Juan Pablo Duarte durante muchos años fue un héroe censurado, su pensamiento político atentaba contra las plataformas de regímenes cuyas doctrinas eran incompatibles con sus ideas. En esa tónica intelectuales de la clase dominante que han ejercido la historia para distorsionarla, siempre han tratado de presentarlo como un politiquero de su misma índole. Por eso, han difundido que Duarte tras la fundación de la Republica entró en abierta disputa por la presidencia con Pedro Santana, todo con el propósito de obviar el verdadero motivo de su apresamiento y deportación. En realidad el Padre de la Patria encabezó una jornada anticolonialista contra las maquinaciones que perseguían anexar el país a Francia, empezando por un protectorado y cediéndole Samaná a perpetuidad.
A Duarte por su descendencia de origen española también se le pretende imputar que era antihaitiano, solo fue un combatiente anticolonialista. En determinado momento para enfrentar la férrea tiranía de Boyer, no vaciló en aliarse a liberales haitianos en el movimiento insurgente de «La Reforma». Logrado el triunfo, estos liberales con el intelectual Hérard Dusmele a la cabeza auspiciaron que el poder quedara en manos de otro generalote reaccionario, Charles Riviére Hérard, quien de inmediato inició una feroz persecución contra los revolucionarios criollos.
La jefatura de La Trinitaria (Duarte, Pérez y Pina) salió al exilio para evadir la tenaz persecución, que tenía el propósito de fusilarlos. Ya los haitianos habían ejecutados dominicanos cuando la fallida revolución proespañola de Los Alcarrizos en 1824.
En diciembre de 1843, Charles Riviére Hérard se declaró presidente vitalicio y ocurrió una de las tantas confrontaciones internas entre los haitianos. Los bandos criollos de trinitarios y afrancesados ante esta coyuntura favorable, decidieron unirse para expulsar los haitianos del territorio nacional y fundar la República Dominicana, que en esos momentos era un objetivo común para ambos grupos.
En el ínterin, los afrancesados tomaron el control del movimiento como se desprende de la lectura del manifiesto del 16 de enero de 1844, en el texto el vocablo «independencia» fue eliminado, siendo reemplazado por la palabra «separación», ambas expresiones tienen contenidos ideopolíticos muy diferentes. Inclusive en la noche del glorioso 27 de febrero lo trascendental fue la fundación de la República, pero «separación» se convirtió en la consigna dominante. Adrede los afrancesados segregaron el término «independencia», porque no les convenía para sus pérfidos propósitos ulteriores.
El 8 de marzo en la fatídica reunión de la Junta Central Gubernativa, se tomó una decisión que en principio permaneció oculta para la población, se impuso la solicitud de protectorado a Francia y la entrega a perpetuidad de la península de Samaná, que era el objetivo primario del llamado Plan Levasseur o negociación con el Gobierno francés.
El texto de la solicitud establecía: “El Gobierno de Santo Domingo, en recompensa, cederá a Francia a perpetuidad la península de Samaná en los límites fijados por la naturaleza, y que la hacen península. […] (Correspondencia del cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846. Emilio Rodríguez Demorizi, edición y notas. Mu-Kien Adriana Sang, traductora. Colección Sesquicentenario de la Independencia Nacional. Santo Domingo, 1996. T. I p. 62).
El 19 de marzo los dominicanos derrotaron a los haitianos en Azua, dirigidos en el campo de batalla por Antonio Duvergé que era un militar de carrera. No obstante, Pedro Santana improvisado general en jefe, ordenó que los dominicanos pese a su contundente victoria (que puso a los haitianos a poner los pies en polvorosa), también huyeran, estos rumbo a Sabana Buey en Baní.
Este error táctico provocó que los haitianos abandonaran los pedregosos caminos por donde intentaban retirarse y retornaron apoderándose del abandonado poblado de Azua. Para ellos se trataba de un lugar estratégico, donde se mantuvieran tres meses reabasteciéndose sin inconvenientes por la vía marítima.
Duarte regresó de su primer exilio, tenía conocimientos militares, había alcanzado el rango de furrier en la Guardia Nacional organizada por los haitianos, una especie de cabo en la nomenclatura del Ejército francés. Por su preparación militar y su principalía política fue investido con el rango de general. Existía el temor que los haitianos hicieran un rodeo desde Azua dejando a Santana y sus tropas entretenidos en Sabana Buey e intentaran asaltar la ciudad de Santo Domingo.
Duarte fue enviado con tropas para que junto a Santana hostilizaran al enemigo atrincherado en Azua. En histórica reunión debajo de un árbol de guatapanál en Sabana Buey, Santana se negó rotundamente a acometer a los haitianos. Duarte el 1 de abril solicitó a la Junta Central Gubernativa le permitiera marchar sobre los adversarios con las tropas que llevó a Sabana Buey desde Santo Domingo:
“Es por tercera vez que pido se me autorice para obrar solo con la división que honrándome con vuestra confianza, el 21 del pasado, pusisteis bajo mi mando para que, en todo de acuerdo con el General Santana tomara medidas de seguridad y defensa de la Patria. Hace ocho días que llegamos a Baní y en vano he solicitado del Gral. Santana que formemos un plan de campaña para atacar al enemigo, que sigue en su depravación oprimiendo un pueblo hermano que se halla a dos pasos de nosotros. La división que está bajo mi mando solo espera mis órdenes, como yo espero las vuestras, para marchar sobre el enemigo seguro de obtener un triunfo completo, pues se halla diezmado por el hambre y la deserción” (Rosa Duarte. Apuntes de Rosa Duarte. Archivo y versos de Juan Pablo Duarte. E. Rodríguez Demorizi, C. Larrazábal Blanco y V. Alfau Durán, editores. Instituto Duartiano. Santo Domingo, 1870. p. 75).
La junta afrancesada le negó el permiso para que atacara solo con su división a los haitianos y le ordenó regresar de inmediato a la Capital.
¿Por qué Santana se resistía a embestir al enemigo? En la amplia documentación que envió el cónsul francés Saint Denys a su cancillería, se localizó una carta de Santana que explicaba sus motivos. En atención a la solicitud de protectorado, frente a las costas de Baní estaba una flotilla de barcos franceses dirigidos por el almirante Des Moges , que en realidad nunca entraron en acción. Pedro Santana el 17 de marzo había solicitado la intervención de esas tropas temeroso de enfrentar a los haitianos, como lo evidencia la misiva que envió al poderoso comerciante Abraham Coen, para que comunicara al cónsul francés su petición:
“En estas circunstancias, mi buen amigo, espero esperanzado en su activismo y patriotismo que usted parta sin pérdida de tiempo y hable con el Cónsul de Francia para ver si hay posibilidad de poner a mi disposición las tropas francesas que necesitamos para detener el enemigo; por esta razón le hago este aviso. En fin, espero que usted tratará este asunto con la atención y la celeridad que él amerita”. (Correspondencia del cónsul de Francia en Santo Domingo. p. 81).
El cónsul Saint Denys en comunicación del 24 de mayo a Guizot, canciller francés, le confirmaba la solicitud de Santana:
“Con su franqueza y su confianza ordinaria, Pedro Santana me rogó, me suplicó de que apresurara a Su Excelencia de que no los abandonemos, de agilizar el envío de tropas que debían asegurar el buen orden y la prosperidad del desdichado país, […] (Correspondencia del cónsul de Francia en Santo Domingo. p. 132).
Santana no se atrevía a afrontar al enemigo sin las tropas extranjeras. Cabe señalar que las derrotas haitianas el 19 y 30 de marzo pese a los errores de los criollos, persuadieron al enemigo que no sería una tarea fácil doblegar a los dominicanos.
Se reactivaron los graves problemas de gobernabilidad de los haitianos, empezaron las deserciones en el campamento de Azua y las conspiraciones en lo interno de Haití, que obligaron a Hérard a retirarse a su país, donde fue derrocado, la crisis interna coadyuvó a neutralizarlos. Durante el resto del año no constituyeron un peligro importante para los dominicanos.
Duarte al regresar de Baní en atención a las órdenes de la Junta Central Gubernativa, se entera de las transacciones con el Gobierno francés y exige que sea la población quien decida la suerte de Samaná. Se procede a convocar a los pobladores a una asamblea pública resolutiva, en la Plaza de Armas (Parque Colón) con el objetivo de debatir el asunto.
Se escogió el 26 de mayo para celebrar la importante actividad. La discusión sería por la entrega a perpetuidad de Samaná a los franceses y el llamado protectorado. Lo que sucedió en la asamblea fue reseñado por el Journal Des Débats, de París:
“La sesión de la Junta el 26 de mayo, fue abierta por un discurso de Tomás Bobadilla, quien trató de hacer comprender la necesidad de aceptar la protección de Francia, que había sido ofrecida, decía, por el Cónsul de Francia Mr. Juchereau de Saint Denys. Los Generales Juan Duarte y Manuel Jimenes combatieron directamente esa medida, y declararon que ellos no aceptarían ninguna dominación extranjera, y en consecuencia la oferta de protección de Francia fue rechazada por la asamblea”. (Correspondencia del cónsul de Francia en Santo Domingo. p. 153).
Los propios medios franceses admitieron se impuso la tesis de Duarte de no aceptar ninguna dominación extranjera. La población votó a favor de esa moción patriótica. Duarte y Jimenes frustraron la instalación pionera de un Guantánamo francés en Samaná.
La crisis política continuó al rojo vivo, los afrancesados no querían admitir la decisión de la población, el 9 de junio Duarte encabezó un golpe de Estado revolucionario contra los entreguistas que dirigían la Junta Central Gubernativa. Para la acción Duarte contó con la colaboración del jefe militar de Santo Domingo, José Joaquín Puello, militar negro, que temía Francia se apoderara del país y reimplantara la esclavitud.
José María Imbert, jefe militar de Santiago, era un connotado integrante del grupo de los afrancesados y empezó a apresar en esa zona a militares simpatizantes con la nueva Junta Gubernativa revolucionaria. Duarte fue enviado a tratar de resolver esas contradicciones.
Santana que permanecía anclado en su campamento de Sabana Buey, aunque ya los haitianos se habían retirado a su país, se enteró de los sucesos del 9 de junio y regresó a la Capital para contrarrestarlos. El 12 de julio encabezó un golpe de estado reaccionario, apresando a los principales dirigentes trinitarios. Puello no opuso resistencia, siempre se ha señalado que solo actuaba con instrucciones de Duarte, que estaba en el interior del país. Juan Isidro Pérez falló un intentó de ajusticiar a Santana en la Plaza de Armas. Duarte fue apresado en Puerto Plata.
Santana no podía inculpar a Duarte y sus compañeros de afrancesados, sus acciones lo delataban como cabecilla de ese sector. Estaba obligado a tratar de justificar sus actividades antinacionales, entonces decidió recurrir al viejo argumento de los haitianos de imputar a los criollos opositores el sambenito de “colombianos”.
Esa acusación había facilitado a los haitianos mantenerse 22 años ocupando esta parte de la isla, alegando que si los derrotaban podía venir La Colombia e implantar la esclavitud, como fueron los propósitos de Núñez de Cáceres en 1821. Santana el 28 de julio, emitió un bando a la población acusando a Duarte de colombiano:
“Si, conciudadanos, yo faltaría al deber sagrado que me impone el distinguido puesto con que me habéis honrado si os ocultase por más tiempo la existencia del culpable proyecto elaborado muy de antemano por el General Duarte y sus partidarios; tendente a sustituir en nuestro país al pabellón dominicano, la bandera de Colombia. […] (Emilio Tejera. Historia patria. Documentos históricos del archivo de Duarte. Clío. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo (C. T.), 1936. Núm. 21 pp. 68-69).
En la práctica La Colombia ya no existía, se había fraccionado tras la muerte de Bolívar en 1830. Pero Santana necesitaba argumentos aunque fuesen falsos para justificar el atentando de lesa patria que pretendía imponer.
Duarte y sus compañeros, vencidos en el ámbito militar, triunfaron en el aspecto ideopolítico. El rechazó de la población a las transacciones antinacionales constituyó un veto a las negociaciones con Francia. Los revolucionarios con su sacrificio vencían, se preservaba en esos momentos vitales la recién nacida nación dominicana.
Los patriotas fueron desterrados, pero el histórico momento de salvaguarda de la nacionalidad contra la entonces poderosa potencia francesa quedó sembrado en el corazón de los verdaderos dominicanos. Juan Isidro Pérez, que en este proceso jugó un papel estelar, finalmente terminó con una grave enfermedad mental, exiliado en un instante de lucidez a través de una carta le recordaba al Padre de la Patria algo que los dominicanos contemporáneos también debemos perpetuar en nuestros pensamientos:
“Si Juan Pablo, la historia dirá: que fuiste el Mentor de la juventud contemporánea de la patria; que conspiraste, a la par de sus padres por la perfección moral de toda ella; la historia dirá que fuiste el Apóstol de la libertad e Independencia de tú patria; ella dirá que no le trazaste a tus compatriotas el ejemplo de abyección e ignominia que le dieron los que te expulsaron cual a otro Arístides; y, en fin, Juan Pablo, ella dirá: que fuiste el único vocal de la Junta Central Gubernativa que, con una honradez a toda prueba, se opuso a la enajenación de la península de Samaná, cuando sus enemigos, por cobardía, abyección e infamia, querían sacrificar el bien de la patria por su interés particular. La oposición a la enajenación de la península de Samaná, es el servicio más importante que se ha prestado al país y a la revolución”. (Cartas al Padre de la Patria. Instituto Duartiano. Santo Domingo, 1970. p. 29).
Juan Pablo Duarte no fue apresado y deportado por inmiscuirse en sórdidos asuntos de politiquería, sino por su actitud radical de oponerse a la perniciosa contaminación contra la soberanía nacional de la recién creada República Dominicana, que era la pretensión de los orcopolitas como el denominaba a los traidores a la patria.