El monstruo de la COVID-19 no se ha ido. No ha muerto. Ante esto, no sólo es necesario aprender a vivir en medio de él, sino aprovecharlo como una oportunidad de humanizarnos. La invitación nos incluye a todos. No hay categorías de excluidos ni exonerados.

La pandemia nos igualó y nos amenazó a todos por igual. No respetó clases sociales, burbujas ni escondites. Nos convirtió a todos en candidatos a una muerte con epitafios improvisados y en herederos de una vida con esperanzas, sueños e ilusiones arrebatados.

Como “sobrevivientes” estamos  obligados  a aprender y enseñar las lecciones que deja la pandemia. Hay que realizar una obligada reflexión filosófica acerca qué somos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos en este nuevo escenario de la vida.

En los momentos difíciles surgen esas preguntas que se constituyen en el punto de partida de la filosofía para explicar el sentido de la vida del hombre. De esa manera, la “reflexión filosófica” puede aportar mucho en las actuales circunstancias pandémicas.

En primera instancia el ejercicio reflexivo pudiera motivarse con el texto siguiente: “Ojalá que con esta pandemia hayamos aprendido que somos seres que sentimos el dolor propio y el de los otros. Que sufrimos, lloramos, reímos, nos indignamos, temblamos de placer y de miedo. Quizás en este (re)descubrimiento hallemos el primer paso para una nueva humanidad, porque ese proceso de vernos igualados, nos permitirá, a su vez, entablar relaciones sin jerarquías y basadas en la común dignidad que compartimos”. (Octavio Salazar. 2021. “La Vida en Común: Los hombres que deberíamos ser después del Coronavirus”).

Afrontar debidamente la pandemia impone rescatar la idea de “conversión”, resumida en dos palabras griegas: metánoia (cambiar de opinión, arrepentirse, cambiar de modo de ser) y epistrophé (volver la mirada atrás para darnos cuenta de lo que hemos venido haciendo), para que se pueda vivir mejor y construir un mundo más humano y solidario.

De acuerdo con Paulette Dieterlen Struck, investigadora del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, “los humanos sí hemos hecho muchas cosas mal que han contribuido de manera definitiva para que ahora nos encontremos amenazados como especie por la COVID-19”. ¡Cargamos con la deuda moral de enmendarlas!

Siguiendo al filósofo alemán Ernest Bloch, surge el significado del filosofar como parte del esfuerzo por vincular pensamiento, historia y política, con base en la interlocución de quienes están en condiciones de plantear las cuestiones críticas. “no hay otro sujeto mejor posicionado y situado para hacer tales planteamientos que aquel que tiene necesidad de que las cosas del mundo, las relaciones entre sujetos, sean diferentes a las vigentes”.

Por tanto, no se trata de cátedras, conferencias, lluvias de ideas de filósofos e intelectuales.  Ni de sermones,  peñas y cafés filosóficos sobre la pandemia. Se trata de un “filosofar-pensar-decir-actuar”  ligado a la vida, sentimientos y necesidades de cada persona y de cada comunidad amenazada o abatida directamente o indirectamente por la COVID-19.

La importancia de la reflexión filosófica se expresa en la disposición para hacer frente a los múltiples desafíos que se plantean al mundo en cada momento. Invitando, en particular, a reflexionar sobre el significado, efectos e impactos de la pandemia de la COVID-19.

Viene al caso lo expresado por Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO: “Si la crisis sanitaria pone en tela de juicio varios fundamentos de nuestras sociedades, la filosofía nos ayuda a avanzar mejor, estimulando la reflexión crítica sobre los problemas que ya están presentes pero que la pandemia está llevando a su punto culminante. En un momento en que el extremismo y la rapidez de las grandes turbulencias del mundo a veces nos confunden, la filosofía nos permite al tiempo cambiar de perspectiva y ver más allá, mirar el horizonte sin perder de vista el presente”.

Durante y después de la pandemia asumamos el deber y el derecho de filosofar con lucidez sobre la pandemia procurando ir más allá del simple hábito  de describir, comentar y repetir el pensamiento pensado. Es necesario “pensar-filosofar” desde nuestra realidad.

Promover una  amplia reflexión filosófica sobre la COVID-19 constituye un elemento esencial para fortalecer las estrategias de prevención, contención y mitigación de la pandemia. ¡Saquemos la filosofía a la calle para pensar la pandemia!