Las elecciones presidenciales de noviembre 2024 en los Estados Unidos serán un evento trascendental en la historia política del país, superando la simple mecánica electoral, hasta llegar a tocar la esencia misma de la democracia y la gestión gubernamental.

Luego de la decisión del presidente Joe Biden de no presentarse a la reelección, el panorama político ha cambiado drásticamente, allanando el camino para que la vicepresidenta Kamala Harris asuma la nominación demócrata. Su posterior elección del gobernador de Minnesota Tim Walz como compañero de fórmula plantea una evidente apuesta estratégica por la unidad y la resiliencia dentro del partido, lo que podría representar un posible resurgimiento de la coalición demócrata.

Partido Demócrata renaciente

La Convención Nacional Demócrata (DNC por sus siglas en inglés) del verano de 2024 será un evento partidista crucial, que probablemente se caracterizará por un evidente sentimiento de optimismo y trascendencia histórica. Si bien se espera que Kamala Harris sea elegida la candidata del Partido Demócrata, por unanimidad, las formalidades de la convención darán oportunidades para reunir apoyo entre las diversas facciones dentro del mismo partido. La candidatura de Harris no solo es una victoria simbólica para la representación de las mujeres estadounidenses, frente a un contrincante con características misóginas, sino que además, sería imagen de un pluralismo racial importante por ser también la primera mujer de color nominada a la presidencia por un partido de relevancia nacional; pero más significativo aún, Kamala Harris traería con su nominación, un punto de encuentro para el activismo progresista en una nación que vive un proceso de cambios profundos y enfrentamientos ideológicos enardecidos.

La elección de Tim Walz como candidato a la vicepresidencia, por parte de Kamala Harris, significa un esfuerzo por equilibrar las aspiraciones del ala progresista con las sensibilidades de los sectores moderados. Tim Walz es un político experimentado, conocido por su pragmatismo y empatía en el gobierno. Las raíces políticas de Walz en un estado tradicionalmente Demócrata, le permite a la candidatura de Harris atraer a una amplia gama de votantes. Walz posee en Minnesota, un excelente historial en materia de educación, atención sanitaria y abanderamiento de lucha contra el cambio climático, elementos que pueden resonar profundamente en los distritos electorales urbanos y rurales.

Tim Walz, gobernador de Minnesota. EFE/EPA/SHAWN THEW ARCHIVO

Geografía electoral

Mientras los demócratas se preparan para las elecciones de noviembre, la atención debe centrarse en los estados clave que históricamente han favorecido a los republicanos, pero que muestran signos de debilitamiento de ese apoyo. Estados como Texas, Georgia, Arizona y Carolina del Norte presentan expectativas únicas para un posible resurgimiento del Partido Demócrata. La demografía de los estados índica un cambio marcado en varias regiones: en Texas y Georgia, el crecimiento de poblaciones diversas y más jóvenes es un buen indicio para los demócratas. Según la Oficina del Censo de los EE. UU., Texas vio un aumento de población del 15.9 % entre 2010 y 2020, impulsado principalmente por las comunidades latinas y asiático-americanas, demografías que se inclinan tradicionalmente más hacia los demócratas.

Para recuperar eficazmente estos estados claves, los demócratas deben desarrollar estrategias de divulgación específicas que se centren en cuestiones locales y que atraigan movimientos de base. Deben sintonizar con las luchas de los ciudadanos de la clase trabajadora, en particular en lo que respecta al acceso a la atención médica y las oportunidades económicas. Abordar directamente la disparidad económica abogando por un sistema de salud universal y aumentando el salario mínimo puede empoderar al electorado para que se identifique con la visión demócrata.

Propuestas para el progreso

J. D. Vance y Donald Trump.

Aunque los partidos políticos en EE. UU. no representan ideologías específicas, más allá de la Ideología de las Corporaciones, definida en “ganancias sobre las personas”, en el escenario actual del país se articula una fuerte lucha ideológica que van, desde confrontar ideologías neofascistas, ultraderechistas hasta propuestas de corte ideológico progresista. Ambos partidos, Demócrata y Republicano, son partidos de las Corporaciones. Pero en la cultura social norteamericana, ahora mismo existe un fuerte enfrentamiento entre ideologías neofascistas y progresistas. Para que la candidatura demócrata tenga fuerza frente a Donald Trump (que ha mantenido una base sólida consistente, gracias a su mensaje populista, sus manifestaciones carismáticas y su retórica incendiaria), las propuestas claras y viables deben constituir la columna vertebral de la estrategia de campaña de los Demócratas. No se pueden subestimar los riesgos de la retórica explosiva de Trump, ya que los datos de las encuestas sugieren que continúan motivando a un bloque de votantes comprometidos.

Los demócratas pueden contrarrestar el atractivo de Trump priorizando una reforma integral del sistema de salud, que abordaría tanto las consecuencias inmediatas que surgieron desde la pandemia de COVID-19 como las desigualdades estructurales en el sistema de salud de los Estados Unidos. También deberían hacer hincapié en las políticas económicas dirigidas a la desigualdad, como los impuestos a las grandes riquezas y el apoyo a las pequeñas empresas, al tiempo que presionan por una legislación climática más ambiciosa que conecte la sostenibilidad y protección del medioambiente con la creación de empleo.

Los Demócratas, con Harris y Walz a la cabeza, deben defender y promover la reforma del sistema de justicia, las políticas de inmigración que enfaticen la compasión sobre la división y una agenda educativa que incluya ayuda real y concreta para los estudiantes y profesionales que arrastran enormes deudas de préstamos estudiantiles. Participar en diálogos abiertos sobre el racismo sistémico y la desigualdad puede ayudar a movilizar a los votantes marginados y ampliar la coalición que apoya su candidatura.

El panorama político que se avecina

Las elecciones de 2024 en los EE. UU. probablemente serán unas de las más polarizadas de la historia reciente, marcadas por un inmenso malestar social y profundas divisiones ideológicas que caracterizan a la política contemporánea. Según encuestas recientes de Gallup, la insatisfacción con el gobierno federal y la polarización están en niveles récord, lo que refuerza la necesidad de una plataforma inequívocamente progresista pero unificadora.

Kamal Harris.

Varios escenarios podrían desarrollarse en el período previo a las elecciones: una movilización demócrata exitosa podría marcar el comienzo de una participación sin precedentes entre los votantes jóvenes y minoritarios. Por el contrario, una narrativa cohesionada que aborde honestamente las preocupaciones de los votantes podría influir en los moderados que buscan estabilidad en el gobierno. En contraposición a lo anterior, una coalición demócrata dividida (si las facciones progresistas y moderadas no logran alinearse) podría obstaculizar sus posibilidades contra un oponente imponente y carismático como Trump, cuya campaña probablemente explotará cualquier indicio de división incipiente.

Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 inevitablemente darán forma al rumbo de la nación durante años. Sin llegar a soñar con cambios radicales, ni estructurales, gane quien gane, en los EE. UU. habrá aspectos de la sociedad norteamericana que continuarán siendo lo que han sido desde 1970 hasta hoy.

En relación con las políticas domésticas, los Estados Unidos seguirán siendo una nación que sostiene y reproduce concentración de riqueza que posibilita la concentración de poder y con ello una desigualdad económica sin precedentes. Los reguladores (Congreso y Poder Ejecutivo) seguirán estando controlados por los regulados (Las Corporaciones). Tanto los Demócratas como los Republicanos han apoyado la expansión del complejo militar-industrial y el incremento de poderes de vigilancia y seguridad, muchas veces a expensas de las libertades civiles, esa tendencia no va a cambiar.

A nivel de política internacional, los EE. UU. seguirán siendo una nación intervencionista a nivel militar y político, con el pretexto de promover la democracia, pero con resultados que frecuentemente benefician a los intereses corporativos estadounidenses. Gane quien gane el Imperialismo Económico de EE. UU. seguirá siendo el mismo promoviendo políticas económicas internacionales que favorecen a las grandes corporaciones norteamericanas, a menudo empobreciendo a las naciones en desarrollo.

Sin embargo, existen algunas diferencias esenciales entre Demócratas y Republicanos y esas diferencias tienen que ver con la posibilidad existencial de la supervivencia humana socialmente organizada. Mientras los Republicanos (Trump específicamente) promueven políticas neofascistas apoyadas en el racismo, la negación de derechos, la aceptación de teorías conspirativas, el odio del extremismo de ultraderecha y la negación del cambio climático, los Demócratas tienen un accionar político más moderado y socialmente más solidario con políticas sociales que protegen a las mayorías y una visión a favor de proteger el medioambiente ante los embates de cambio climático. Esas diferencias deberían ser suficiente para favorecer a los Demócratas en las próximas elecciones y son esas las diferencias que Kamala Harris y Tim Walz deben promover.

Una parte importante del Partido Republicano cree que la violencia es necesaria para "salvar" al país. Esto se manifiesta en las milicias armadas y en el ataque del 6 de enero al Capitolio, que fue, sin lugar a dudas un intento de golpe de Estado. Existen esfuerzos sofisticados para socavar la democracia desde el Partido Republicano, tomando medidas para que los futuros intentos de anular los resultados electorales tengan más éxito. Esto incluye la manipulación de los distritos electorales, la supresión de votantes y la promoción de «The Big Lie» de que las elecciones de 2020 fueron robadas. Es evidente que desde dentro del Partido Republicano hay una clara tendencia al neofascismo, que en una sociedad como la de los Estados Unidos con una disminución de la cohesión social y de la capacidad de organizarse eficazmente hace que la población sea más susceptible a la demagogia y al autoritarismo. Esa tendencia es notoria si observamos la propagación de desinformación y propaganda. La proliferación de narrativas falsas y teorías conspirativas crea un entorno en el que las personas son fácilmente manipuladas y desconfían de las instituciones democráticas.

Desde ese punto de vista el Partido Demócrata está obligado a detener el avance del neofascismo en los Estados Unidos y ese desafío es prácticamente universal, porque no es lo mismo que una nación pequeña como Hungría se convierta en un Estado fascista, a que la nación más poderosa del planeta tenga un gobierno fascista.

Hay mucho en juego para la política partidista y el propio ethos democrático en general. Al nominar a Kamala Harris junto con Tim Walz, el Partido Demócrata tiene la oportunidad de redefinir su identidad y llegar a un electorado dividido para crear un mandato de cambio. Basados ​​en principios progresistas y comprometidos con la unidad, están al borde de impulsar una agenda transformadora o sucumbir al atractivo del populismo que ha dominado la política reciente. A medida que se desarrolla esta coyuntura crítica, sigue siendo imperativo que los demócratas unifiquen a su base, conecten con los votantes moderados y presenten un futuro que realmente encarne los sueños y aspiraciones de la mayoría de los estadounidenses.