Los Ministerios y las instituciones de Educación Superior (IES) interesados en promover políticas educativas orientadas a fortalecer la calidad y la innovación en los programas de Formación Inicial Docente deberían establecer prioridades. Si toman esta decisión, han de priorizar, ante todo, la implementación de un programa sostenido de formación y de sensibilización que tenga como foco la identidad profesional docente, articulada a una atención de calidad a la persona del docente. Sin sujeto no se lograrán los resultados deseados ni, mucho menos, los esperados. El estudiante de educación ha de encontrar, en este tipo de programa, las herramientas necesarias para reducir la crisis de sentido y la dispersión que se observa en el inicio y en la trayectoria del trabajo.
De la misma forma, han de garantizar la puesta en ejecución de una política que garantice al estudiante de educación la adquisición de competencias digitales y la comprensión práctica del uso educativo de las tecnologías. Ha de ser una política que les otorgue la importancia necesaria a los conocimientos digitales, a las didácticas digitales, a las pedagogías propias de las tecnologías. No bastan los equipos, ni los códigos electrónicos. El estudiante de educación y los formadores de los estudiantes de educación han de apropiarse de los saberes tecnológicos con una orientación epistemológica, pedagógica y práctica llenas de sentido. Las prácticas sin sentido favorecen la racionalidad instrumental y ralentizan el desarrollo integral.
Junto a la política de formación digital que garantice apertura a la innovación, se han de fortalecer las destrezas socioemocionales de los actores de la formación inicial docente para humanizar las tecnologías y adelantar procesos que faciliten la convivencia humana y social de los estudiantes de educación. Un programa de esta naturaleza ha de fortalecer la inclusión digital. Trabajar en esta dirección constituye un aporte significativo para la democratización de los saberes tecnológicos y la reducción de la desigualdad educativa, económica y social. Las brechas digitales están relacionadas con la exclusión y la discriminación. El estudiante de educación ha de formarse para contribuir con la superación de la ignorancia y de la marginación socioeducativa, política y económica
De otra parte, es preciso formular y aplicar políticas educativas que desmonten, gradualmente, el modelo profesionalizante que rige en la educación superior en la región y en el país. Esto requiere de las IES una ruptura con un modelo tradicional de formación docente, con dificultades para dejarse impactar por los cambios de la época. Así podrán avanzar hacia un modelo vertebrado por la investigación-innovación con mayor corresponsabilidad social. Este programa incidiría de forma significativa en una formación inicial docente actualizada, innovadora y coherente con las demandas del siglo XXI. La perspectiva investigativa favorecería, también, una mayor apropiación epistemológica y disciplinar por parte de los formadores y de los estudiantes de educación; y una mayor capacidad para innovar y aportar nuevas explicaciones a problemas educativos, socioeconómicos y medioambientales.
En esta misma dirección, se ha de priorizar una política que implique, con la gradualidad pertinente, la acreditación de los programas y de las instituciones formadoras de docentes. Esta política puede fortalecer el aseguramiento de la calidad de la educación y, de forma particular, la formación inicial docente. Si se pretende avanzar en el fortalecimiento de la calidad de la educación, los resultados de aprendizajes de los estudiantes y la idoneidad de las instituciones formadoras constituyen dos ejes fundamentales para introducir transformaciones en el sistema educativo vigente en la región y en el país. Esta política no sólo es necesaria, es imprescindible.
Las políticas educativas y la formación inicial docente en la región y en el país han de ser sometidas a un proceso de transformación para que le abran paso a otro modelo de formación inicial docente más coherente con los nuevos tiempos. En ningún caso se parte de cero, porque se están dando pasos que aportan a los cambios estructurales que, en educación superior, requieren las políticas educativas y la formación inicial docente. Se ha de avanzar hacia un modelo de educación inicial direccionado por la investigación educativa, la investigación de las prácticas, de la calidad integral, de la innovación y de la inclusión educativa y social. Adelantar el paso en esta dirección requiere ruptura epistemológica, cambio de mentalidad e instituciones formadoras comprometidas integralmente con la misión que le da sentido a su accionar en el campo de la formación inicial y continua de docentes.
Artículos anteriores de Dinorah García Romero