Por algún tiempo me he escondido en otras lenguas a mi alcance
para escribir mis poemas, y me doy cuenta de que con cada verso
no escrito en español me siento más alejado, más solitario
ante la pantalla. Ya no escribo con lápiz o pluma pero sí
tecleando mientras veo la invasión de Ucrania por video
y leo las noticias, y aun si no hablo el idioma me identifico
con sus refugiados y las palabras valientes de sus líderes y lloro
con la novia que acaba de perder a su novio en un bombardeo,
y por los bebés matados en una maternidad, el inmigrante
de Guinea varado en Odessa que piensa cómo escapar por el mar.
Hay tantas historias y yo desde el confort de mi casa, a lo lejos,
escribo en solidaridad; y cuando se me ocurren las imágenes
me siento menos solitario, parte de la comunidad global,
invitado al velorio, trayendo de mi parte unos poemas.