Decir que el crecimiento económico conlleva a mejorar la productividad no es más que una tautología, pues el desarrollo es eso de por sí. Por definición, el producto de un país puede crecer como efecto de mayor uso de los factores de la producción (más empleo), o por el mayor rendimiento (productividad) de los factores usados. Pero más empleo por sí solo no genera desarrollo.

Cada factor puede ser más productivo si va acompañado del uso más intensivo de otro factor: por ejemplo, si se aporta más trabajo a la misma superficie de tierra, entonces sube la productividad de la tierra. Igualmente, si se aporta más trabajo por volumen de capital, sube la productividad del capital; o viceversa, si se aporta más capital por unidad de trabajo, aumenta la productividad del trabajo. Y más cuando las unidades adicionales de trabajo y capital, van aparejados de modernos conocimientos o métodos. Pero los procesos tecnológicos no son tan flexibles como para agregar indefinidamente un factor intentando explotar más intensivamente otro.

Entre 1991 y 2022 el PIB de la República Dominicana se incrementó en 342%; 116% de ese valor es atribuible al incremento del número de horas/persona ocupadas, como ilustra el gráfico, y el restante 226% al aumento de la productividad media por trabajador.

No hay otro país de América Latina donde la productividad media haya mejorado tanto. En ese período de 31 años la productividad media aumentó en el país a un ritmo anual de 2.66 por ciento; solo Chile mantenía un ritmo cercano, pero en la última década no pudo sostenerlo. También aumentó significativamente en Brasil y en Costa Rica, pero ni modo de alcanzarnos. Solo en Panamá ha aumentado a ritmo ligeramente mayor, y no por un período tan prolongado.

¿Qué determina los incrementos de la productividad? Normalmente se reconoce como factor una excelente educación a todos los niveles, acelerada capitalización de la economía, lo que trae aparejado rápido progreso técnico, buena infraestructura (en especial eléctrica, de transporte y comunicaciones), transformación económica hacia ramas muy productivas,  seguridad jurídica, exitosas reformas económicas y una funcional institucionalidad. De ahí la insistencia del Banco Mundial, por la carencia de tales condiciones.

En los análisis del crecimiento se suele concentrar la atención en el factor trabajo, cuya productividad media usualmente crece como efecto del uso de una mayor cantidad de los otros factores (capital, tierra, tecnología) o por una mejor calidad del trabajo mismo, consecuencia de progresos en lo que se ha dado en llamar “el capital humano”, originado en mejor educación, salubridad, disciplina, motivación, aprovechamiento del tiempo, organización institucional, etc. El aprovechamiento del tiempo es algo crucial: una hora en un tapón o un apagón puede tener sobre la productividad el mismo efecto que la vagancia.

Existe un estrecho vínculo entre crecimiento de la productividad e inversión en innovación tecnológica. La economía global es cada vez más una economía del conocimiento, lo cual es particularmente importante en condiciones de relativa escasez de recursos naturales que puedan convertirse en sectores de punta para la economía.

Normalmente se admite que un crecimiento sostenido de la productividad demanda que la economía esté en condiciones de absorber rápidamente knowhow, tecnología y conocimiento extraídos del resto del mundo. Los países de rápido crecimiento no necesariamente fueron los que originaron el conocimiento, pero sí estuvieron en la mayor capacidad para asimilarlo rápidamente. La experiencia asiática del último medio siglo pone en evidencia que se puede aprender más rápido que inventar.

Habitualmente, los países en que la productividad crece rápidamente tienen altas tasas de inversión y eficaz sistema educativo. La evidencia sugiere también la importancia de otros factores que podrían tener un papel explicativo fundamental, como la composición y el destino sectorial de la inversión (cuando los incentivos se enfocan hacia las inversiones tecnológicamente mas avanzadas). Entre estas últimas juega un importante papel la existencia de un entorno competitivo para las empresas.

Se reconoce también un rol a la evolución demográfica, particularmente la urbanización y una menor fecundidad; algunos autores incluyen la inserción laboral de las mujeres, aunque esto más bien aumenta el producto por efecto de más factores, no de productividad.

La elevación del capital humano puede ser también resultado de un flujo migratorio neto positivo de población mejor calificada y saludable; si emigran mayoritariamente grupos de muy baja educación y son sustituidos por entradas masivas de personal proveniente de un país más productivo, entonces puede tenerse un efecto positivo adicional sobre la productividad media del trabajo.

Pero los datos dicen que en la República Dominicana ocurre al revés: por muchas décadas ha estado perdiendo población nativa mejor calificada, incluyendo los jóvenes más talentosos y mejor preparados con formación universitaria y de posgrado de la clase media nacional, y sustituyéndolos por grupos de muy baja educación y salubridad provenientes de Haití, un país mucho menos productivo.

Lo que se ha visto en nuestro país en décadas recientes es una verdadera fuga de talentos, motivada en los bajos salarios, el clima de inseguridad y las pocas perspectivas de progreso que define la ausencia de cambios en las instituciones.  Eso no significa que no emigren también segmentos de baja calificación, pero no tanto como los haitianos que entran; tampoco significa que no hayan entrado personas más productivas provenientes de Europa, Sudamérica o Cuba, pero no en la misma medida que jóvenes dominicanos con estudios superiores abandonan el país. Y al final, para evaluar el resultado lo que importa es el flujo neto.

En definitiva, ninguno de los factores expuestos hasta ahora parece corresponderse o ser suficiente para explicar el caso dominicano.