Ahora que los movimientos populares dominicanos parecen estar en reflujo, cuando el Movimiento del 4% para la Educación y el La Marcha Verde son parte de la historia patria, debemos reflexionar sociológicamente sobre las articulaciones entre los movimientos populares, los partidos políticos y el Estado. Estos dos movimientos tuvieron un impacto concreto sobre la sociedad y la política dominicana. Ante todo, fueron cívicos y pacíficos y, parcialmente, consiguieron sus objetivos. El 4% del Producto Interno Bruto (PIB) empezó a aplicarse a partir de 2013 y la Marcha Verde consiguió levantar el nivel de consciencia sobre la corrupción y la impunidad, pero, al parecer, su impacto fue relativo en los juicios de anticorrupción que se llevaron a la justicia.

Una de las cosas que lograron los movimientos populares aludidos fue separar, al menos aparentemente, la presencia de los partidos políticos de su dirección. Al calor de la lucha de estos movimientos, se reconoció que los partidos políticos tienen su propia dinámica, buscan ganar elecciones a través de medios clientelares y llegar al gobierno mientras que los movimientos populares tienen reivindicaciones sociales, políticas y económicos puntuales. Estos movimientos se relacionan con los partidos coyunturalmente, pero, a veces, la relación se prolonga en el espacio-tiempo porque los partidos actúan dentro de los movimientos populares a través de redes.  No cabe duda que estas redes, cuando son promovidas por los partidos políticos y el Estado, afectan negativamente el desarrollo de los movimientos populares y la cimentación de los derechos ciudadanos.

La experiencia del Partido de la Liberación Dominicana (PLD)

La cuestión es cómo pueden los movimientos populares arreglárselas para mantener cierta autonomía vis-a-vis los partidos políticos. En la historia dominicana reciente observamos que todos los partidos políticos tanto de derecha como de izquierda buscaron intervenir en la dirección de los movimientos populares y sindical. Por razones de espacio aquí solo hacemos referencias a la experiencia con el PLD, la cual llevó a que muchos pensaran que este partido solo fue formado para "servir al pueblo" y se olvidó que dicho partido tenía objetivos, no proclamados, que eran el resultado de su presencia en la sociedad, su relación con los empresarios y el Estado. Al llegar al gobierno en 1996, el PLD tuvo que interactuar en un espacio, es decir, el Estado, definido por Nicos Poulantzas (1978), sociólogos greco-francés, como “un campo de batalla” donde se miden todas las fuerzas sociales, económicas y políticas, y diría yo, “donde el que él tiene más saliva come más hojaldra.” Cae por su propio peso, que cualquiera partido que llega al poder tiene que gestionarse en el contexto de relaciones de fuerzas y, claro, por necesidad, tiene que manejarse pragmáticamente.

En este proceso, el PLD y su primer presidente, Leonel Fernández Reyna, se vieron en la imperiosa necesidad de darse cuenta de que no estaban solo para "servir al pueblo," sino en reconocer su lugar en medio de relaciones políticas fluidas, donde los empresarios eran, en verdad, quienes tenían la sartén por el mango.

El movimiento sindical y la mediación de la Iglesia católica

Los dirigentes de los movimientos populares también tienen que hilar fino para captar como se mueven las piezas en la política nacional. En la usanza dominicana de los años ochenta y noventa del siglo pasado se fortaleció el papel de la Iglesia católica en los procesos de mediación entre el movimiento sindical, los empresarios y el Estado. La Iglesia convocó a estos tres sectores para que dialogaran sobre diversos aspectos de la realidad nacional. Por medio del padre Agripino Núñez Collado, la Iglesia se presentó como mediadora para ayudar a bajar la tensión entre los sectores aludidos y surgió el denominado Dialogo Tripartito. El padre Núñez Collado se presentaba como “el mediador por excelencia” que buscaba la paz.

En estos tiempos de reflexión sociológica, los movimientos populares y el movimiento sindical parecen estar en descenso vale la pena leer las memorias de Agripino Núñez Collado para observar el entramado de la política nacional y darnos cuenta de que nadie es neutral en la política. La lectura del libro Ahora que puedo contarlo (2021) retrata de cuerpo entero que había detrás de las mediaciones: la defensa del entramado del poder controlado por los empresarios. No cabe duda que las mediaciones ayudaron a destrabar asuntos conflictivos y que contribuyó a la paz, pero la Iglesia no era neutral porque era y, sigue siendo, uno de los poderes fáticos que se mueve dentro del “campo de batalla” que el Estado representa y tiene sus propios intereses.

La construcción social de la ciudadanía

Entonces, volviendo al tema presentado al principio de este comentario, sobre las relaciones entre los partidos políticos y los movimientos populares, estos últimos tienen que velar por sus propios intereses y buscar la forma de relacionarse con los partidos y, a través de ellos con el Estado, para construir derechos ciudadanos – sociales, políticos, económicos, ambientales, género, étnicos, etc. sin importar qué partido este en el gobierno. Estos derechos se construyen a través de muchos años de lucha. Como dice el destacado politólogo argentino, Carlos Vilas, primero hay que movilizarse para conseguir ciertos derechos, estos se codifican en leyes y luego hay que volver a movilizarse para asegurarse que estos se cumplan. Así se construye la ciudadana social, lentamente, paso a paso. En pocas palabras, hay que retomar las reivindicaciones del 4% para la Educación para asegurar que este se aplique conforme manda la Ley. Igualmente, se debe seguir empujando con el tema la corrupción y la impunidad porque, obviamente, estos no desaparecieron como resultado de la protesta social.

Los movimientos populares, autonomía y los partidos políticos

¿Qué se entiende, entonces, por autonomía? Nos dice el politólogo inglés Joe Forweraker (1995:63) que la “autonomía no implica la ausencia de la articulación política, sino una precondición para la negociación. No se puede pensar que cada una de las respuestas parciales a las demandas de los movimientos sociales sean cooptación. Los éxitos parciales y los fracasos temporales son elementos claves de la memoria colectiva de la lucha y de esta manera refuerzan la identidad.” La autonomía de los movimientos populares, entonces, se mantiene en un constante tira y afloja con los partidos políticos y el Estado. No se trata de romper con estas entidades sino de articularse tanto con los partidos como con el Estado.

Los movimientos populares deben aspirar a la autonomía en su relación con los partidos y el Estado sin olvidar que deben mantener una relación con ellos, es decir "caminar con dos pies" como ha aprendido la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación, corriente democrática del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en México. “Caminar con dos pies” significa negociar con el Estado y movilizarse, al mismo tiempo, para presionar y asegurar alguna demanda puntual. Relacionarse con los partidos políticos, pero mantener su autonomía al mismo tiempo. Esta experiencia puede ser útil para analizar los grandes desafíos que enfrentan los movimientos populares en América Latina. Asimismo, se debe reflexionar sobre la experiencia del 4% para la Educación y la Marcha Verde para ver qué lecciones se puede sacar de estos movimientos y cómo se debe proceder en el futuro cercano. Emelio Betances (visite www.emeliob.medium.com si desea leer crómicas y análisis de nuestro tiempo).

References:

Núñez Collado, Agripino. Ahora que puedo contarlo. Santo Domingo, Editora Corripio, 2021, 2 tomos.

Poulantzas, Nicos. State, Power, Socialism. London, Verso. (1978.

Foweraker, Joe. (1995). Theorizing Social Movements. London, Boulder, Colorado. Pluto Press, 1995.

Conversación con el Dr. Carlos Vilas en el contexto de una conferencia del Left Forum en Nueva York.