Se abre la precampaña electoral. Como si se tratara de una zafra o una carrera con medallas, los políticos criollos comienzan a “sacar la cabeza” sin tener en cuenta que para gobernar y ejercer un liderazgo transformador deberán traer nuevas ideas; discursos, proyectos  y visiones  políticas diferentes a las ya desgastados del pasado. ¡Por eso deberán leer!

 Se nota, sin embargo, que a los políticos criollos no les gusta leer libros y que son pocos los que si lo hacen. A unos y otros se les nota. En lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen. Los que no leen tendrán un paso corto. Alejándose del camino de la lucidez y trillando el camino de la ignorancia.

Leer, asimilar y aplicar lo leído mejora enormemente la percepción del político. Al respecto, el escritor y político argentino Nicolás Avellaneda llegó a decir: “Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura estoy dispuesto a pensar bien de él”.

En tanto, el poeta español Federico García Lorca, en su libro 'Dime lo que lees y te diré quién eres' aseguró que: “Cada uno sacará del libro lo que pueda, que siempre le será provechoso y, para algunos, absolutamente salvador”.

De lo que se trata es de reconocer la dimensión democrática de la lectura (lectocracia), que plantea la posibilidad de que la lectura responda a lo que supuestamente siempre se le ha reclamado: convertirnos en seres más libres, sensibles, reflexivos, considerados, indagadores, críticos.

Siendo así, para los políticos y los gobernantes la lectura resulta un requisito necesario, valioso y útil. Así por ejemplo, Abraham Lincoln era aficionado a leer la Biblia y a Shakespeare, mientras que Theodore Roosevelt era un gran admirador de la historia naval de Alfred Mahan.

Barack Obama es un devorador de libros. Siempre ha citado entre sus favoritos el «Self Reliance» de Ralph Waldo Emerson y el «Equipo de rivales» de D. Kearns Goodwin; “Dejar el mundo atrás”;  “La inmensidad del Mundo”; “La canción de Salomón”; “Comedias y Tragicomedias”, y otros.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha hecho de su cultura literaria en arma electoral, devuelve fuerza  al debate sobre los beneficios de los hábitos lectores en la gestión política

El presidente Luis Abinader lee especialmente obras de economía, políticas públicas; modernización, competitividad y biografías. El Gazebo, un plan de desarrollo, y la revista The Economy siempre están cerca en su mesita de noche.

El Primer Ministro de Canadá, Jean Trudeau, lee de todo en grandes cantidades, parte de lo que lee son trabajos de política académica, documentos informativos, filosofía y ciencias.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no solo es un gran lector, sino un gran autor, que ha logrado escribir unos 17 libros de política y economía. Conjuntamente con su esposa está impulsando la lectura entre funcionarios, legisladores, gobernadores y empleados públicos.

Angela Merkel señala dos libros que han dejado profunda huella en  su vida: La transformación del mundo,  de Jürgen Osterhammel, y la Biblia.

El presidente Lula da Silva, durante los durante los 580 días que pasó en la cárcel leyó unos 21 libros, entre los cuales figuran: Homo Sapiens, de Juval Harari; Elite del Atraso, de Jesse Souza  y diversos ensayos políticos.

No acostumbro recomendar libros.  Pero si resultara útil recomendaría los siguientes a los políticos dominicanos: La Biblia (Proverbios, Libro de la Sabiduría, Samuel y Jueces). La Constitución Dominicana. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La  Encíclica “Fratelli Tutti”. Hay un País en el Mundo y Contracanto a Walt Whitman de Pedro Mir.

También, La Política y la Vida, de Milagros Ortiz Bosch. El Arte de la Prudencia, de Baltasar Gracián. El Arte de la Mentira Política, de Jonathan Swift. Ética para corruptos, de Oscar Diego Bautista. El Futuro de la Democracia, de Norberto Bobbio. El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo,  Extraños llamando a la puerta, de Zygmunt Bauman,  La Cuarta Revolución Industrial, de Klaus Schwab, y Pensar Políticamente, de Michael Walzer.

¡Para los políticos la lectura no es opcional!