A cualquiera se le escapan noticias, entre los mil dijo, declaró y agregó de cada día. Pero no he visto que ningún opositor, sea de izquierda, derecha, centro (si es que eso existe) y demás etiquetas, haya condenado enérgicamente, como se merece, al Gobierno de Estados Unidos (¡Precisamente Estados Unidos!) por acusarnos de ser lo que Norteamérica siempre ha sido: racista. Será porque, después de haberlo hecho Abinader, ningún adversario quiere echarle agua a su molino, lo cual muestra dos imperdonables carencias: generosidad y sentimientos patrióticos, ambos indispensables para comprender este país y, sobre todo, para gobernarlo.