Durante siglos, la religión ha sido un medio utilizado por la política para atraer masas, por medio de líderes cuyo carisma se caracteriza en profesar una fuerte conexión con Dios.

Es el discurso que instrumentaliza la religión al servicio de la política. Y es justamente lo que sucede en la coyuntura actual en Estados Unidos, y es posible que defina el futuro de la democracia en las próximas elecciones de noviembre.

El candidato republicano Donald Trump, por ejemplo, tiene una fuerte simpatía en los sectores religiosos más fanatizados, sobre todo en la comunidad evangélica, al valerse de temas considerados esenciales a los conservadores, como lo la homosexualidad y los derechos adquiridos por la comunidad LGTB.

Se suele citar algunos versículos bíblicos, como Romanos 1:26-27: “las relaciones homosexuales son contrarias a la naturaleza y son descritas como una manifestación de la depravación humana”. También el aborto, Deuteronomio 5:17: “no matarás”.

En lo social, se ataca a los migrantes. Se exagera al calificar de invasión el flujo migratorio fronterizo.

Se expande la idea de que los inmigrantes somos “la plaga egipcia” de esta nación. En el libro del Éxodo, capítulos 7 a 12, se relata: “Dios castiga a Egipto y a su faraón por la esclavitud a la que someten al pueblo de Israel”.

Se utiliza lo religioso para que influya en la intención del voto, como un medio para atemorizar a la gente. Es lo que hace el sector de ultraconservadores.

Es en este contexto que los republicanos intentan aumentar confusión en los votantes. Se trata una campaña que busca una manipulación colectiva.

Se busca impedir a las personas pensar objetivamente. Este radicalismo republicano es la manera de hacer política; especialmente por la gran cantidad de pastores evangélicos que están respaldando la candidatura del líder del GOP.

Ambicionan volver a la Casa Blanca, a controlar lo que consideran de su propiedad exclusiva, excluyendo a quien no piense igual, con posturas radicales y antidemocráticas.

Se trata de viejas prácticas políticas, pero que han servido de punto referencial para crear confusión y miedo en el pueblo con mensajes apocalípticos, de terror.

Considero que ahora más que nunca, se hace necesario que las personas voten con la cabeza fría, no podemos dejar que un grupo destruya las conquistas democráticas que este país ha alcanzado en materia de equidad, libertad e inclusión.

A la hora de votar es fundamental que se piense en la construcción de una mejor sociedad, y no permitir que los discursos extremistas influyan en esta vital decisión.