Los maderos adustos
tienen gracia singular,
muestran otra belleza,
aguardan siempre sequía,
claman con vehemencia
menos agua cada día.
El fuego los calcina,
la textura se transforma,
el carbón los difumina
y sus sueños no se arruinan.
Los palos secos comparten
lenguaje, aroma y valor.
Anuncian austeridad,
huelen a cajuiles blandos.
Su cuerpo está desnudo,
disfrutan su impavidez
y resisten como un nudo.