La República Dominicana tiene una capacidad de resiliencia excepcional. Este es un país pequeño que, desde sus orígenes, ha tenido que vivir luchas sangrientas para salvaguardar su soberanía, su libertad. Es un pueblo que conoce en carne propia el costo de la violencia, tanto en los individuos como en la colectividad. En cada momento histórico, el pueblo dominicano ha sabido poner en acción su inteligencia y la conjunción de fuerzas para salir airoso de situaciones críticas. Con orgullo recordamos hechos y acontecimientos, que  certifican la fortaleza de los dominicanos en momentos extremadamente difíciles. La historia y la vida cotidiana aportan innumerables testimonios en esta dirección. Con esta base se han de afrontar los problemas delincuenciales actuales.

Los hechos delictivos son provocados por personas, grupos e instituciones que los planifican y los ejecutan en la sociedad.  Con esta firmeza se han de encarar las situaciones críticas. Esta firmeza se vincula con una postura colaborativa para transformar el auge de la delincuencia. En este ámbito, se ha de trabajar el sentido de la vida. Ha llegado el tiempo de enfatizar con niños, jóvenes y adultos la importancia de la vida de cada una de las personas. Estamos en un contexto en el que la vida parece que no vale nada. Por causas irrelevantes, se le quita la vida a una persona. Este es un desafío social, político y educativo que requiere atención y respuesta pronta. La familia, la escuela y la sociedad son instancias afectadas por la espiral de violencia que vivimos. Por ello, han de ser intervenidas con una estrategia que garantice su estabilidad y su cohesión interna. Los educadores, los especialistas del comportamiento humano y las autoridades del país han de unir fuerzas para ofrecer oportunidades de reencauzamiento del deterioro del tejido familiar, escolar y social.  De manera reiterada hemos solicitado apoyo integral para la familia. Este es un clamor que todavía no tiene respuesta. De la misma forma, diversos sectores sociales alertan sobre el incremento de la violencia escolar entre estudiantes, así como entre  docentes y estudiantes. Sucede igual, entre directivos y estudiantes; también entre docentes. La inseguridad va ganando terreno en cada una de las instancias. Hemos de colaborar para, por lo menos, reducir los niveles de violencia y de criminalidad en la nación.

Las instituciones de educación superior pueden organizarse para pensar sobre el problema y determinar qué pueden aportar y cómo pueden hacerlo.  Esta situación que nos preocupa requiere, también, de la creatividad, de la innovación y de la responsabilidad social de estas instituciones. El sentido de la vida ha de ganar más respeto y valor en cada una de las instituciones. Las Asociaciones de Universidades y la Asociación de Rectores Universitarios pueden aprovechar la ocasión para diseñar, de forma conjunta, una propuesta orientada a la recuperación del sentido de la vida en la sociedad dominicana. De igual modo, la Academia de Ciencias de la República Dominicana y los medios de comunicación pueden y deben aportar de manera significativa. El Ministerio de Educación de la República Dominicana se debe declarar en sesión permanente hasta que los centros educativos se aproximen a espacios y ambientes con capacidad para la resolución de conflictos y la construcción de una cultura más pacífica y vivible.