Como ya he mencionado en estos espacios, como sociedad estamos cambiando. En el sentido de evolución, estamos evolucionando. Y hoy quiero hacer referencia a lo que tiene que ver con las organizaciones políticas que sustentan la participación de los diferentes grupos ciudadanos en lo referente a la cosa pública y los asuntos sociales que nos competen a todos, como lo son, por ejemplo, el ejercicio de los derechos o la satisfacción de nuestras necesidades de educación, salud, diversión y participación.

Y esta participación social, generalmente, se lleva a cabo a través y mediante organizaciones y conjunciones de grupos ciudadanos que se organizan, valga la redundancia, por motivaciones de intereses comunes, formas de visión sobre lo que deben ser las cosas de la vida civil y cómo llevarlas a cabo para el bienestar de todos. Y traigo este tema a la mesa, mi reflexión de hoy es retrotraer la historia y evolución de estas formas de participación social y política en nuestro país, y cómo ha ido cambiando, evolucionando y, por qué no, también involucionando.

Los partidos políticos se constituyen así, y cualquier sociólogo lo diría, en esas organizaciones con matices ideológicos y de acción comunes que participan socialmente para la consecución de ciertos fines, para la resolución del cumplimiento de las leyes en cuanto a la defensa y el hacer valer los derechos de los ciudadanos en cualquier situación que se requiera. Bueno, eso es en el caso de que los ciudadanos tengan derechos, porque se trata de lo que se supone que debe ser en teoría, porque cuando nos referimos a lo práctico, realmente, no somos ciudadanos sujetos de derechos, sino amigos o clientes objetos de favores. Y la sociología lo aclara muy bien, hay que tomar en cuenta la realidad de cada sociedad.

Y si tomamos en cuenta la realidad de nuestra sociedad, en esencia podemos darnos cuenta de que se está dando un proceso de transformación de la organización política llamada partido a una de otra categoría llamada asociación de malhechores. Según las definiciones consultadas, la asociación de malhechores se configura u organiza con la finalidad clara y especifica de cometer crímenes o delitos contra la propiedad o los bienes privados o públicos. En esto se diferencia, pero quién sabe, tal vez no, si vemos que el caso Medusa se conformó por la idea de promover a los promotores en opción de candidatura presidencial, o también como el caso reciente que involucra al anterior incumbente del Ministerio de Educación.

No sé si ha quedado claro lo que quiero decir. Pues entonces lo diré más claramente: los partidos políticos de nuestro país se han convertido en asociaciones de malhechores de personas y grupos a todos o niveles de la sociedad que se organizan para desfalcar y cometer todo tipo de delitos en base a los bienes públicos. Ya sea que se justifique por la membresía de cualquier hijo de machepa, porque hasta los hijos de machepa están esperando su turno de ascender y de participar en la repartiña que hacen los dirigentes de los bienes públicos, y hasta de los servicios que ofrecen sobre los bienes, incluyendo los bienes naturales, en una debacle moral y personal que no conoce límites.

De manera que es notable cómo se ha degradado y descompuesto lo que un día fue la formación de una organización política con fines civiles para hacer posible el ejercicio de los derechos ciudadanos, en asociación de malhechores que junto a cualquier otro grupo aprovechan su acceso a los bienes públicos para delinquir y robar. Y así como se fueron modificando de acuerdo a las condiciones sociales de cada sociedad, las formas de organización y participación política por el reclamo y la vigencia de los derechos, ahora toca remover el diccionario sociológico y redefinir, o tal vez inventar, formas de organización civiles y ciudadanas que den al traste con el asalto de nuestras instituciones públicas y de nuestros impuestos por estas mafias en que se han convertido los grupos de poder económico junto a estas nuevas asociaciones de malhechores, antes partidos políticos, que desalientan y frustran a la población en sus deseos y ánimos de progresar, pero que no ven la posibilidad, ni la luz al final del túnel que esta gente tiene cerrado para la gran mayoría de los dominicanos.

Sí, hay mucho escrito y mucho hecho, pero me gustaría que implantáramos nuestro sello dominicano a lo que queremos por y para librarnos, como movimientos civiles y ciudadanos, de las lacras que se roban nuestros recursos y no nos dejan avanzar, porque ni leer saben nuestros niños, y esto es como dice el nuevo ministro de educación: el trabajo se mide por sus resultados. La fuerza de nuestros reclamos y demandas ciudadanas está dando muy buenos resultados, así que continuemos, con más fuerza.