-Porque: “El interés individual, ignora el interés colectivo”
-No te preocupes por lo que otros piensen de ti. Preocúpate por lo que tú piensas de ti mismo. Marco Aurelio.
De tanto insistir en la misma lucha, a instancia de buscar soluciones a problemas que de una u otra manera nos conciernen, sin que aparezcan indicios de progresos en ese camino, la gente se cansa de lo mismo y entonces se inicia un silencio cómplice que solo significa la claudicación y la contemplación sumisa de los hechos.
Es precisamente lo que nos acontece con problemas puntuales a los cuales nuestros políticos, no dan pie con bola en su solución. Son problemas, que, aun y parezca una exageración, han sido elaborados paso a paso por esos mismos personajes que normalmente se les da por llamar, líderes políticos.
En cuanto al problema de la seguridad ciudadana y la degradación del Estado, en cuanto al organismo llamado a ejercer ese poder llamado el monopolio de la violencia, para precisamente proteger el derecho de todos, ha sido el fracaso más patético de todos los que han producido los políticos con sus ambiciones personales y falsos protagonismos. Esto nos ha llevado a la crisis de seguridad que padecemos todos los dominicanos, sin que aflore en el horizonte otra cosa que no sean propagandas, teorías y ejecuciones que se han quedado plasmadas en los papeles.
La policía nacional se ha convertido en el reducto donde van a parar todo tipo de criminales, vividores, extorsionadores y, sobre todo, un tigueraje barrial de la peor calaña, carentes del espíritu de servicio, de pertenencia a la institución, de disciplina y formación de hogar, donde, en sus manifestaciones, solo son leales a sus ambiciones pueriles. Todo esto, debido a que los que mandan o dirigen, no quieren comprender que la lealtad a los principios nobles no tiene precio y, si se compra, suele tener menos valor de lo que se pagó por ella.
Sería mejor y menos traumático, pensar que lo que sucede dentro de ese organismo policial, es un tamaño desorden institucional, iniciando por el ingreso de sus miembros y una ineficiencia que lo abarca todo, incluyendo los desproporcionados ascensos, que pensar en una mafia ya institucionalizada que cual cáncer, malogra la existencia de ese cuerpo llamado a ejercer el monopolio de la violencia, sin llegar a formar parte de esta misma.
La policía que no ha querido comprender que su lucha no es contra un “enemigo” sino, ejercer control sobre ciudadanos que no cumplen con las leyes y el comportamiento cívico que se debe exhibir. Desconocen, claro está, sus obligaciones y las maneras en las cuales las debe ejecutar, sin tener que ser complacientes, pero si correctos y corteses en la aplicación de las leyes. Y es, que todo esto, tiene obligatoriamente que ver, con su ineficaz, abusivo e incorrecto entrenamiento.
Desde hace tiempo, el uso de equipos no letales, para contrarrestar o arrestar a un ciudadano que viola la ley, han desaparecido del arsenal policial, donde hasta la macana brilla por su ausencia en el uniforme policial, cuando se encuentra de servicio. Y es que, observando las actuaciones diarias, lo primero que notamos, es que, mucho antes de cualquier otra acción, lo primero es sacar su arma corta y entablar una discusión sin sentido con el ciudadano, donde, las peleas callejeras que se entablan dan aquiescencia a todo lo dicho anteriormente.
Y toda esta debacle institucional, tanto en la P.N como en las FF.AA., se inició a partir no sé cuándo y por orden o capricho clientelista de quien, al envío de militares y policías a las empresas de “Corde” para que obtuvieran “ayudas” con las dadivas que le proporcionan por sus servicios y, junto a esos “servicios”, por igual, salieron despavoridos de los campamentos militares y policiales, el señor entrenamiento y la señora disciplina, continuando, después de estos, el descalabro institucional que trajo como consecuencia, lo que estamos cosechando ahora, donde “na´e´na” y el caos, no nos amenaza, sino, que nos acosa por doquier. ¡Sí señor!