rendir, por sí mismos, un culto acrítico ni  genuflexo.

Hecha esta salvedad metodológica, y en relación al tema que nos ocupa, la afirmación que al momento nos parece más plausible respecto a la posible autoría del borrador de la Carta Pastoral de enero de 1960, es  la que ofreció antes de su fallecimiento, el entonces Obispo Emérito de la diócesis de Higuey, Monseñor Juan Félix Pepén Solimán.

Ya en sus Memorias, publicadas a principios de siglo, tituladas “Un garabato de Dios”, Pepén revela muchos detalles que hacen parte de la intrahistoria de aquellos días tormentosos, entre ellos, cómo en vísperas del día de nuestra Señora de la Altagracia llegó hasta el obispado de Higuey un joven ex. seminarista, golpeado salvajemente por el régimen  por su vinculación con el movimiento clandestino 14 de junio.

Fue ese el detonante para que al día siguiente, festividad  de Nuestra Señora de la Altagracia, tras celebrar la Misa Pontifical, Monseñor Pepén se dirigiera hacia Santo Domingo para conversar con Monseñor Zanini y exponerle con detalles los vejámenes padecidos por el  joven ex. seminarista y procurando su apoyo moral y eclesial.

Es el mismo texto Pepén revela cómo, tras escucharle, Zanini exclamó: “esto no puede seguir así. La Iglesia tiene que levantar su voz y hablar claro, no hay tiempo que perder”. Y le pidió que, para el día siguiente, redactara  un borrador de  un documento pastoral basado en el cual pudiera producirse una declaración pública.

Ese primer borrador fue escrito con un exceso de prudencia por parte de Pepén, pero Monseñor Zanini no se sintió del todo satisfecho con el texto. Las expresiones del Nuncio fueron las siguiente, consigna Pepén: “¡Esto no basta…Hay que llegar más lejos! Hay que denunciar las violaciones a los derechos humanos y reclamar un cambio”.

Era natural que en los obispos dominicanos de entonces Monseñor Beras, Monseñor Pepén y Monseñor Polanco se extremara aún más la prudencia al momento de la redacción de cualquier documento de esta especie. En aquellos tiempos sombríos cualquier postura que no armonizara con el régimen imperante, por parte de un determinado ciudadano, se pagaba no pocas con la vida,  con cárcel y golpizas  y la persecución inmisericorde de sus familiares, aunque no tuvieran participación alguna en los hechos de que se tratara.

Conviene recordar, al respecto, que, aunque por pocas horas, un sobrino de Monseñor Beras, Máximo Beras Goico, había sido apresado por los servicios de inteligencia del régimen y un hermano de Monseñor Polanco, propietario de un pequeño negocio de venta de radios y televisores situado en la avenida Mella, también era asediado continuamente por el SIM, quien le colocó bombas para destruir la tienda, según testimonio de Monseñor Reilly.

Y continua revelando Monseñor Pepén que Zanini le pidió su parecer sobre “quién podía redactar el borrador y le indiqué uno que tal vez podía hacerlo… Estaba visible la acción del Espíritu Santo”.

Por fortuna, el nombre de ese  “uno “, lo precisó el mismo Pepén, que era el más joven de los obispos de entonces, poco antes de su fallecimiento, siendo el único que aún vivía de todos los firmantes de la Carta Pastoral. Tuvo el acierto y la entereza de revelarlo al  entonces Arzobispo de la Arquidiócesis de Santo Domingo, Su Eminencia Cardenal Nicolás de Jesús López de Rodríguez, quien lo dio a conocer, a su vez, en la homilía durante la misa de cuerpo presente del obispo higüeyano, el 23 de julio del 2007: se trató del sabio sacerdote, historiador y orador sagrado, de la Orden de Predicadores, mejor conocido como  los  Dominicos, Fray Vicente Rubio.

El Padre Rubio, con su consabida modestia, nunca afirmó ni negó su papel en la redacción del borrador de la Carta Pastoral. Cuando en entrevista que le hiciera el 23 de noviembre del 2023 la acuciosa periodista Ángela Peña le preguntara sobre ello, la respuesta de Rubio fue llevarse el dedo índice a sus labios y expresar: “a los cien años ya se podrá hablar”.

No obstante, testimonios recabados por el autor de esta columna confirman que Rubio fue el responsable de que, por conducto diplomático- no se precisa si por vía de la Nunciatura o de la Embajada de Italia en el país-, un ejemplar de la Carta Pastoral circulara en el exterior. Se sabe que por vía de la Embajada americana también llegó algún ejemplar al extranjero, convirtiéndose la Carta Pastoral en un instrumento de denuncia de las atropellos del régimen de Trujillo contra la población dominicana y especialmente la juventud comprometida en el complot del 14 de junio, develado a mediados del mes de enero de 1960.

Estos testimonios recabados concuerdan, además, en que por temor a represalias del régimen, el Padre Rubio optó por incinerar  documentos que pudieran comprometerle, sospechando que en cualquier momento los agentes del régimen vendrían en su búsqueda, lo que realmente ocurrió poco después.

Los agentes del SIM se dirigieron  hasta el viejo convento de los dominicos y le condujeron ante Trujillo, quien en un tono extremadamente airado le increpó diciendo: “¡fuiste tú, Vicente, fuiste tú!, a lo que Rubio contestó sin inmutarse: “¡Si Usted lo dice, Jefe, así es!”.

Horas después, se vio precisado a partir hacia España junto a su compañero de congregación, Padre Armando Tamargo, para no retornar al país hasta poco después del ajusticiamiento del tirano. Todo parece indicar que la historia, que reserva no pocas veces misteriosos paralelismos, había dispuesto que 499 años después, depararía  a un fraile dominico de origen español, una misión parecida, aunque diferente en forma,  a la que tuvo en 1511 otro digno hijo de la Orden de Predicadores, Fray Antón de Montesinos: clamar por la justicia y respeto a la dignidad de  los perseguidos y maltratados de nuestra tierra.