El camino que trazas en la vida te abre una puerta y te cierra otra.
Hace poco quería publicar un poemario con un editor estadounidense,
de mi patria adoptiva, pero mi démarche no fue aceptado y además
de la decepción que se considera normal en el mundo de la búsqueda
de editores me di cuenta de otra sensación, de liberación,
de una oportunidad para viajar fuera de las rejas de mi identidad
de inmigrante estadounidense y considerar a otros editores
en otros países donde el tema y el lenguaje de mis poemas
puedan encontrar una bienvenida, y una nueva—aunque en mi
caso por haber vivido en Sri Lanka e Inglaterra—una vieja casa.
Y ni siquiera he empezado a pensar en la traducción, que podría
dar otra vida a mis poemas en otras lenguas como este y aquel.
No hay límite a las posibilidades lingüísticas cuando la mente se abre
al mundo más allá de tu propio jardín, de tus propios muros.