La frase es de Virgilio (70 a.C.-19 a.C.), el poeta más importante de la literatura latina antigua, el clásico por excelencia, receptor y recreador del espíritu griego al tiempo que representante de la genuina romanidad, y además «padre de Occidente».  (Th. Haecker).

A propósito del Día de San Valentín, bien nos vendría como país declarar este lapso como la “semana del amor y la amistad”. Y ojalá que los asuntos tratados en este corto periodo, por serios y delicados que resulten, puedan llevar también el sello del amor o la amistad. Nutrido además por el mandato del Señor de “amarnos los unos a los otros como  Él nos amó”.  (Juan 15: 12-27).

Tal como lo destacara el filósofo Zigmunt Bauman (2010): “La aceptación del precepto de amar al prójimo es el acto alumbrador de humanidad por excelencia. Todas las demás rutinas de la convivencia humana, y las normas y todas las reglas prediseñadas o descubiertas de manera retrospectiva, no son más que una lista completa de notas al pie de la página de este precepto”.

Repicado con el mensaje del poeta y clérigo inglés John Donne (1623): “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

Y también como lo dijera Freud: “La exhortación de amar al prójimo como a ti mismo es uno de los preceptos fundamentales de la vida civilizada y una de las exigencias fundamentales de la misma”. (El malestar de la cultura, 1991).

La idea de Sócrates y, sucesivamente, de Platón (399 A.C.) es que el amor es el camino, el nexo de unión con lo que la humanidad llama ¨perfecto y divino¨. “Sirve de conexión y comunicación que llena el vacío que existe entre lo visible y lo invisible”.

 Según el teólogo y filósofo cristiano San Agustín (430 d. C.) “amar es entrar en comunión con Dios, pero no se puede realizar sino, a través del amor a la humanidad, pues desde que Dios se hizo hombre, no se puede llegar a Dios sino a través del hombre”.

Según Soren Kierkegaard, “el amor es la fuente de la edificación, de la esperanza y de la fe”. (Las obras del amor. 1847). En las primeras páginas de esta magna obra, el filósofo danés se pregunta por la procedencia y por el origen del amor, llegando a afirmar que  el amor procede del estrato más oculto del ser humano, de un lugar secreto y misterioso, enigmático, de lo más íntimo que hay en su interior, entendido a la forma agustiniana.

Y decimos con Pablo de Tarso (5-10 d. C, 58-67): “El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.  (1- Corintios 13: 4-8).

Una de las frases de Albert Camus sobre el amor dice lo siguiente: “No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar”. De este modo, habla del amor como una cualidad activa del sujeto. Camus era un convencido de la libertad y la autonomía.

Sobre el amor llegó a decir Gabriel García Márquez Marques: “Te quiero no por quien eres, sino por quien soy cuando estoy contigo”. Esta frase resume la idea de que el amor verdadero es aquel que nos hace sentir completos y nos permite ser nosotros mismos, sin temor ni vergüenza.

Y el filósofo italiano Nuccio Ordine dirá que amar para poseer mata el amor. “Porque el enamorado se entrega por la pura alegría de dar, sin pretender nada a cambio. El amor auténtico se convierte así en expresión del encuentro entre dos seres que avanzan libremente el uno hacia el otro. Lo que lo une es un lazo desinteresado, es el valor del amor en sí, capaz de extirpar todo interés individual y toda forma de egoísmo”. (La utilidad de lo inútil. 2013).

Y el amor también se dice con cartas, con la música de Juan Luis Guerra: Querida mujer, dos puntos/No me hagas sufrir, coma/Hoy me decido a escribirte cartas de amor sincero/Tú lo ves/Tu cariñito es un agujero/Que me atraviesa el querer/Y sin tus besos en mi chaleco/Nada me cubre la piel/Punto y seguido.

Omnia vincit Amor. ¡El amor todo lo puede!