El silencio había empezado a roer y dejarme perplejo.
Estábamos en una gira europea, sí, hija viendo
la Capilla Sixtina y Trafalgar Square, La Tour Eiffel
y La Gioconda por primera vez y yo sonriendo
a remolque, agradecido a Dios por poder
tener resistencia e ingenio para coordinar
los diversos autobuses, trenes y aviones necesarios
para viajar entre epifanías, al tiempo que hacía frente
a algún que otro momento menos salubre bloqueada
en un retrete parisino, como su padre décadas atrás
atrapado en una pequeña habitación, escribiendo
aide moi en grandes hojas, y pegándolas en la ventana
y a través de la puerta. Llegó la ayuda, la cerradura
se descorrió y yo salí a la calle en el 5º Arrondissement
y seguí caminando. Me pregunto: ¿cuándo mi hija
viajará de vuelta, aprendiendo de paso a evitar
ese maldito baño en un viaje que, por lo demás,
ha sido maravilloso. hacia los Campos Elíseos?