Al igual que el primero, el gobierno inicia su segundo año en medio de una pandemia que entra en su tercer invierno de forma ininterrumpida. Condicionada por los efectos ese flagelo, esta administración inicia un tramo de su mandato con una serie de temas en agenda, algunos en cierta forma en proceso, cuyo tratamiento determinará la profundidad o levedad del balance final que tendrá esta gestión y no sólo eso, podría ser determinante para el futuro de todas las fuerzas del espectro político del país, tanto de las involucrados en la gestión de gobierno como de la oposición.

Este año que iniciamos será crucial para el Ministerio Público, porque no solamente deberá culminar el proceso judicial que se le sigue a implicados en las estructuras delincuenciales del pasado gobierno, sino que está ante el reto de citar a otros, cuyos nombres aparecen en los expedientes que sirven de base para el aprestamiento de algunos integrantes de esas estructuras. Este año dirá hasta donde llegará la acción e independencia de la Justicia en relación con los procesos en curso y los por venir. También, en este tramo deberá culminar el proyecto de reformas políticas y sociales sometido por la Presidencia al Consejo Económico y Social.

El fracaso o éxito de ese proceso de reforma podría decretar el éxito o fracaso de esta administración, pues resulta axiomático que sin esas reformas difícilmente podríamos hablar de cambio a largo aliento en nuestro sistema político. Pero, no solamente deberán discutirse y aprobarse las reformas planteadas, sino que, dependiendo de cómo discurra la pandemia deberá definirse y hacerse la imprescindible reforma fiscal. En lo que respecta al partido de gobierno, este tiene ante sí las fechas de obligado cumplimiento para elegir los organismos directivos y sus principales dirigentes. Esa circunstancia estaría estrechamente relacionada con el tema de la reelección del presidente Abinader, que más temprano que tarde habrá de oficializarse.

A pesar de la recuperación de miles de puestos de trabajo, de la mejoría del sector turismo, de niveles importante de pulcritud en el manejo de la cosa pública en algunas instancias, la pandemia sigue siendo factor que agudiza la situación del sistema educativo que no sale de su crisis, los apremios de la economía a nivel mundial con serias amenazas para el país y también el tema migratorio. Esta administración gobierno parece no interesarle ampliar su base política, pues no da signos de recomponer y/o relanzar la coalición política que lo llevó al poder, y en la solución de este último hándicap radica la mejor oportunidad del gobierno para enfrentar un año que marcará más de la mitad de su mandato.

Además de los temas arriba planteados, otros no menos importantes estarán condicionando el futuro de este gobierno y el de varias fuerzas políticas que de una u otra manera configuran el sistema político dominicano. Sin la activa participación de esas fuerzas en el imprescindible proceso de reformas iniciado, difícilmente podrá lograrse que este sea lo necesariamente amplio en términos de la representación, de los alcances y la sostenibilidad de los acuerdos a que se llegue. Sin acuerdos es difícil pensar en las reformas fiscal y constitucional indispensables para la democratización del país, y si estas no se hacen o casi se terminan en este año, habrá pasado el tiempo político para hacerla. El 23 es preelectoral.

En estos dos años de pandemia, según algunos medios, la fortuna de los grupos empresariales más ricos a nivel mundial creció en un 30%. No tenemos el dato de cuánto creció la fortuna de los de aquí en ese periodo, pero sí se sabe, es ostensible, que ha crecido su participación directa en las instancias fundamentales del poder político y eso no es bueno para la democracia dominicana, ni saludable para las instituciones sociales, tampoco para la legitimidad del gobierno.  El primer niño nacido este año salió del vientre de una niña de 14 años, una premonición, un afrentoso lastre, un llamado a la conciencia de que la política debe hacerse de otra manera, inclusiva no corporativa.

De eso deben tomar nota, no sólo los sectores del gobierno más comprometidos con el cambio en nuestro país, sino las diversas fuerzas políticas que ya no estarán ante el dilema de salir de un gobierno como el PLD, lo que en los últimos procesos electorales los obligaba a unirse al único partido con posibilidades de derrotar esa organización, algo que comprendía su militancia y otros sectores de la población. Ahora la coyuntura es otra, están obligados a dar respuestas a una situación muy diferente a los últimos tres procesos electorales, a cambiar de actitud para superar su condición de 0…% (a lo sumo de algo más del 1%).

Recordando La Peste, de Camus, la tozudez insististe siempre, esperemos que en este complicado año que iniciamos aprendamos el valor de la flexibilidad.