Cuando Manolo Tavárez iba a conocer a Minerva Mirabal, a principios de los 50, relata Minou Tavárez Mirabal, hija de ambos en su libro Mañana te escribiré otra vez, ese día “él llego a la clase en la Universidad de Santo Domingo, vestido muy elegantemente con un traje formal, y le dijo ante la sorpresa de algunos compañeros: ‘me hicieron una cita con la muchacha más bella y culta y que tiene la mejor biblioteca del país”’. Entonces ella tenía 25 años y él 21. Él sabía que ella había sido apresada dos veces, y estaba en desgracia por enfrentar directamente al tirano en lo político y en lo personal, durante una fiesta en San Cristóbal, en octubre de 1949. En ese entonces, el jefe y sus allegados usaban las mujeres como si fueran juguetes de diversión.
Cuando escribí mi libro Minerva Mirabal historia de una heroína, me acerqué a dos personas muy relacionadas con la tiranía, con el objetivo de obtener datos sobre ella. Uno fue el general Fausto Caamaño, padre del presidente en armas Francis Caamaño, quien la interrogó en prisión y dijo: “Minerva es un hombre. Esa muchacha es muy fuerte”. El otro fue Zacarías de la Cruz, chofer del jefe y me dijo: soy militar y no tengo nada que hablar sobre ella”. La mera mención de Minerva molestaba ambas figuras. Además, el ingeniero José Israel Cuello, quien relataba que conoció a Minerva en 1960, cuando visitaba a Manolo y alentaba a otros presos en la cárcel. La describió como una extraordinaria líder política a quien Trujillo no podía vencer, ni presa ni libre, y no sabía qué hacer con ella.
Como prueba de que Minerva era bella, culta, adinerada y con carácter, pongo estos ejemplos. Se graduó de doctora en derecho con calificaciones sobresalientes y su tesis se titula: “El principio de la irretroactividad de las leyes y la jurisprudencia dominicana”. El título solo y el tema, en una dictadura que no respetaba las leyes, eran una provocación. Ella encargaba libros y accesorios personales a Francia y Estados Unidos. En los 40, poseía y manejaba un carro Ford grande convertible. En 2010, don Popy Bermúdez, uno de los empresarios más ricos y populares del país, me confirmó que deseaba casarse con ella y le llevó una serenata con un piano a su campo. Incluso Manolo tuvo que esforzarse durante dos años para que ella lo aceptara como novio.
Es importante recordar que Minerva era la principal socia comercial de su padre, don Enrique Mirabal Fernández, en negocios de provisiones, café, cacao, arroz, cocos y tabaco. Criaban vacas y cerdos, negocios que manejaban más de 30 empleados. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en los años 40, los precios de estos productos aumentaron significativamente, beneficiando a quienes los producían y negociaban, incluyendo la familia Mirabal y la mía. En ese tiempo, se estimaba que el patrimonio de don Enrique y Minerva superaba los 400 mil dólares. Pero ataques del régimen marcaron el declive de sus negocios, alejaron a los clientes y relacionados. Le expropiaron o robaron tierra. Le saquearon frutos y ganado. Al punto de que, para viajar la última vez a Puerto Plata, tuvieron que tomar prestado el jeep, y Rufino de la Cruz no era empleado de ellos.
Minerva era una mujer excepcional, mientras Trujillo era un tirano que controlaba el Estado y el país como una finca personal, a través de sus fuerzas armadas y los servicios de inteligencia.
Recientemente se cumplió el 63 aniversario del asesinato de Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, y el mártir Rufino de la Cruz, símbolos y ejemplo de dignidad y resistencia. Y dentro del programa de actos, el licenciado Luis Henry Molina, presidente de la Suprema Corte de Justicia de Rep. Dom. y la Dra. Silvia Fernández, presidenta de la Corte Penal Internacional, acudieron al jardín casa museo a rendirles significativos tributos.
Sin embargo, todavía faltan homenajes porque su nombre no ha sido colocado en los lugares que merece. Por ejemplo, inexplicablemente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo degradaron su memoria al nombrar un aula con su nombre en lugar del edificio de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Política que lo llevaba. Esperamos que estos reconocimientos y estas humildes palabras contribuyan a que se respete la memoria de esta heroína y de las mujeres. Que vivan las Hermanas Mirabal y nuestra patria soberana.