¿Sobre qué nos puede hablar la semiótica hoy? Las grandes empresas económicas, académicas, artísticas, culturales, administrativas y políticas necesitan un análisis de sus significaciones internas y de sus diversos roles semióticos en el marco de la estructura social. Pero a la vez de la racionalidad misma de la superestructura jurídico-política en sus variadas y marcadas ramificaciones de saberes implosivos y comunicacionales.
La semiótica no es solamente un análisis crítico de las ideologías y los sistemas significantes, sino, más bien también una crítica de la exterioridad y la interioridad del sujeto, la razón cultural y de la interacción social. Esto indica la posibilidad de unificar y comparar los argumentos para que todas las instancias y regiones del conocimiento puedan ser analizadas en el orden del lenguaje, la significación simbólica y modal. Los diversos órdenes estatales o estaduales, se van conformando de tal manera que pueda verificarse la relación semiótica/ sociedad en el registro epistemológico de todo trayecto o proyecto de saber.
En este sentido, la sociedad contemporánea asiste a una fragmentación de los poderes y de las culturas nacionales, para cada vez más abrirse paso dentro del anchuroso mar de las ideologías dominantes y poner en crisis el significado mismo de la inscripción poder. Esta misma inscripción, así como las relaciones intersegmentales de la sociedad, las reformas, los modelos políticos, el discurso electoral, las estructuras burocráticas, la discursividad política y los llamados interpretantes sociales, asisten a un análisis, o, desestructuración de sus interioridades significantes, que participan de esta suerte en el proceso mismo de su dinámica y en el significado de los mundos posibles particularizados. La semiótica de mundos posibles y reales revela una lectura de claves y principios de trabajo.
En efecto, el estudio de los signos es una aventura del espacio significante político y cultural puesto constantemente en crisis y en posición de sujeto observado por la “mirada crítica” y por el contacto intercomunicativo. ¿Unidad de lo diverso? ¿Polarización de los fundamentos? ¿Búsqueda y observación de las estructuras funcionales de los discursos sociales?
Asistimos actualmente a la ruptura de los órdenes centralizados para individualizarnos en lo periférico y viceversa. La realidad histórica, política y cultural moviliza principios y modos de trabajo a través de los textos organizados o fabricados por sujetos y focos accionales dirigidos y culturalmente determinados.
La semiótica en tanto que ciencia de las mediaciones y “miradas críticas” en el marco de la contemporaneidad, incorpora al análisis la problemática del sujeto, de la crisis axiológica y económica, para así producir los argumentos y las metalógicas sociales del proceso mismo de conocimiento. De tal manera que, aún las semióticas formales y científicas, las llamadas semióticas especializadas de lo jurídico y de las redes informativas, particularizan su metalenguaje desde la unidad misma de su posición y función en la sociedad avanzada. Cuerpos y creencias, máquinas y empresas, fiscalizaciones y tributos, se benefician hoy de este tipo de análisis que ya ha dejado de ser “puramente estructural” para convertirse en búsqueda de la exterioridad y de la interioridad en el movimiento para subvertir lo que aún queda de dominación, apariencia y falsificación.
Todos los conductos del universo accional y de la significancia cultural apuntan a una síntesis interpretativa e interdisciplinaria que parte de la cientificidad peirceana (1976,1984) para desinhibir los diversos “hablares”, así como los diversos modelos de la actuación social. Los elementos positivos propios de la actuación social pueden ser convalidados y legitimados por las prácticas de las diversas lógicas de la acción social, del poder político y de un orden cualitativo que se hace manifiesto principalmente en el régimen de una nueva visión epistémica y de una integración implosiva de nuevas miradas culturales en los diversos mundos discursivos.
Pero el sujeto de la sociedad actual inventa los signos de su propia dominación, a la vez que destruye paulatinamente el significado de sus símbolos culturales por influencia indirecta o directa de las mismas transformaciones sociales. Nuevas praxis, o nuevas razones semióticas invitan a las discusiones sobre la voluntad de poder y la voluntad de saber como constantes de la especie (Foucault 1968, vols. 1, 2, 3).
La semiología de los años 60-75 le permitió al analista de la sociedad (sociólogo, lingüista, geógrafo, filósofo, publicista, pedagogo) conformar una estructura global y direccional donde la sociedad era reducida a “signos” y a “modelos abstractos”, pero también a simple “sistema”. Una nueva visión teórica y una nueva razón distópica, involucran la semiología-semiótica en un campo más vasto y ramificado de los signos sociales y culturales, superando la etapa del simple operacionalismo lingüístico y produciendo herramientas interdisciplinarias y transdisciplinarias con un mayor espesor del efecto significado.
De ahí que la semiótica como ciencia de modelos empiece a entenderse como ciencia piloto y conocimiento emergente en la estructura global y particular de la ciencia. Del simple mensaje icónico, o del iconismo pasamos al análisis de la iconicidad en su construcción peirceana, reconocida como cualidad no verbal y verbal complementaria de los demás signos culturales (Sebeok, 1996). Iconos, símbolos, interpretantes, índices y toda una vasta gama o tipología de conceptos e invenciones teóricas reclaman hoy otro tipo de acercamiento y aplicación en la estructura de la ciencia. (Ver, René Thom 1966, 1970, 1972, 1974).
En efecto, atinado es reconocer la importancia de la semiótica en sus relaciones con las demás ciencias sociales y normativas, pues en cada particularidad del desarrollo de una ciencia o disciplina científica, podemos advertir una estructura semiótica interna (medicina, genética, estadística, geografía, sociología, etc.), individualizada en su marco empírico, en su funcionalidad y estructura semiótica externa particularizada en un proceso que, si bien tiende a diferenciarse del sujeto, lo incluye como dinámica activadora de las relaciones culturales activas.
La condición significante de las ciencias sociales, humanísticas y nomotéticas, promete hoy la relevancia de nuevos argumentos, para una teoría semiótica de la cultura y de la sociedad actual con implicaciones decisionales más útiles. Estos nuevos argumentos como ya hemos indicado Supra, admiten las opiniones y aportes de nuevos “cientistas sociales” cuyos intereses interdiciplinarios y transdisciplinarios aseguran el desarrollo de una razón semiótica anclada en la problemática de la significación en los marcos de la cultura sociedad actual.
Nuevas racionalidades, nuevos discursos y nuevos símbolos configuran el análisis de la estructura cultural en el proceso “inacabado de la modernidad”.
El análisis del poder, de la ciudad de la información y de los nuevos movimientos sociales (Castells, 1970, 1974, 1992), nos indica la presencia de nuevas presiones, nuevas situaciones políticas, nuevos actores y marcos analíticos para la comprensión sociopolítica y sociocultural.
En nuestro espacio histórico, y principalmente en la secuencia 1970-1990, la presencia de acciones y actores organizados, esto es, sujetos portadores de conocimientos direccionales de tipos significantes que aceleran el proceso productivo integrando los diferentes quehaceres científicos-sociales y las diversas posiciones macroaccionales al interior mismo del trabajo social. Así pues, el movimiento ideológico en su proceso produce las herramientas para nuevas articulaciones prácticas de movimientos sociales, que instituyen el empuje axiológico voluntario, tanto en la relación teórico-práctica, como en sus respuestas a las ejecuciones de los centros hegemónicos. Pero también, frente a este discurso aparece el discurso de la intelectualidad integrada a la cultura de la dominación, que activa mediante una pantalla social de reconocimiento, la ideología dominante en sus instancias ya conocidas. Este discurso forma parte del discurso de Estado (véase, nuestra teorización en Odalís G. Pérez 2024).
Hemos subrayado a lo largo de nuestro trabajo, el hecho de que el vocabulario político y estatal de la burocracia impone la dominación y la manumisión mediante un lenguaje-control especializado. Terminologías conceptos teóricos, sintaxis políticas, así como interpretaciones culturalistas, logran imponer mediante la coerción y el cinismo estatal nuevas creencias o “formas” políticas, activadas por los mismos sujetos involucrados en la trama ideológica dominante.
El “relato” social, entonces, construido mediante la voluntad de poder y de saber se “deshilvana” en un proceso cuyos agentes y antiagentes representan las funciones públicas de un discurso más abierto aún: El discurso de la acción social. Este discurso elaborado sobre la base de las estructuras y símbolos de los diversos intereses accionales, logra dirigir los bloques de significado que pueden intuirse en el proceso.
La concentración temática de los propósitos accionales logra materializar la sustancia de las acciones y de las interpretaciones-objetos que sirven de base al conocimiento y a la interpretación ideológica y sociocultural. La dinámica de los tipos sociales encuentra su anclaje en el proceso biocultural y en las situaciones históricas determinadas por las comunicaciones verbales e imaginarios.