Los ciudadanos de la República Dominicana nos movemos y existimos en un mundo  dominado por los avances de las ciencias, de la comunicación y de las tecnologías. Es una época en la que la técnica ha sido llevada a su máxima expresión. A todo esto se añaden  los desafíos de la Inteligencia Artificial. Es un período de grandes transformaciones tecnológicas. Es la era del hacer con mayor velocidad y con menor esfuerzo. Es el tiempo en el que la persona está siendo sustituida por máquinas cada vez más sofisticadas y eficientes. Para los representantes de las altas tecnologías, la persona constituye un obstáculo para avanzar y, especialmente, para alcanzar resultados con mayor efectividad.

Al observar el sistema educativo dominicano, particularmente en lo relativo al Nivel Inicial, al Nivel Primario y al Nivel Secundario, constatamos que está marcado por  la lógica del hacer en detrimento del ser del docente. Esta es la máquina de los niveles educativos que nombramos en este artículo. Es inusual que se les preste atención a las emociones, a los sentimientos y a los problemas que como persona tiene que gestionar el docente. De igual modo, se ignoran sus deseos, sus dudas y las aspiraciones que han sido satisfechas o truncadas. En el sector educativo, a pocos se les ocurre pensar que los docentes son seres humanos, que sienten miedo, celebran o maldicen la soledad; y están colmados de necesidades.

Muy pocos o ninguno tienen conciencia de que lo docentes sufren; y, que muchos de sus dolores y problemas los padecen dentro del aula sin que institucionalmente se cambie la forma de concebirlos y de tratarlos. La concepción es tecnocrática; la racionalidad es instrumental y el trato es simplemente el de un objeto. Con este trato, los docentes se van asumiendo como una cosa más dentro del sistema educativo dominicano. La cosificación se normaliza; y los docentes lo asumen como algo natural, como un elemento constitutivo del sistema educativo del país. ¿Quién o quiénes se ocupan de que la persona del docente  sea tenida en cuenta y respetada con la dignidad y la integralidad que la naturaleza humana demanda?

La atención a la persona del docente no responde a ninguna línea de acción, a ningún eje estratégico, a ninguna planificación. Cada día tiene más peso lo conceptual y el tecnicismo. Cada vez es más escasa la atención al ser, al ser humano. Incluso, como la tarea del docente es hacer, se incentiva poco o nada  su capacidad de pensar, su formación científica y la adquisición de aprendizajes polivalentes. Parece que los docentes no aprenden, ni tienen que aprender. El aprendizaje de estos no aparece en ningún objetivo ni, mucho menos, en algún programa. Es tiempo de que la persona del docente cuente. Los primeros que tienen que convencerse de esto son los mismos educadores. Pero no basta el convencimiento. Es necesario que se organicen para la defensa de su condición de seres humanos, No nos oponemos a la robótica, pero la persona no puede ser inferior a un robot. Este concita mayor atención que los problemas de disfonía, los bloqueos mentales y biológicos de los docentes. Cualquier invento tecnológico ocupa más atención y tiempo que el índice de estrés y de  depresión que existe en el sector magisterial.

Es tiempo de volver a la persona; es hora de volver a valorar y a cuidar el desarrollo humano, profesional y social del docente. La falta de atención a la persona del docente afecta directamente, además de su propio desarrollo, el aprendizaje de los estudiantes. La indiferencia ante el cuidado de la dimensión humana de los docentes va en detrimento de las finalidades de la educación dominicana. Constituye una práctica obsoleta pensar solo en el desarrollo integral del estudiante. No. Esta es una prioridad, pero no es la única. Los docentes no pueden mantenerse al margen de las políticas que pretenden transformar las condiciones en que viven la mayoría de los dominicanos. Se ha de superar el olvido de la persona del docente.

El Ministerio de Educación de la República Dominicana, la Asociación Dominicana de Profesores, la Asociación de Directores, la Asociación de Técnicos y la sociedad en general, han de revisar sus concepciones y sus prioridades. La persona del docente requiere atención de calidad, con justicia y equidad. También los docentes tienen que confrontarse a sí mismos, por la pasividad, por la inercia que han mostrado ante el deterioro progresivo del valor de su persona en el sector educación y en la sociedad.

La condición de ser humano requiere cuidado sistemático. Ningún docente se puede acostumbrar a que se le trate como a una cosa más. Urge que los docentes tomen conciencia de que necesitan actuar de forma orgánica para que su condición de ser humano adquiera el valor y el lugar que merece en el sector educación y en la esfera social. Es inadmisible que, en pleno siglo XXI, los docentes de los niveles educativos indicados tengan un reconocimiento tan reducido como humanos. Cambiar esta situación es un imperativo.