Damas y caballeros, hoy nos reunimos con un propósito crucial y apremiante: erradicar la sombra que oscurece la vida de muchas mujeres, la violencia de género. En un mundo que clama por equidad, no podemos permitir que la violencia siga siendo la moneda de cambio. La no violencia contra la mujer no es solo una causa, es un imperativo moral. Cada golpe, cada palabra hiriente, desgarra el tejido de nuestra sociedad. Debemos ser la voz que se alza contra la injusticia, la mano que sostiene a quienes sufren en silencio.
La violencia ha sido un mal que siempre ha existido, pero lamentablemente esta se ha visto parcializada hacia un ser de luz que a veces quieren convertir en oscuridad, un ser que da vida a quienes se la quitan, como si se tratase de un intercambio letal en donde solo pierde la fémina porque su vida se coartada por un abusador que no valora a quien le ama; no le es suficiente el maltrato, y recurre también a la manipulación, haciendo que la mujer se vea humillada y atada por un inhumano que no merece la libertad. Este mal que a todos nos aqueja, también hace su presencia a través de los escritos de aquellas valientes que se desahogan en el papel, pero hasta aquí pueden ser silenciadas. Tal es el caso de la talentosa escritora María de la O Lejárraga García (como decidió ser conocida), por las limitaciones que tenía la mujer de su época, esta tuvo que publicar sus escritos bajo el nombre de quien era su esposo; pero no se quedó ahí en las sombras y más adelante surgió de la oscuridad para luchar por la igualdad entre hombre y mujeres, convirtiéndose así en una de las fundadoras de la Liga Española para el derecho de las mujeres, instancia que buscaría apoyar y gestionar oportunidades a damas de la época, para que así no tuviesen que sufrir lo que ella había pasado.
Las mujeres eran también criticadas hasta por su forma de vestir, al parecer ser diferente en esa época era bastante raro para muchos, pero solo se tomaban represalias contra las mujeres, mientras los hombres seguían su vida de manera normal sin importar lo que hiciera. George Sand, prolífica escritora que solo buscaba reflejar lo que sucedía a las mujeres de su época, también violentada y rechazada por como vestía, por fumar puros, y por estar con quien ella quisiese. Increíble, hasta con quien pasaba su tiempo le era cuestionado a estas mujeres.
Lo anterior comentado surgió hace más de 100 años, pero en la actualidad se siguen viviendo maltratos hacia las valientes que se desahogan en el papel. Tal es el caso de Gioconda Belli, mujer revolucionaria y escritora nicaragüense, que por expresarse y querer luchar por el bienestar de su patria, fue despatriada, despojada de su nacionalidad nicaragüense y victima de la confiscación de todos sus bienes; Daniel Ortega y Rosario Murillo, inhumanos, pusilánimes, que le hicieron este mal a tan reconocida escritora, que lo único que quiere es el bienestar para su país y los habitantes del mismo, pero estos déspotas de pocas gónadas, la obligaron a irse de la patria que le vio nacer.
Impotente me siento, con miedo a lo que quizás vayan a decir o hacerme por lo que aquí expreso, pero lamentablemente tenemos que ser más valientes en un mundo donde los absolutistas quieren hacer lo que les place con los habitante y las mujeres de su nación, no merecerían ser llamados compatriotas, más bien deberían experimentar un poco del dolor que le hacen sentir a la mujer para que así se conviertan en humanos y puedan ser empáticos con este ser que da vida.