-Porque: “Amigos y compadres, búscalos entre los iguales”.
-“Nuestra amistad no depende de cosas como el espacio y el tiempo”.
Me enseñaron hace ya unos años que el que se hace el bueno deja de serlo por no ser sincero. No necesariamente juzgamos, cuando se produjo la sentencia fatal, que haya faltado sinceridad y, por qué no, hasta determinado dolor moral en un hombre moralmente apto para hacerlo.
El expresidente Hipólito Mejía manifestó en su oportunidad que a los ex se les respeta. Me imagino lo dijo pensando en el puesto y no en la persona. No dejando de tener determinada razón, pero se tomó como si su opinión significaba impunidad y blindaje perpetuo, por encima de todo.
No, en ese momento me parece tenía razón en cuanto al peligro que enfrentaba, no por culpabilidad propia sino, por las actuaciones de algunos de sus “amigos” y compadres” si, por los mismos que después lo traicionaron. Fue la manera -quizás- de un hombre serio de protegerse de los actos bochornosos y abusivos que han llevado a cabo algunos que logran enquistarse en el poder, en contra de las autoridades salientes, no precisamente por sus indelicadezas, si no, por venganza política.
En los tiempos en que se produjo esta sentencia, aún estaba en llaga viva el criminal accionar en contra de un ex, que de por sí destruyó una familia honorable que no debió pagar tan alto precio por una venganza política, basada en hechos que nada tuvieron que ver con su persona. Fue una acción donde solo el odio personal podía causar tanto daño, fabricando hechos absurdos que, en una justicia real, siquiera un interrogatorio conllevaba.
Ante esto, cabe cuestionar: ¿cuándo se ha visto un presidente de la República comprando lechosas y otras legumbres en los mercados o cosas por el estilo? De absurdidades fue que lo acusaron y condenado por una justicia injusta y ruin, que solo pensó en el momento político y, debido a esto, con un alto porcentaje de veracidad, surgió la fatídica expresión que tanto daño nos ha causado institucionalmente y que sabrá Dios hasta cuando continuará.
Es por eso que en ocasiones pienso que sería mejor ser más justos y menos legalistas o “legistas”, como mejor les plazca.
Expresó alguien por allá en el siglo XVIII que nadie quiere deber nada a sus contemporáneos, quizás por mal agradecidos o sabrá Dios el por qué, pero, en estos momentos, deberían muchos políticos, funcionarios y ex- (de lo que sea) darle gracias infinitas a quien así consideró que debían de ser tratados.
Pero, lamentablemente, no ha sido de esa manera sin importar, que dando o no las gracias, de forma alguna se merecen el blindaje con el cual han sido protegidos, porque el arrepentimiento, en ellos, ha brillado por su ausencia, más bien, el falso orgullo y la prepotencia se engulleron la bonhomía y su concepto de moral si es que en algún momento de sus vidas la tuvieron. Viven sumergidos en una mar de sesgos de conocimiento y de percepción que no les permite inclinar la cabeza mientras continúan en su mismo accionar de podredumbre.
Es tal su situación, que aún y pase determinado tiempo, tienen que vivir atentos a que nadie les mueva el altar porque, de así ser, es indiscutible la realización de sus largas charlas con la “ciega”, porque en el fondo, solo han sido políticos con una gran semejanza con la mayoría de los autos modernos, que vienen con una obsolescencia programada, pero, ellos no lo perciben, dentro de su engreimiento y la soberbia de considerarse “líderes”. En ocasiones quiero pensar que el honorable expresidente, en algún momento, se haya arrepentido de esas palabras, ya que ninguno ha sido digno de beneficiarse de las mismas. ¡Sí señor!