La derrota del PLD ha sido total, absoluta, en todos los frentes, en todos los niveles y en todos los territorios.

10% de los votos, ni un senador y una cantidad muy ínfima de diputados es la mejor prueba de lo afirmado.

En la fuerza de los hechos, se trata de un regreso al 1982, cuando el PLD obtuvo eso mismo: 10%, ni un senador y 7 diputados.

Pero entonces venía de sacar un 1% en 1978, y tenía al frente de la organización al profesor Juan Bosch, un líder con toda la autoridad moral y política. Aquel 10% era una gran victoria.  El 10% de ahora es una gran derrota. Una vergüenza.

El 10% del 1982 auguraba un crecimiento sostenido, un futuro promisorio. El 10% de ahora prácticamente decreta la defunción de la organización.

A mi juicio, con los resultados pasados,  el partido de la bandera morada y la estrella amarilla podría estar iniciando el camino de su desaparición como opción real de poder. No estoy hablando de su desaparición como institución, sino como opción real de poder.

Un ejemplo. El PRD y el PRSC están ahí. No han desaparecido. Tienen miembros en el país, pero hace tiempo que han perdido el respeto de la gente y han dejado de ser una opción de poder. Esos dos partidos, que durante 30 años, 1966-1996,  fueron los dos partidos antagónicos y principales, hoy no son más que sombras del pasado en las que nadie, con vocación de poder, quiere cobijarse. Tras un buen ciclo de 30 años se extinguieron. El pueblo dominicano les puso el punto final, el puntillazo, a los dos.

El PLD podría estar transitando por ese camino. Existe y seguirá existiendo, sobre todo porque ahora los partidos con 5% de los votos reciben dinero, mucho dinero, y alguien tiene que manejar ese dinero y esa burocracia,  pero podría desaparecer  como opción real de poder.

Podrá seguir existiendo como un club o un grupo de amigos para tertuliar y hacer análisis, pero no como una potente organización de poder.

Pero resulta que después de 20 años de ejercicio del poder, los peledeístas han desarrollado una vocación por el poder, que no tenían antes del 1996. Ya no solo son aquel grupo de académicos o intelectuales, como éran cuando la fundación y durante las décadas de los ochenta y noventa.   Antes eran jóvenes y soñadores. Ahora son viejos, todos con nietos, y con vocación de poder.

Esa es la realidad, monda y lironda, y carece de sentido empecinarse en negarla. Nadie, ningún mortal, tiene poder para tapar el sol con un dedo ni con un millón de dedos. Empecinarse en negar lo que es obvio, lo que todo el mundo ve y sabe, no aporta nada a la actividad política, ni al PLD, ni al país.

¿Podrá el PLD recomponerse, recuperarse y volver a ser, aunque sea la mitad de lo que era? Esa es una pregunta difícil de contestar desde una computadora. Va a depender de muchos factores, sobre todo de lo que haga, o deje de hacer, el propio PLD.

En los hechos, el PLD se ha vaciado. Las estadísticas están ahí. No mienten y son avasalladoras. En 8 años ha bajado de 62% en el 2016 a 10% en el 2024. Eso significa que en el 2016, de cada 100 dominicanos, 62 eran peledeístas o simplemente votaron por el PLD y aliados. Ahora, de cada 100, solo 10 son morados, o simplemente votaron morado. Y hoy, después del domingo 19, ese 10% probablemente sea menos. Así no hay toro que llegue a buey. El PLD está en un profundo camino de deterioro, de involución, y no me refiero a involución ideológica. No se trata de eso ni creo en ese argumento. Es una acelerada involución en las simpatías.

El PLD ha perdido la autoridad moral frente al pueblo dominicano, y quien pierde la autoridad moral, pierde la autoridad política. La autoridad política,  decía el profesor Bosch, viene dada por la autoridad moral. Esa es la diferencia entre el 10% de 1982 y el 10% del 2024. Antes el PLD tenía autoridad moral para seguir la lucha, aun en medio de las derrotas. Ahora carece de ella. Aquel 10% iba cargado de autoridad moral del profesor y de la institución.

El PLD de hoy lo que tiene es una crisis de credibilidad, de reputación, de moral. Solo se recupera la autoridad política perdida si se recupera la autoridad moral.

La gente sabe que el PLD ha hecho los mejores gobiernos, que sabe gobernar, que ha avanzado mucho el país en el camino del crecimiento económico con estabilidad. La gente sabe de las conquistas sociales bajo los gobiernos del PLD. Eso está ahí y  nadie lo niega. Pero ese no es el problema. El problema está en la pérdida de la autoridad moral, que ha llevado al desmoronamiento de la marca.

Ahora viene, como siempre, un proceso de justificación de la derrota y de culpar a otros de ella. Así es como funciona la política en la República Dominicana. Siempre los responsables de la debacle son otros. No hay valor para asumirla con responsabilidad y entereza. Ese es un mal de todos los partidos.

Se dirá que el gobierno usó los recursos del Estado, que Leonel se llevó a muchas gentes, que no teníamos recursos, que el transfuguismo, que las encuestas, etc, etc, etc…

Sin embargo, la fiebre no está en la sábana. Esas cosas son secundarias, y ocurren porque hay otras cosas, más profundas, que les abonan y allanan el camino.

Dividido y desacreditado nadie gana elecciones.  Ni el papa de Roma.

El PLD se ha disuelto, se ha esfumando, se ha evaporado. Ahora el desafío es grande, muy grande. La marca está profundamebte lesionada, dañada. Recuperar la moral y la imagen de la marca es el desafío. No será  sencillo. Pero ya veremos cómo las autoridades de la organización encaran ese desafío. La pelota está en sus manos.