Willians De Jesús Salvador y Galileo Violini                                                              

Hace doce meses, el 31 de marzo, acento publicó un artículo de comentario y soporte al anuncio del presidente Abinader, en su discurso del 27 de febrero, de un proyecto que pondría República Dominicana en la vanguardia de nuestra región, la creación de una Ciudad del Conocimiento, Silicon Beach.

Proyecto multifacético y ambicioso. Un año después, poco se sabe de si y cómo el proyecto se realizará. El año pasado, en un Simposio internacional de tan alto nivel que el Premio Nobel David Gross, fue un participante raso, una mesa redonda fue dedicada a las Ciudades del Conocimiento. Participante estelar fue un ex gerente de Yachay E. P., la empresa pública ecuatoriana encomendada de la ejecución de un gran proyecto de esa naturaleza.

El Simposio no tuvo seguimiento, y el proyecto no fue mencionado este año en el programa en agenda del Gobierno.

Proyectos así son necesarios en nuestro país. Hemos hecho progresos en ciencia, pero los otros países de la región no están de brazos cruzados. En los últimos veinte años, Panamá ha dado pasos gigantescos. La devolución, al término del otro Milenio, de la Zona del Canal le ha permitido crear una Ciudad del Conocimiento, de la cual una perla es Indicasat, el instituto dirigido, hasta hace poco, por el profesor Rao Jagannatha, conocido en nuestro país, por haber sido huésped de honor encargado de la Conferencia inaugural de un Congreso de la Ciencia Dominicana. El sistema universitario panameño se ha enriquecido con la creación y el desarrollo de la Universidad Tecnológica de Panamá.

No son siempre los mismos países, Costa Rica y Panamá, los que tienen grandes metas. En su programa de candidatura, la recién electa presidenta de Honduras, Xiomara Castro, puso el mítico 2% de PIB como meta de inversión estatal para Ciencia y Tecnología, siendo la de nuestra región 50 veces menor.

Lo que se ha hecho ha sido y es importante, pero se necesita mucho más. En el Siglo XXI un país como el nuestro no puede limitarse a ser un país de comercio, servicios y turismo. Son pilares frágiles. Y ellos mismos necesitan estar inmersos en un país científica y tecnológicamente avanzado.

La pandemia ha golpeado duramente el turismo. Su recuperación es ahora amenazada por la guerra en Europa. Conjuntamente Rusia y Ucrania ocupaban el tercer lugar, después de EE.UU. y Canadá, en las estadísticas turísticas de nuestro país. Y habrá efectos indirectos en el resto del turismo de origen europeo.

En el campo de las vacunas, hubiéramos necesitado ser autosuficientes como Cuba. Tenemos competencias, en el IIBI, en nuestro sistema universitario.

En la agricultura, otro sector amenazado por efectos indirectos de la crisis ucraniana, se necesita modernización e innovación tecnológica. Seguir como ayer, puede ser suficiente para el mercado local, no para competir a nivel internacional.

Tenemos problemas en educación, especialmente en las áreas científicas, es cierto, pero el progreso científico del país no puede esperar que estén solucionados.

Es innegable que una Ciudad del Conocimiento requiere una inversión que, en la coyuntura actual, puede parecer que tenga un costo de oportunidad incompatible con problemas sociales históricos, inflación producida por la pandemia, impacto del aumento del costo del petróleo, problemas en el mercado laboral.

Son problemas reales y su relevancia no podrá que aumentar por la guerra en Europa.

Sin embargo, el desarrollo científico, que conllevaría la realización del proyecto de Silicon Beach puede contribuir a resolverlos. Su realización como parte de un gran plan nacional de educación, ciencia y tecnología, respondería a la necesidad de que el país no lamente más pérdidas de cerebros, y no solamente los fugados, sino también los de talentos que carencias del sistema educativo o marginación social no permiten identificar. Talentos que abundan en cualquier área, pero que, irónicamente, en nuestro país es más fácil notar si se trata de un Babe Ruth que de un Einstein.

Y así se podrán aprovechar las oportunidades que derivan de la participación en grandes proyectos internacionales y regionales.

Independencia científica significa menos vínculos de dependencia políticas.

Proyectos de esta naturaleza deben contar con el apoyo del sector privado y de la sociedad civil.

En otros países, el aporte económico del primero es comparable o mayor del aporte estatal. En el nuestro, no. Muchos proyectos científicos pueden ser motores de desarrollo industrial y agrícola. El proyecto de Silicon Beach prevé amplios espacios no estrictamente científicos. El presidente Abinader habló de crear Silicon Beach como “Un ecosistema de creatividad e innovación donde confluirán empresas de tecnología, universidades nacionales e internacionales, Centros de investigación, corporativas y manufactura, que podrán instalarse y tener todas las facilidades para desarrollar sus productos y servicios. Los jóvenes dominicanos son tan talentosos como los más del mundo, y serán los grandes protagonistas de este proyecto, a través del cual tendrán todo un ecosistema de empresas en el que desarrollar su creatividad, consiguiendo con ello nuevas oportunidades de formación y empleo.”

Esto no es de menoscabo para lo existente. Sería un disparate ignorar las capacidades e infraestructuras que tenemos, en el área de la biotecnología y producción de vacunas, por ejemplo. Y ciertos errores hechos en Ecuador con Yachay deberán ser evitados.

De todos modos, no es defendible un modelo de matriz económica basado sobre agricultura, turismo, materias primas y comercio, en que la Ciencia sea Cenicienta. Hay que asumir su papel crucial para su modernización e innovación.

Es necesaria la industrialización, en toda la extensión de esta palabra, a lado y no contra la agricultura. La crisis ucraniana nos ha permitido reflexionar sobre los errores soviéticos de los años Treinta del siglo pasado. En sinergia con las universidades, y en el marco de Silicon Beach, se pueden promover incubadoras, eventualmente dedicadas a particulares sectores. El minero, el agrícola.

Una sinergia entre el estado y las asociaciones de industriales y de agricultores puede atraer capitales extranjeros, de riesgo y de inversión corriente, en un proyecto orgánico de desarrollo que también encajaría estupendamente en ese proyecto ambicioso.

¿Y el turismo científico que sería alimentado? Hace unos días en Guadalajara, México se celebró el Congreso Internacional del Turismo médico. Silicon Beach se puede convertir en centro permanente de turismo especializado.

El artículo que recordábamos al comienzo se concluía con estas palabras: “Jóvenes talentosos se están formando en nuestras universidades y en las de la región. Asumir el costo del financiamiento de la creación de la Ciudad del Saber, es una forma de pagar una prima de seguro para que las capacidades de estos talentos no se desaprovechen por falta de oportunidades o por migraciones que las harían aprovechar por otros países. El retorno de esta inversión se podrá estimar en diez o veinte o treinta años. Hace ciento y cincuenta años el presidente Sarmiento hizo un memorable discurso para la inauguración del Observatorio de Córdoba. Recordar sus palabras y pensar en este proyecto me convence que son éstas las decisiones que distinguen los estadistas y las naciones que quieren contribuir al desarrollo de la humanidad.”

No puede dudarse de que este proyecto contribuirá a alimentar la confianza en que nuestro país pueda ser, como decían los latinos (Salustio?) Faber fortunae suae. Esto no quiere decir que la cooperación internacional es inútil, pero hay que asegurar que sea coherente con la política nacional y regional y no producto de políticas foráneas que definan su papel en la división mundial del trabajo científico, tecnológico e inclusive de la producción. Y para ello se necesita tener políticas proyectadas a un futuro de largo plazo,

Un proyecto de esta naturaleza trasciende el carácter de simple programa de gobierno. Es ideal para que se realice a través de una alianza público-privada y para que reciba apoyo nacional sin mezquinas distinciones políticas.

El presidente Abinader puede estar seguro de que los dominicanos más visionarios lo respaldarán.