El Gobierno dominicano ha decidido poner en ejecución la política que regula la migración haitiana. La Ley General de Migración No. 285-04 entra en acción con una fuerza impresionante y esta decisión provoca reacciones de rechazo en actores de Haití. En la sociedad dominicana, diversos sectores se pronuncian a favor; otros, en contra por los procedimientos que se aplican. Está claro que cada país es soberano para cuidar y exigir respeto a sus fronteras. Además, para nadie es un secreto el desorden que históricamente tiene la migración indicada. La hipocresía empresarial, estatal y de los partidos políticos, ha profundizado la gravedad del problema migratorio. Esta situación requiere una organización transparente y responsable.

Es pertinente regular la migración de Haití y de otras nacionalidades. La regulación de la migración haitiana forma parte de una situación compleja que requiere atención permanente y trabajo conjunto entre los representantes de ambos países. El diálogo y la negociación entre las dos naciones contribuye a la creación de relaciones abiertas a la construcción compartida y a la gestión inteligente del disenso. Pero el trabajo entre los dos Estados está afectado por una desconfianza básica, que, a su vez, se convierte en una oportunidad para encender la llama de la intriga y del conflicto. A pesar de ello, la regulación migratoria no se debe detener, pero requiere una articulación orgánica entre la aplicación de la ley No. 285-04 y una dosis mayor de humanidad.

Las leyes tienen que ser cumplidas y respetadas por todas las personas. Su aplicación no supone olvidar que son seres humanos los que reciben el peso de las leyes. Desde esta perspectiva, la Dirección General de Migración tiene que revisar los métodos que está utilizando para aplicar la ley que regula las migraciones.  Ha de iniciar transformando el medio de transporte que utiliza para apresarlos. El tipo de vehículo que utiliza en la zona de Herrera, Santo Domingo Oeste, no refleja ningún lado humano. Seres humanos encerrados con escasas rejillas para respirar, personas apretujadas dentro de un vehículo en el que los que entran primero quedan distantes de las rejillas y, por ende, sufren las consecuencias de la precariedad del oxígeno.

La humanización de las redadas tiene que ganar terreno. Es un imperativo la transformación de los procedimientos que se están utilizando. No basta argumentar y simular con una publicidad cómplice. Necesitamos una migración amparada en las leyes de la República Dominicana. De esta misma manera, urge la aplicación de los procedimientos debidos para que la dignidad y la salud de las personas que devuelven a su país no se vean afectadas.

Regulación migratoria sí, maltrato no. Los asesores de la Dirección General de Migración deben aportar a esta institución referentes conceptuales, metodológicos y tecnológicos que le permitan mejorar los enfoques, la visión y la práctica en el campo de la gestión de las migraciones. Las evidencias del maltrato son nítidas, porque los hechos se producen a plena luz del día. La regulación es una necesidad. El maltrato es un método equivocado que afecta la integridad de las personas y a la institución que agrede. Es importante avanzar hacia una gestión humanizante de la migración en nuestro país.