Esta semana, el gobierno dominicano anunció que impulsará el pacto por la reforma educativa, una de las más trascendentes por sus implicaciones sociales y económicas, a partir de los cambios y avances científicos y técnicos recientes. Diversos estudios y evidencias revelan que la educación es una de las herramientas más importantes para preservar la paz, la cultura, la historia, y la identidad nacional, así como para combatir la desigualdad y la pobreza extrema en nuestra sociedad.

Hace cien años, la nación dominicana superó una etapa muy peligrosa cuando la ocuparon tropas norteamericanas, de 1916-1924; durante la cual, la señorita Ercilia Pepín asumió un papel protagónico en defensa de la patria, tanto que su ejemplo y sus obras influyeron en el Departamento de Estado Americano, y al lograrse la desocupación, ella fue declarada Hija Benemérita de Santiago de los Caballeros en 1925.

Actualmente, enfrentamos una intervención pacífica de haitianos y un nuevo orden socioeconómico que está afectando nuestra identidad y nacionalidad. Por ello, la lucha debe librarse en el cerebro, en la mente, en la consciencia de los dominicanos; para lo que es importante reafirmar las ideas y los criterios educativos del sembrador puertorriqueño, Eugenio María de Hostos, padre de la educación dominicana, a quien la señorita Ercilia Pepín llamaba el apóstol porque le enseñó a pensar y razonar.

Los maestros Hostos y Pepín defendían la aplicación de criterios científicos comprobables, basados en la razón y no en la fe o en creencias no verificables. Ellos abogaban por la formación de un ser humano integral, es decir, en lo intelectual, físico, emocional, moral y cívico, con valores como la honestidad, la justicia, la solidaridad, y el respeto a los derechos humanos y las libertades públicas.

Es importante destacar que, aunque el sector educativo, tal vez sea el que más se ha analizado y uno de los que más recursos recibe. Sin embargo, las pruebas evaluativas nacionales e internacionales y las evidencias confirman sus graves deficiencias y la necesidad de que sea reformado en todos sus niveles y componentes, tanto en el ámbito público como en el privado; priorizando los estudiantes y profesores, los laboratorios y bibliotecas, los currículos y los programas, el marco normativo y las tecnologías educativas; así como las asociaciones de estudiantes, profesores, padres y empleados. Porque al cambiar la sociedad, debe cambiar la educación y los nuevos egresados de los centros educativos.

Es urgente formar ciudadanos dominicanos para los trabajos del presente y del futuro, especialmente en el turismo, la construcción, y la agropecuaria; y formar especialistas capaces de investigar y producir nuevos conocimientos, sin descuidar la enseñanza cívica y nacionalista, tal como lo hizo Ercilia Pepín.

Finalmente, sería bueno que la Reforma Educativa llegue a las aulas, y también a los hogares y a las calles, a través de campañas de educación cívica y patriótica que fortalezcan la conciencia y los valores patrios; y que contribuyan a preservar la nación libre e independiente.

Al confiar en que esta Reforma se realice con rigor y seriedad, felicito al gobierno por emprenderla y le deseo muchos éxitos. ¡Que viva nuestra patria soberana!

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván