Ya había escrito a principios de diciembre sobre las esperanzas de mejoras de vida para nuestra sociedad en este fin de año y para el “nuevo” año que inicia la próxima semana, para luego asistir con asombro a todo lo que se ha visto en este último mes, como si todo se juntara para mostrar lo poco que hemos avanzado como sociedad en este año que finaliza.

Fue cuando por las quejas sobre los atracos, se iniciaron las redadas barriales de la policía y los cuerpos castrenses, que pusieron al descubierto la existencia de bandas criminales ligadas al crimen organizado y al narcotráfico, señal inequívoca de que no habría nada nuevo en este nuevo año 2023.

Nos encontramos en fase de pasar balance a las metas y logros que nos parece hemos obtenido en este año que culmina, pero no aparecen los desaparecidos, mientras siguen apareciendo muertos adolescentes y jóvenes nuestros en matorrales, en cisternas, o hasta en sus propios hogares. Pero nos vanagloriamos y nos enorgullece el crecimiento del turismo en este año que finaliza con el ingreso de 4,121.5 millones de dólares de enero a junio de este año, superando incluso los del año 2019 previo a la pandemia. Un importante aporte al PIB y a la economía dominicana, por la creación de empleos, sin que se sepa en qué condiciones realmente labora el dominicano en el sector turístico. Como tampoco importa en qué ni cómo se invierte ese dinero del PIB, si es en sobornos de la corrupción de los que están saliendo en libertad por los difíciles procesos para obtener condenas. Lo importante es, a fin de cuentas, recibir un sueldo y consumir, lo demás no importa.

Otro evento llamativo de este fin de año que evidencia nada nuevo para el nuevo año lo fue el conflicto entre los sindicalistas de la educación y el Ministerio encargado de promover una buena educación pública a la mayor parte de la niñez y juventud dominicanas. En verdad que estaríamos del otro lado si los sindicalistas de las empresas privadas fueran tan aguerridos como los del sector público de la educación, con unos indicadores de resultados de su labor tan bajos, con tantas exigencias y hasta imponiendo plazos de trabajo a la institución rectora, mientras trabajan convencidos de que su labor no surtirá efectos sociales frente a la debacle de los valores morales que enfrenta la juventud hoy en día. Al menos esa fue la impresión que me dio en mi último encuentro con los maestros. Por suerte el Ministerio va bien encaminado con su nueva administración, y sí se espera que algo diferente ocurra con la educación bajo este nuevo administrador.

Otro aspecto para el cual el nuevo año no será nuevo es para la situación ambiental del país y sus recursos naturales. Una vez que el desgobierno de los últimos 20 años enseñó a institucionalizar mediante reglamentos la adaptación de la depredación ambiental justificada para el “desarrollo”, más nunca se ha podido volver a reencauzar la política de protección ambiental que proponía la Ley 644-00 en sus inicios, motivo por el cual fue asesinado el Ministro Jorge Mera. Prueba de ello lo son las discusiones que no terminan sobre la aparente viabilidad ambiental del proyecto Romero de minería extractiva en San Juan, los conflictos por el establecimiento de la barcaza en el área protegida de las costas de la provincia de Azua, o la todavía duradera discusión entre los vecinos Ministerios de Turismo y Medio Ambiente sobre el establecimiento y desarrollo de un proyecto de turismo de cruceros en Pedernales, en un área de alta vulnerabilidad ambiental por la existencia de plataformas coralinas que enriquecen la economía en otra manera a las poblaciones locales, pero que la visión desarrollista del consumismo que se le mete por todos los sentidos como única forma de vida a todo el mundo, sin importar la depredación provocada y que para mañana ya no haya ni una cosa ni la otra, algo que el Grupo Jaragua ya está cansado de explicar mediante los profundos estudios realizados y explicados tanto institucional como públicamente, como para que se entienda que no es viable la gula insaciable de los sectores turísticos que pretenden llevar el “desarrollo” a esas poblaciones olvidadas a su suerte, hasta que no se descubre la manera de destruirlo todo y salir con los millones, dejando miserias de suelditos a las poblaciones que supuestamente pretenden beneficiar. Eso no es promover el desarrollo del país, eso es promover la continuación del enriquecimiento de los más ricos. Nada nuevo para el año nuevo.

Y para cerrar con broche de oro, los casos de abandono a la salud emocional de las familias dominicanas, que se nos estrella en la cara cada vez que ocurre una tragedia familiar, una muerte de parejas o exparejas, mujeres violentadas, niñez abusada, sucesos asumidos como algo intrínseco y normal, y para colmo con una visión clasista, como si por el hecho de que la violencia de clase se manifieste de manera diferente, no sea violencia igual. La violencia social es otro de los aspectos que no serán nuevos en este año nuevo. Y no tenemos la esperanza de que esto cambie, porque los políticos no entienden de esto, y no les interesa, porque no están para eso, otra situación que no será nueva en este nuevo año 2023.

De manera que ahí están nuestros retos, hacer y lograr que en realidad el año nuevo traiga algo nuevo consigo.