VI

Ungió fin al azar, el límite fugaz y el ómphalo

temporal amasijo  como ardores de durmientes

alumbrando la ausencia del macho.

Ella amaestra el vagido ilusorio del otro.

El alma, la carne consumiéndose de desesperación.

Tragedia  exhalando el opio glacial de  la palabra.

Arrebato extraviado fantástico pálido golpe

pasea sus invisibles diamantes de esperanzas sobre  el césped

alrededor del ícono insomne de la magia,

fétido trapecio de la huida,

abismo aprisionado en los lirios intactos,

boreal jinete de la ciudad en vilo

y ella  grita fijando su órfica muñeca febril

como se ilumina el temblor dionisíaco y fantástico,

fieramente desasida en tenebroso espíritu de fugaces bacantes.

VII

Poseídos por el relámpago sereno

de sus latidos, me perdí en las turbias ganas

de sus aguas, perdurando en el embrujo de sus abstracciones

labiales, hasta el amor votivo,  círculo llameante.

Apenas espectáculo seco de sus labios absorbentes

tumultuosos de gótico escorpión

tomaron posesión del territorio

senos y rodillas prolongadas en espanto imperfecto.

La alianza simulada en contemplación insomne,

se postraron de hinojos ante el apabullante trepidar de fiesta.

VIII

Allí lloraron la horrenda noche en soplo del sentido,

erizando en los ojos las tersas volutas de curiosidad

y el para-amor bajo la danza.

Alternando la exasperación  en ritos invisibles,

velo en el ramaje de sus propias cinturas.

Bastón en el brazo y el lucero

sobre el pubis de la intrusa.

IX

Él, pecho acariciado en el reloj y sus tacones de laca moviendo

la fuga fluorescente de la feria.

Festejos con enanos, bacantes, lebreles, demon fálico.

Él, tras el espejo evanescente y arbóreo de la hybris,

extendido y sereno, el inesperado anagrama de la luna,

se contempla frío y perfecto en el cristal flotante

de  saliva furiosa, prenda deseada en los médanos

de lágrimas finísimas.