Que bien que alcanzamos mejores resultados en la prueba PISA 2022, pero esa celebración la manejaría con mucha cautela, puesto que los promedios siempre nos ocultan cosas. Son eso, promedios, que no siempre ponen al desnudo lo que representan.

Hay dos afirmaciones del Informe PISA de República Dominicana que cito textualmente:

“Durante el período más reciente (2018 a 2022), la brecha entre los estudiantes con puntajes más altos (10% con los puntajes más altos) y los estudiantes más débiles (10% con los puntajes más bajos) se redujo en matemáticas, mientras que no cambió significativamente en lectura y ciencias. En matemáticas, los estudiantes de bajo rendimiento se volvieron más fuerte, mientras que el rendimiento no cambió significativamente entre los de alto rendimiento”.

“En comparación con 2015, la proporción de estudiantes que obtuvieron puntajes por debajo de un nivel básico de competencia (Nivel 2) no cambió significativamente en matemáticas, lectura y ciencias”.

¿Qué estaré celebrando entonces, el mantenimiento o profundización, con ligera diferenciación en matemática, de la inequidad? ¿Esta situación, acaso no se contrapone a todos los principios éticos que están contenidos en la Constitución y la Ley General de Educación?

¿No se supone que debemos asegurar que “toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones”, según reza el Artículo 63 de la Carta Magna? Espero que no digamos que este es solo un pedazo de papel.

Quizás tendríamos que admitir que o nuestras aspiraciones constitucionales son un sueño de quimera o que no hemos sido capaces en más de 30 años de avanzar en el mismo. Claro, hemos avanzado en la designación presupuestaria, la cual finalmente desde 2013 se ciñó al mandato de la ley, pero ¿qué ha significado este sacrificio social?

La politización partidaria del sistema educativo y, por tanto, el desconocimiento sistemático de su misión y principales funciones de asegurar una educación de calidad solo está impresa en los papeles constitucionales, la ley, el currículo y muchísimos otros documentos, pero ausente de la gestión continua de las políticas públicas en materia educativa.

El abandono continuo y sistemático de las políticas educativas, la violación permanente de lo pactado por unos y otros actores, el manejo un tanto particular del presupuesto en función de la nómina administrativa y otro rosario de cosas, no ha permitido otra cosa que lo que nos muestra PISA, la inequidad no solo continúa, sino que se fortalece.

Sé de los esfuerzos que las actuales autoridades de educación están haciendo o intentando hacer en los primeros grados, período fundamental para el desarrollo de las capacidades relacionadas con el dominio de la lengua y el pensamiento, como incluso sé de otros muchos esfuerzos de gestiones anteriores en ese sentido. Pero claro, cada uno quiere alzarse con la gloria desconociendo a quienes le precedieron y los esfuerzos realizados, independiente incluso de las siglas partidarias que se trate.

Al final de cuentas la cosecha es la que muestra las consecuencias: somos un sistema educativo altamente ineficiente reseñado en el informe PISA 2022 con las siguientes palabras: solo “el 56% de los estudiantes de 15 años en República Dominicana estaban matriculados en 10º grado”. Es decir, en el grado que se supone deben estar esos estudiantes. ¿Qué significa esto? Que el resto, son estudiantes con historia de repetición y sobreedad, y todo lo que esto significa en materia de “frustración arrastrada”, mayoritariamente vivida por los más pobres.

Pero no solo somos ineficientes, sino que, además, no le aseguramos a esos que avanzan en el sistema una educación que les asegure desarrollar sus habilidades y capacidades, quedándose atrapados en el Nivel de competencias 1 de PISA, que significa no dominar las habilidades básicas. Todos sabemos que 12, 13 o más años de escolaridad se reducen a solo 6.5 años de escolaridad. Los resultados de logros de aprendizaje en las Pruebas Nacionales y las Evaluaciones Diagnósticas no los muestran de manera continua.

Es tiempo ya de abandonar los discursos triunfalistas en educación, pues no han servido de mucho. Es tiempo ya de “sacar la politiquería” de la nómina y del sistema educativo. Es tiempo ya de que el sindicato de maestros se renueve generando nuevas conciencias y actitudes por una educación verdaderamente de calidad. Es tiempo ya de que los liderazgos políticos, económicos y sociales entiendan que se está haciendo demasiado tarde para lograr una sociedad organizada y centrada en el bienestar de todos.