Las acciones que auguran avance de carácter socioeducativo, político y ético, no solo merecen reconocimiento, sino que requieren ser tenidos en cuenta para replicarlos en la diversidad de escenarios en los que interactuamos. Esto sucede con la rendición de cuentas. Hace muchos años que en la República Dominicana se está luchando para que los funcionarios, las instituciones y toda persona que gestiona recursos públicos y privados utilice los canales más transparentes para rendir cuentas. Esta rendición de cuentas no depende del monto. Si dependiera de la cantidad, Juan Pablo Duarte no hubiera tenido que rendir cuentas y lo hizo. Esta acción va más allá de un monto determinado.
En estos días pos elecciones presidenciales y congresuales, se requiere que los participantes en el proceso electoral que recibieron fondos del Estado rindan, con premura y nitidez, las cuentas pertinentes. Ya algunos de los políticos han iniciado este proceso, pero todavía faltan por hacerlo. Este compromiso no debe postergarse y mucho menos eludirse. Es necesario que rindan cuentas sin esconder un peso. El dinero que se les dispensa es el pueblo el que lo aporta. Por tal motivo, al pueblo hay que decirle en qué se invirtió; se le debe explicar, también, la razonabilidad del gasto realizado. Es importante que la Cámara de Cuentas no se deje sola en este reclamo. La sociedad debe participar.
Si la sociedad se involucra, los funcionarios, los políticos y los ciudadanos, además de robustecer su corresponsabilidad social y política, fortalecen su trayectoria ética. Pero, también, si la ciudadanía reclama la rendición de cuentas, ella misma va aprendiendo la cultura de la limpidez en el uso de los recursos, sean públicos o privados. Esta cultura, a su vez, le aporta solidez a la democracia. Contribuye para que el frágil sistema democrático que tenemos adquiera más credibilidad e institucionalidad. Al avanzar hacia una democracia más consistente, se le abre la puerta al desarrollo socioeconómico, educativo-cultural y político del país. Se prospera desde acciones claras y responsables.
El fortalecimiento de la democracia se genera con prácticas que buscan el bienestar colectivo; y la rendición de cuentas participa de esta búsqueda. Por ello, los políticos, los funcionarios y los ciudadanos que no lo hacen, atentan contra la salud de la nación y contra el bien común. En este contexto, la educación dominicana tiene el desafío de formar para la rendición de cuentas como un acto libre y responsable. Así se puede superar la simulación y las mentiras que, en ocasiones diversas, acompaña a la rendición de cuentas. Ha de ser una educación consciente, reflexiva y crítica para que los docentes, estudiantes y gestores se apropien de los valores, criterios y compromisos que entran en juego.
Es necesario que esta educación vaya acompañada de una profundización sobre los factores que impulsan o debilitan al sistema democrático de un país. La democracia necesita retroalimentación permanente. La rendición de cuentas le inyecta vitalidad y estabilidad. Lo que está claro es que con la rendición de cuentas se adquieren valores y se hace un bien inimaginable. Por ello este tipo de práctica se ha de estimular en cualquier circunstancia. Se han de eliminar los bloqueos que todavía existen para la rendición de cuentas. Esta ha de ser un acto cotidiano de responsabilidad personal e institucional.
La educación que planteamos ha de empezar en el Nivel Inicial. No tenemos que esperar más. Desde los primeros años, se ha de iniciar esta práctica. Al hacerlo así, el proceso de aprendizaje le permite al niño apropiarse concienzudamente de las razones que le dan sentido a la rendición de cuentas. Iniciar esta tarea cuando la persona es adulta es lo que trae la situación que vivimos. Los adultos presentan más resistencia al cambio de hábitos, de prácticas. Por esto la transgresión a la rendición de cuentas se asume como normal, sin calcular la multiplicidad de daños que genera. La rendición de cuentas debe ocupar parte del trabajo en el aula, en el centro educativo, en la educación superior y en la familia.
El fortalecimiento de la democracia ha de ser un objetivo de la educación Inicial, Básica y Secundaria, así como una prioridad en la educación superior. Esto fuerza a las instituciones educativas a ser transparentes también. Las mueve a no ocultar los recursos que gestionan, ni a falsear la información sobre la rendición de cuentas. El ocultamiento de la verdad se revierte sobre los gestores y sobre las instituciones. Estos, además de perder credibilidad, se auto titulan como personas y entidades falsas. Impulsemos el valor y la práctica de la rendición de cuentas. Comprometámonos con el fortalecimiento de la democracia en la diversidad de contextos en el que interactuamos.
La rendición de cuentas no es una tarea opcional. Es una responsabilidad irrenunciable y necesaria. Es necesaria para que las personas y las instituciones fortalezcan su integridad como actores sociales comprometidos con los procesos de construcción de una sociedad estable y que avanza. Es necesaria para que los ciudadanos, los funcionarios y los políticos asuman la verdad como estandarte en la práctica; para que fortalezcan la coherencia entre el discurso y las acciones. Ahora necesitamos rendición de cuentas más que nunca.