En el siglo XIX los dominicanos iban a la guerra de los caudillos empujados por la miseria en la que vivían. Era la manera, la mejor manera, de mejorar sus vidas, de ascender social y económicamente. Era una manera de buscar en esas revoluciones lo que la sociedad les negaba.
Ahora, los dominicanos no vamos a la guerra ni hacemos revoluciones montoneras como las del siglo XIX, pero sí participamos en la política de manera muy activa. Eso sí, lo hacemos por las mismas razones que lo hacían los hombres que iban antes a las guerras. Es decir, mejorar la vida y ascender económica y socialmente. Se trata de encontrar en la política lo que la sociedad nos ha negado.
Esa circunstancia, la de participar en la guerra o en la política como un medio de vida, llevaba a los hombres del siglo XIX a matar, y lleva a los de ahora, los del siglo XXI, a ver a cada hombre o mujer opuestos a sus partidos o a sus líderes, como enemigos a quiénes hay que castigar de la peor manera.
Esa realidad, también, es la que lleva a los políticos a estar en un partido hoy y en otro mañana. No hay lealtad ni fidelidad a los partidos ni a los líderes. Son apoyados en la medida en que tienen posibilidades de participar y ganar. Tan pronto los actores advierten que el partido o el líder están en un proceso de colapso y sin perspectivas de triunfo, son abandonados con la mayor naturalidad.
Últimamente hemos visto un incremento exagerado de esa práctica nociva a la actividad política y a los partidos políticos. Personas que han pasado sus vidas en un partido político, que han sido miembros de sus más altos organismos, que han sido alcaldes, diputados y senadores hasta en tres períodos, abandonar sus partidos y pasarse con la mayor desfachatez a la acera del frente.
El dictador Rafael Leonidas Trujillo dijo que el dominicano se mueve por el fuete o el cheque. En ausencia hoy del fuete queda el cheque, y eso es lo que estos, llamados en el lenguaje político académico tránsfugas, pero en el lenguaje popular son llamados saltarines o traidores, andan buscando: un cheque.
Claro, a mayor altura e importancia política electoral, mayor será el volumen de ese cheque y lo que se pueda derivar de él.
Mientras la política sea, como lo es en nuestra querida Quisqueya, un medio de vida, de sobrevivencia, de conseguir reconocimiento social que los seres humanos anhelan, de acumulación, de conseguir en ella lo que no se puede conseguir en los negocios o en las profesiones, no habría lugar a una convivencia política civilizada entre los diferentes miembros de los partidos, ni habrá manera de impedir que con la derrota de un partido y la poca perspectiva de ese partido volver al poder, que los miembros y dirigentes de ese partidos, acostumbrados a vivir a expensas de las posiciones estatales, se vayan al partido de gobierno o al partido que le vean posibilidades de triunfar.