El título anterior  se corresponde con el del  libro de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum (2010), “Sin fines de lucro. ¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?  En esta obra  la autora  alerta sobre una “crisis silenciosa” que se viene dando en el mundo y que consiste en excluir a las humanidades y las artes de los estudios de bachillerato y de la universidad. Dándose el caso de que se ha reducido la inversión en el estudio de estas en el afán de estudiar principalmente para la productividad económica.

Esta crisis se observa también aquí, en el país, siendo escaso el número de universidades que ofertan carreras vinculadas a las humanidades y a las artes,  además de que las instituciones públicas que ofertan becas dejan fuera las carreras relacionadas con las humanidades y las artes, olvidando que estas desempeñan una función principal en la historia de la democracia.

La importancia de las artes y las humanidades -dirá Nussbaum-  “radica en la capacidad de desarrollar el pensamiento crítico; la capacidad de trascender las lealtades nacionales y afrontar los problemas internacionales como ciudadano del mundo; y por último la capacidad de imaginar con compasión las dificultades del prójimo”. (Página 26).

Dirá también que ninguna democracia puede ser estable si no cuenta con el apoyo de ciudadanos educados para este fin. En este sentido, cultivar la capacidad de reflexión y el pensamiento crítico resulta fundamental  para mantener una democracia con vida y en estado de alerta.

La autora identifica las aptitudes que un país debe desarrollar en sus ciudadanos si desea tener una democracia humana y sensible, dedicada a promover las oportunidades de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad para cada uno de sus habitantes. Entre estas figuran las siguientes:

La aptitud de reflexionar sobre las cuestiones políticas que afectan la nación, analizarlas, examinarlas, argumentarlas y debatirlas sin diferencia alguna ante la autoridad o la tradición. También la aptitud de reconocer a los otros ciudadanos como personas con los mismos derechos que uno, aunque sean de diferente raza, religión , género de orientación sexual, y de contemplarlo con respeto como fines en sí mismos y no como medios para obtener beneficios propios mediante la manipulación. (Página 48).

De la misma manera, la aptitud de interesarse por la vida de los otros, de entender las consecuencias que cada política implica para las oportunidades y experiencias de los ciudadanos y las personas que viven en otras nacionales.

Menciona también la aptitud para imaginar una variedad de cuestiones complejas que afectan la trama de la vida y de reflexionar sobre la infancia, la adolescencia, las relaciones familiares, la enfermedad, la muerte y otros muchos temas, apoyándose en el conocimiento de todo un abanico de historias concebidas más que como un simple conjunto de datos.

Se debe desarrollar una mirada para pensar en el bien común de la  nación como un todo no como un grupo reducido a los propios vínculos locales y de concebir la propia nación como parte de un orden mundial complejo en el que distintos tipos de cuestiones requieren una deliberación transnacional inteligente para su solución.

Se debe tener claro lo que deben hacer la escuela o la universidad para formar ciudadanos para la democracia. Sosteniendo la autora que la escuela debe desarrollar la capacidad de ver el mundo desde la perspectiva del otro e inculcar actitudes solidarias frente a los más débiles y sentir un interés genuino por los demás ya sea que estén cerca o estén lejos y erradicar la tendencia de olvidar las minorías y a los extraños sin considerarlos contaminantes o inferiores.

Las escuelas y universidades deben enseñar contenidos reales sobre otros grupos raciales, religiosos y sexuales y sobre personas con discapacidades a fin de evitar los estereotipos y la repugnancia que suele acompañarlos.

De la misma manera la escuela y la universidad deben también fomentar la responsabilidad consigo mismo y con los demás, así como promover activamente el pensamiento crítico y la habilidad y el coraje de expresarlo aunque disienta de los demás reconociendo las virtudes del diálogo y que el saber argumentar robustece la democracia.

La autora sostiene que si una democracia pretende mantener su estabilidad no puede aspirar solamente al crecimiento económico, sino que debe asumir un compromiso con la democracia, pues en un componente esencial de toda vida dotada de dignidad.

Finalmente deja establecido que las escuelas y universidades deben proporcionar cursos de humanidades y artes con el fin de desarrollar de modo más complejo en los estudiantes su capacidad para el ejercicio de la ciudadanía y la interacción política respetuosa. Las escuelas y universidades deben estar  “cerca” de las humanidades y las artes, aquellas que estén alejadas de las mismas simplemente serán consideradas instituciones educativas débiles e incompletas e inútiles. ¡Y esas poco hacen por el desarrollo democrático!