Las recién finalizadas elecciones presidenciales en Colombia arrojan unos resultados que, entre otros elementos altamente positivos, constituyen un tributo a la firmeza de la dupla vencedora: Gustavo Petro y Francia Márquez, presidente y vicepresidenta. Venciendo, amenaza de muerte y todo tipo chantaje, ambos han mantenido coherentes con sus respectivas trayectorias de lucha, bien dilatada la del primero, relativamente reciente pero intensa la de la segunda. Inician una experiencia inédita, esperanzadora para Colombia y los países circunstantes, pero conscientes de asumir el poder en una sociedad en extremo compleja, enfrentados por sectores que no reparan medios para mantener sus privilegios y en una coyuntura internacional signada con graves amenazas.
El triunfo del binomio, lo encabeza por un candidato/presidente que se define de izquierda. Lo valida su trayectoria, su discurso y su acierto de haber incorporado a su proyecto presidencial las reivindicaciones de inclusión social a esos sectores ancestralmente olvidados, invisibilizados, acosados discriminados y personificados en Francia Márquez, lo cual constituye un hito en esta región que del mundo es la más desigual. Esta propuesta, junto a la de Evo Morales en Bolivia, ha sido la más radical oferta de representación electoral a la más alta instancia del poder hecha por la izquierda en este continente de ancestrales prácticas de exclusión y reclusión contra diversas etnias, algunas de ellas inmersas en viejos y complejos procesos reivindicativos.
Francia Márquez, ha mantenido un sostenido discurso de llamado a la insumisión a la etnia que representa, a los pobres y a las mujeres en general. Si hoy es vicepresidenta no lo es sólo por ese discurso, sino porque su activismo político la llevó a conquistar cerca de 800 mil votos en las primarias presidenciales, siendo la tercera más votada. La valentía e inteligencia política de Petro hizo que la escogiera como compañera de fórmula, rechazando las presiones de contenido racistas de algunos sectores. No podía obviar el peso específico de Francia en términos electorales, como tampoco el significado de los excluidos de siempre en su proyecto presidencial. La referencia a esto último fue parte esencial en su primer discurso al ser elegido.
El resultado de estas elecciones es aleccionar para la izquierda de esta región, enseña que la democracia es el mejor escenario para la lucha política, demuestra la diversidad de filones aprovechables para esa lucha, la importancia de batirse por la democratización efectiva de la representación y representación de los excluidos, además de la diversidad de demandas puntuales en el territorio. Fueron, según un mapa de crecimiento de Petro/Márquez, los territorios más pobres, sobre todo la zona caribeña de donde es oriunda Francia, precisamente, el caladero de votos definitorio a favor de la dupla en la segunda vuelta. Para ganar había que provocar una sólida participación de sectores tradicionalmente excluidos los cuales determinantes para la victoria.
Esa partición para la victoria, creará expectativas a esos sectores sobre el nuevo gobierno que lo obligará, a enfrentar las grandes desigualdades sociales En ese enfrentamiento el papel de la izquierda puede ser determinante, pues esta tiene la particularidad de que gran parte de ella, en su momento, se ha alzado en armas contra esas desigualdades, Petro hizo esa experiencia. Puede ayudarle su concepción de que la lucha por conquistas democrática en el territorio fortalecida en su experiencia de alcalde de Bogotá, y es compartida por el grueso de la izquierda ex guerrillera que espera de él el impulso del respeto a los acuerdos para la paz y además la existencia de muchas organizaciones comunitarias que durante décadas se ha batido en los espacios de las zonas urbanas y rurales.
Esa circunstancia, constituye una posibilidad para seguir movilizando la gente para el cambio que promete, pero es sólo eso, una posibilidad, tendrá que vencer las posiciones extremas de la impaciencia y la del acomodo conservador, dos tendencias corrosivas siempre presentes en los procesos de cambio. Los problemas de ese país son tan grandes como sus potencialidades, enfrentarlos con firmeza es la clave y eso no es sólo tarea de Petro ni de Francia y la gente que ella personifica sino de quienes, sean o no parte de ese proyecto, que en Colombia como y fuera de ella, apuestan por un cambio. El pacto que configuró la nueva mayoría podría no ser suficiente para prácticamente refundar el país.
Porque de eso se trata, un país de grandes potencialidades, pero con una clase dirigente, voraz, rapaz y conservadora, no se cambia en cuatro años sino en decenas de años, con una amplia base de sustentación que requiere más que voluntad, inteligencia. En su primer discurso, Petro presidente se orienta en ese sentido. Falta ver si esta vez el programa y los discursos de campaña son consistentes con los discursos y los programas de gobierno. Lograr esto no es tarea fácil, para ello se requiere, entre otras cosas, tener conciencia de que la unidad, el pluralismo político, ideológico y social que llevaron al poder a esta nueva mayoría deben constituirse en el principio que guíe la práctica gobierno.
La esencia de este aserto fue explícita en el primer discurso de Petro. Un buen augurio.