I
La Incógnita ocurre
Principio de su libertad.
II
El surtidor de humo comenzó a reflejar
sus gestos repetidos
en densas nubes transportaban el temor,
el punto misterioso y profundo,
el insomnio, los colgados despojos y su ascensión aletargada
por el punto tumultuoso en eco.
Su propia castidad sodomizada frente al espejo
daliniano de la tarde,
caía escondiendo la voz,
el cuerpo estremecido y sus pasiones.
Sol revoloteaban las contradicciones,
lumbre agotada de la sangre,
su voz develada en el látigo eludido de la estrella,
discordante en el fruto efusivo,
volatinero del pavor, el sueño, la alegría.
III
Ven, domadora del hombro gravitante en el encuentro,
baile de los ritmos sagrados y círculos de furia y torbellinos.
Aparta ya la copa ebria del remordimiento y el odio,
bacante del látigo retorcido y sustancia que circula
en druidas, simientes de la incógnita ragazza
fruto tranquilo y fragancia
del jinete que muerde
la fecundidad y el arco alborotado de la piel.
Danza melancólica, temible arpía en tentaciones exultantes,
principio entrevisto, oblicuidad y carga
en la efusión perfecta del sexo.
Has venido a entregar el frenético fondo de lascivia horizontal,
cintura de tus ríos
en el llanto helado que escucha tornasol,
cuerpo excitado en el aliento.
IV
Luego, risas, fragmentación voluptuosa del yo:
cifra órfica, nirvana
en el olvido, la fiesta y el desdén.
Curva soberana que libera la cadenciosa huella,
gestualidad, ritmo en le geste auguste du semeur*.
Sensaciones sofocadas que lastiman la frente y sustraen los lloros,
espejo inclinado, fijeza destructora del acto.
Envuelta en esplendores, toca la lira como Orfeo,
desciende bajo la sonaja de un huésped.
Inerte y triste.
¿Tu nombre en las aguas ondulantes del sueño
revelará las huellas, el origen?
*O el principio del placer. Gesto augusto del movimiento de la Incógnita, Ragazza desprendida de mi ser.
V
Más allá del celta y la cicatriz ascética, es afán anticipado,
la ascensión y la ausencia, bacante otra figura
danzante, posesa, misteriosa, tendida
en el estremecimiento de tu lengua
inmaculada en luna, pensante y rigurosa,
recreándote el hermético clinamen:
dimensiones victoriosas
has de asumir la perdida compasión, la cicatriz,
lebreles venerados de la sombra callada.
Escupiendo piernas perezosas, que sollozan entre abalorios.
Opio del puñal, enfurecido por la amante
aquella que danza implacable en la hecatombe:
crimen sin límites, olvidos ni bordes.
Fidias transformada bajo el intenso ardor de los videntes.
Polares, sus antorchas en la boca persuadida buscan el todo, la nada flotante y extraña como el ciego crujiente de la estatua.