Nunca es tarde para sentir ese salto
de agua explotar de la tierra, de correr
de la casa cuando el piso empieza
a sacudir, de alzar los brazos
al cielo gritando por qué ahora
y justo cuando todo se calmó
en mi vida y es la hora de
jubilarme de la necesidad
de buscar alimentos y casa y seguridad
porque ya había logrado estos elementos
vitalicios, aunque faltaba algo estos
versos, una chispa de los incendios
de antaño cuando todo el cuerpo
y el espíritu eran consumidos por
un bicho feroz y voraz que se llamaba
en aquel entonces y todavía ahora el amor.