“Un hombre malo es capaz de quemar su propia nación hasta los cimientos para poder gobernar sobre sus cenizas”. Sun Tzu, filósofo chino, general y estratega militar.
El gobierno dominicano y los gobiernos de Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, y Uruguay protestaron y exigieron al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro, la transparencia total de todo lo acaecido en la pasada contienda electoral del pasado domingo 28, y mostrar de una vez por todas y manera pública todas las actas de votación después de realizado el escrutinio. Esta acción justa y ponderada conllevó a despertar la ira del impredecible dictador venezolano a romper las relaciones diplomáticas con estos países, y ordenó a sus funcionarios acreditados, el regreso inmediato a Caracas.
Es importante señalar que los presidentes Ignacio Lula, de Brasil y Gustavo Petro, de Colombia hicieron la misma reclamación, pero con estos dos últimos no hizo la misma rabieta, seguramente, por ser gobiernos de izquierda. Ambos, de incuestionable trayectoria de una esforzada lucha democrática.
Me siento muy orgulloso de que nuestro gobierno haya sido de los primeros en demandar al dictador la transparencia y el conteo de marras.
El mundo moderno es un mundo globalizado y ya, todos estamos unidos por un cordón umbilical.
Cualquier perturbación de cualquier índole que proceda de algún miembro de la comunidad internacional afecta y repercute en todos los demás.
Maduro ha reaccionado como todo gobernante que carece de legitimidad, con amenazas, represión y el socorrido mito del complot en su contra orquestado por el imperio y avalado por la oposición.
El dictador insiste en seguir con todos sus atropellos para mantenerse en el poder, a pesar de que resulta insostenible mantener una economía en bancarrota, producto, de manera principal, por la incompetencia administrativa y la dilapidación de los grandes recursos en favor de la cúpula gobernante y de los gobiernos extranjeros (Cuba, Rusia, China e Irán) que actualmente lo chupan como si fuera un regalo de los dioses.
Se dice que chavistas tienen grandes inversiones en la parte oriental de nuestro país, producto del saqueo a las arcas del tesoro venezolano. Y nadie dice nada, ni se investiga ese rumor.
Es conmovedor y aterrador ver esos videos de niños desesperados comiendo basura. Solo a un duro de corazón no se le escapan las lágrimas.
Ya son ocho millones los ciudadanos venezolanos que han partido de la tierra del libertador y ese nuevo Trujillo del Caribe amazónico está esperando que salgan ocho más y así tener menos opositores.
De esos millones, por lo menos la tercera parte se disponía a ir a su país a ejercer el derecho del voto, pero Maduro cerró las fronteras donde se encuentra la diáspora principal: Brasil y Colombia. En los demás países votaron entre 100 y 200 personas, de los millones que allí residen, por todas las trabas que le pusieron que no están contempladas ni en la constitución de Venezuela ni en su ley electoral. Solo se requiere la prueba de ser venezolano para votar. Pero había que impedir a toda costa que la diáspora se pronunciara.
Ha habido un éxodo masivo de venezolanos que afecta a varios países de la región. Se estima que en Colombia hay alrededor de cuatro millones de inmigrantes venezolanos y en Perú un millón y medio. Pero también han emigrado a Brasil, Argentina, Chile, República Dominicana, entre otros,
Las protestas son y seguirán siendo incontrolables e interminables y, contrario a la deseada transición hacia un régimen cimentado en la gobernabilidad democrática y en la libertad, el país podría encaminarse hacia el totalitarismo, aún más férreo, y con mayores violaciones de los derechos humanos.
Los crímenes de Estado, incluyendo asesinatos, secuestros, tortura y prisión, tendrían una marcha ascendente. Ya han empezado a verse. El inconsciente pronosticó un baño de sangre y está cumpliendo su palabra. Ya van más de siete muertos hasta ahora.
Los chavistas viven cacareando que todos sus males se deben al imperio. Esa es la excusa más baladí y ridícula que podamos escuchar. Se refieren, de manera principal a Estados Unidos, pero resulta que ya ese país estaba negociando el petróleo con el mismo dictador. Y él estaba feliz. Pero ya no lo está porque le han echado algo feo en el sancocho.
Ningún gobierno, en sentido general, y de manera muy especial los de América Latina, puede sustraerse y ser indiferente en el devenir individual de cada país, y deben, como lo han hecho en esta ocasión, poner su grano de arena para tratar de sugerir o hasta de exigir, que se respeten los derechos mancillados y colaborar en los problemas de los estados afectados en lo que esté a su alcance.
Es una pena que Colombia y Brasil, después de haber hecho las reclamaciones de rigor para la transparencia y el conteo público de los votos, se hayan abstenido en la votación de la OEA para aprobar la resolución que buscaba precisamente, lo mismo, que ellos dos y todos los demás países habían exigido anteriormente. No lo entiendo.
Esperamos que el dictador enfríe su cerebro malogrado y recapacite, y permita el reconteo de votos de manera pública, supervisada por nacionales venezolanos y observadores extranjeros, y luego, que acepte el resultado verdadero, no el resultado que ofreció el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, reconocido dirigente del chavismo y ex diputado a la Asamblea Nacional del 2000 al 2016.