El conflicto es permanente en los bio-territorios. Y esto no es nada nuevo en el discurso político actual.  Lo explosivo, no solo se expresa en guerras activas, también en la crisis de la razón moderna. La cuál está sostenida  en un antropocentrismo degradante y  un compromiso político, con un crecimiento económico de manera imparable. Esto último, lo presentan como el único medio, para sostener, las bases de la sociedad y de la economía. A esto se le suma, un modelo jerárquico degradante que profundiza, las raíces de la desigualdad, entre los humanos.

Varios intelectuales de la talla de Adorno, Horkheimer, Polanyi y Kropotkin pronosticaron  graves problemas en torno a la dinámica del sistema económico capitalista, por su irracionalidad productiva, que se agudiza más en su versión neoliberal.

Y estos pensadores denunciaron que la ciencia y la tecnología no iban a detener la crisis socioeconómica, ni mucho menos  poder sostener el paradigma positivista y su consecuente destrucción del medio ambiente. Estos debates fueron demoledores en el siglo XX e inicio del XXI. Pero los resultados han sido un fracaso en términos prácticos, más no teóricos.

Los ecologistas sociales buscaron respuestas en diversas corrientes de pensamiento: unos se apandillaron con la racionalidad ecotecnológica, otros con los ecologistas libertarios y el ecofeminismo, entre otros. La mayoría de ellos, se quedaron perplejos esperando que el Estado, diera algunas respuestas activadas por el debate y la presión de la sociedad civil, para que se cumpliesen, las leyes y normas medioambientales.

La gestión del ambiente se quedó en palabrerías. Y las acciones populistas para proteger los bio-territorios se quedaron plasmadas en hermosos libros para engalanar las mesas de organizaciones caritativas financiadas por las élites.

La memoria de los bio-territorios es la del saqueo. El sistema capitalista instaura mecanismos para crear nuevos consumidores.

Las medidas requeridas para detener el colapso ambiental de la ciudad de Santo Domingo están archivadas en cajones ataviados con encajes verdeados y bolas de naftalina para poder conservarlas.

La ciudad de Santo Domingo está acicalada por los olores de las cloacas y un paisaje acogedor de penumbra ambiental. Yo no quiero empalagar de palabras hermosas, a los litorales de playa repletos de plásticos. Tampoco puedo contarles que las aguas residuales y cloacales están manando por los contenes y desbordadas con las riadas de mayo. Perdón son verdades discretas como las vírgenes del Greco. Ni que decir de los basureros, a cielo abierto que desparraman un hedor de siglos. Oh se me olvidaba preguntar y qué le pasó al  cinturón verde de Santo Domingo, si lo he visto, no me acuerdo.

Para decir la verdad, las propuestas ambientales fueron múltiples, y creativas, pero pocas, han logrado sostenerse, en el tiempo, dentro de la maquinaria capitalista.

La ciudad se muere y a quién le importa, la vida de estos bio-territorios corrompidos con venéreas coloniales y neocoloniales que regatean los dueños de las calles. Es un prurito mal tratado.  Los sistemas de energía, no han sido sustituidos, ya que el sistema capitalista es obsesivo con el carbono. La razón moderna, no acepta, ni se culpabiliza de las destrucciones ecoterritoriales. Todo lo contrario, intenta siempre limitar las estrategias y fuentes que pueden sustituir  su deleite por los gases de invernaderos. En estos lares, siguen al patrón.

Ellos, las élites empresariales, los llamados dueños de la casa, siguen anonadados con su primer parto del inicio de la era industrial. Estos  pícaros del mercado capitalista tanto locales como extranjeros necesitan del humo de sus fábricas, por el barateo de los precios del carbono y los bajos costes que los impulsan al frenesís virulento de producir bienes y servicios sin detenerse en un éxtasis orgásmico  expresado en capitales.

No aceptan el cambio, prefieren la guerra y sus simulacros. Esa es la razón de los modernos, el control de los bio-territorios. La estrategia fundamental, es dale duro, hasta que se acabe. Perdón, perdón, ya conocen ustedes esa masculinidad desbordante del mercado.

Es una vieja estrategia decimonónica. Despoblar los territorios y centrarlos en un sucio gallinero. Eso es abaratar los costes de inversión y controlar los espacios. El territorio es el primero en ser dominado y por lo tanto, la vida debe ser sometida, a estrategias de aprovechamiento eficaz que permitan que se dé tranquilamente, la explotación de los recursos naturales, bajo una dinámica donde los suelos son monopolizados, a partir de condiciones de mercados en la que los procesos ecológicos, no sean memorias. Los vulnerables son  expulsados de sus regiones, para formar parte de esos espacios marginales, contaminados, mediados por la violencia y la precariedad. Yo lo llamó los desempleados que no conseguirán carteras.

Las ciudades de Santo Domingo, están instaladas bajo ese enfoque de dominación del suelo. El paradigma gestual e histórico que domina en este extenso territorio es centralizado. Todo gira en una danza psicótica en la sede dinástica de Santo Domingo. Y esto no se produce al azar.

Ha sido guiada por una política pública que para nada valoriza la sustentabilidad ecológica, ya que obedece profanamente, a sectores autoritarios. Ni que decir de sus frágiles estrategias para crear un paradigma que recobre la vida de las comunidades y de los sistemas ambientales. Las leyes ambientales existen, pero no se cumplen. En su mayoría responde a política macroeconómica que la superan, ya por el amiguismo, los compromisos partidarios o viejos acuerdos coloniales.

El modelo responde al caos demográfico. No hay posibilidad de gestionar un modelo de urbanización adecuado, mientras, se desmovilizan, los otros territorios y no se organizan, los mecanismos para limitar los procesos migratorios hacía la ciudad. Dichos mecanismos deben proporcionar los activos necesarios para el desarrollo de una vida social, económica y cultural que  provea de seguridad material, emocional y ecológica, a los ciudadanos y ciudadanas que residen fuera de la ciudad capital.

Hoy escuché sobre el desarrollo local, pero no lo creo. Los depredadores históricos y políticos son libertinos. Todos conocemos a los antiguos laneros que forjaron el gran capital.

La memoria de los bio-territorios es la del saqueo. El sistema capitalista instaura mecanismos para crear nuevos consumidores. Ellos limitan los servicios y reorganizan los recursos en los territorios que ellos necesitan desarrollar, los otros espacios son simplemente borrados de la racionalización económica.

Los espacios rurales son un buen  ejemplo. Por tales realidades dolorosas, necesitamos un ajuste de cuenta, basado en la des-urbanización de la ciudad de Santo Domingo, exigiendo la reorganización de los territorios, recuperando el ambiente, sanando los ecosistemas con medidas responsables y amigables con la vida. Se solicitan acciones concretas en torno a las políticas ambientales.  Hoy más que nunca estamos necesitando un paradigma ecopólitico que defienda los bienes comunes, proteja los territorios con  planes y acciones sostenidas en una economía ecológica.  El decrecimiento es necesario para la ciudad y el planeta.  Los bio-territorios son posibles cuando se escapan de la valoración económica y de la fuerza del mercado.