Es un lema que se escucha por todas partes, a nivel nacional como también internacional, que la calidad de los sistemas educativos está relacionada, principalmente, con la calidad de sus docentes.
Un buen maestro es aquel que conoce acerca de lo que tiene que enseñar, además, de saber gestionar las oportunidades propiciadoras de los procesos de aprendizaje en sus estudiantes, que al final de cuentas, es su misión principal y el fin del sistema educativo mismo.
No podré enseñar matemática y ciencias, si de ellas no tengo el conocimiento requerido y supuesto como profesional de la enseñanza. Tampoco tendré la oportunidad de hacerlo en lectura comprensiva, si como profesional de la enseñanza, no tengo el hábito de la lectura como tampoco diera signos de comprender aquello que leo.
Quiere decir que la mejor garantía para que todos los y las estudiantes aprendan es contar con un buen maestro, un profesional de la enseñanza, que además de saber lo que tiene que enseñar, domina las herramientas didácticas de cómo hacerlo.
Eso que parece tan obvio deja de serlo cuando las pretensiones se encaminan hacia otras cuestiones que, sin dejar de ser importantes, no son el principal factor para alcanzar altos logros de aprendizajes.
Con esto queremos plantear dos cuestiones que sí son fundamentales para la pretendida calidad de la educación en nuestro país: su formación inicial y formación continua.
Sobre la primera, se han hecho grandes esfuerzos en los últimos años que quedaron plasmados en la Normativa 09-2015, que regularía los procesos de formación profesional de los maestros en las instituciones de educación superior. Muy a pesar de los resultados significativos que al ser aplicada por varias universidades ésta generó, poniéndose de manifiesto en el pasado concurso docente del Ministerio de Educación, la normativa por el nivel de exigencia que suponía para estas instituciones encontró notables resistencia en su continuidad. Hoy día, la situación parece estar en una especie de limbo, que no termina por aclararse. Lo que sí debe quedar claro, es que volver a los viejos esquemas de formación anterior a dicha normativa, es seguir echando el dinero del presupuesto de educación al zafacón, situación dramáticamente expuesta por el ministro de educación, Angel Hernández, al asumir el cargo.
Sobre la segunda, es decir, la formación continua, es preciso señalar que la evaluación del desempeño docente que se llevó a cabo en el 2017 ofrece notables evidencias de cuáles son aquellas “oportunidades de mejora” en la gestión pedagógica por parte del docente en todos los niveles y grados. Estas oportunidades deberían constituirse en un marco de referencia para el acompañamiento pedagógico. Estas son:
- Planificar el trabajo de aula;
- Activar en sus alumnos los conocimientos previos que son necesarios para que comprendan los contenidos que se tratarán en esta clase;
- Establecer normas claras de convivencia en el grupo de alumnos y que estos se respeten;
- Hacer un uso óptimo del tiempo destinado a la clase;
- Uso óptimo de los recursos didácticos disponibles de conformidad con los requerimientos metodológicos de la asignatura y del tema de la clase;
- Relacionar los contenidos a desarrollar con los de otras asignaturas, presentando situaciones que evidencian dicho vínculo;
- Cuando un alumno no responde correctamente una pregunta, ejercicio o actividad orientada por el docente, brindarle suficientes niveles de ayuda para que reflexione y corrija su error;
- Utilizar los errores cometidos por los alumnos como ocasiones propicias para profundizar en el aprendizaje;
- Realizar un adecuado cierre de la clase.
Cualquiera diría que los elementos antes expuestos son cuestiones básicas que el maestro debe tomar en consideración y realizar en el aula, solo que la evidencia de la evaluación del desempeño señalada dejo entrever que las mismas no son dominadas por una gran parte de nuestros docentes en el aula. Los datos de la evaluación permiten incluso, la programación de la formación continua por maestros, centros educativos, distritos y regionales educativas, como también a nivel nacional. Desaprovechar dicha oportunidad solo pone de manifiesto la miopía, que en materia de políticas educativas ha primado en nuestro país.
Más que un nuevo currículo, a la escuela lo que le hace falta son maestros con las competencias y habilidades profesionales necesarias, así como las actitudes positivas hacia la enseñanza y una gran motivación, para desarrollar una gestión de calidad.