Que hayamos recibido en todo lo alto al Secretario de Estado norteamericano demuestra que somos buenos anfitriones. Pero que lo hayamos acogido en el Palacio Nacional como si fuera jefe de Estado nos muestra protocolarmente muy exagerados. Que le hayamos reiterado nuestro interés en sostener unas relaciones mutuamente beneficiosas, aunque no igualitarias, me parece correcto. Pero que le permitiéramos incautar, sin pedirle permiso a nadie, imponiéndonos así su poder imperial, un avión venezolano que estaba aquí en reparación, indica que somos lamentablemente más papistas que Donald Trump.