Se ha constatado el aumento de las enfermedades mentales en todos los continentes y se habla de psiquiatrización de la sociedad. Los más propensos a estos desajustes son los jóvenes, las personas vulnerables y las más desfavorecidas económicamente, pero de manera general se registra un aumento significativo en todos los segmentos de la sociedad.
Según los especialistas, que reconocen la complejidad del problema, todo apunta a una suerte de malestar civilizacional, a un sentimiento de desorden, al agotamiento del modelo que conocemos, a sentimientos exacerbados por las guerras y sus imágenes devastadoras, a los efectos del cambio climático y al impacto de la pandemia de Covid 19.
La nueva modernidad cambia la vida y las costumbres y lleva a una aparente nueva normalidad. Modifica las prioridades y la relación con los objetos. Nos fuerza a vivir en el presente, en una sociedad post moderna y paradójica caracterizada, entre otras cosas, por el consumo descabellado, el individualismo, la cultura de masas, el hedonismo, la moda y lo efímero.
Hemos dejado atrás los sueños colectivos, los ideales de un pasado todavía reciente por una búsqueda frenética de bienestar individual.
Hace 50 años se buscaba la calidad de una compra porque era una inversión duradera. Ahora los objetos son casi desechables. Estudios revelan que las prendas de «fast fashion» se usan menos de 5 veces y se van a los vertederos.
El Black Friday es el ejemplo más patente de las contradicciones del sistema, que alienta una vorágine de consumo a la vez que se levantan voces para gritar que hay que comprar menos y mejor con el concepto que es mejor acabar con las malas costumbres y no con el planeta.
En este nuevo mundo prima la cultura del alto rendimiento, de la competición que conlleva la necesidad de sobresalir en todos los rubros tanto en el plano profesional como personal. La competencia se inicia desde la infancia. Como lo comprobamos, el coaching invade todos los sectores de la vida social para hacerle frente a la concurrencia: se usa en la vida escolar, en el mundo laboral, en el ocio, la política, etc.
La cara escondida de la necesidad de sobrepasarse a todo costo son la inseguridad, el stress y la ansiedad que se controlan a base de ansiolíticos cuyo consumo se ha disparado. Cada vez más personas sufren de bipolaridad, pero la sociedad en la que vivimos, la sociedad paradójica, es totalmente bipolar. Así no podemos olvidar el lazo que existe entre el estado de la sociedad y el estado de los hombres.
Para otro sector de la población las condiciones sociales, culturales y económicas del sistema en que vivimos acarrean violencia, discriminación, pobreza, exclusión, desempleo, carencia de los servicios de salud, y estos factores son las causas fundamentales de sufrimientos psíquicos muchas veces no atendidos. El alcohol y las drogas son a menudo usadas para manejar la ansiedad existencial creada por las demandas insatisfechas y conducen a más violencias y desórdenes.
Una encuesta realizada por el INTEC en 1200 familias en las cuales hubo casos de COVID-19 y cuyos hallazgos acaban de ser divulgados determinò que 57% de esta población reportó alteraciones emocionales como nerviosismo o ansiedad.