Escribo al final de un fin de semana navideño. De momentos privilegiados de alegrías compartidas, de “fisnos manjares” escogidos en función de nuestras tradiciones particulares o sincretismo familiar.

 

El espíritu de la Navidad entró naturalmente a mi casa, después de haber tratado, como manda en esta época, que alguito de ese espíritu pudiera salpicar a algunos de los “más necesitados” que están a mi alcance.

 

Fueron momentos de calma y de reflexión, a la vez sencillos y festivos, donde me sentí más que en otros tiempos protegida del mundo exterior entre las paredes de mi hogar.

 

Y es que uno no se escapa del ambiente general, por un lado, un consumismo desbocado que se inicia desde el Black Friday y, por el otro, un mundo exterior tenso y caótico tanto local como globalmente, cuyos problemas son multiplicados y llevados a veces al paroxismo por los medios de comunicación y las redes sociales.

 

Hay una carga latente en el ambiente que es difícil dejar de lado a pesar del ambiente festivo:  la inseguridad, el tránsito, los llamados sobre la patria en peligro, las desigualdades, la guerra en Ucrania, el Covid 19, el cólera, la inflación o el cambio climático.

 

A pesar de todo eso lo pasamos bien, pero ¿cómo lo estaban realmente pasando las grandes mayorías?

 

He visto personas recibir el Bono Navideño y llorar de alegría, gente sin recursos para comprar, aunque sea de paca, la obligada ropa nueva de Navidad de sus hijos.

 

He encontrado también padres preocupados por el cólera en las calles de la Zurza, cabezas de familia que viven en medio del hacinamiento y sin acceso al agua corriente, madres solteras que ganan el salario mínimo y se llenaron de muchachitos y muchachitas, que ni bonos navideños recibieron.

 

¿Por qué esta preocupación ahora más que en otros tiempos? Se dirá que las desigualdades siempre han existido y que, de una forma u otra, tanto mal que bien, siempre nos hemos acomodado a las distintas “velocidades de desarrollo”.

 

¿Qué hace que para mí estas Navidades son diferentes de las otras?

 

Es que me duele saber que en estas Navidades un 15% de la población está en alguna fase de crisis alimentaria aguda. según el último análisis de Inseguridad Alimentaria Aguda de la CIF (Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria).

 

Es que me preocupan las Navidades de las familias de los muertos en intercambios extrajudiciales, civiles, delincuentes y policías.

 

Me inquieta sobremanera el trato dado en estos días tan especiales de hermandad a los migrantes haitianos retenidos en los centros de detención de Haina, Santiago y Dajabón… hombres y mujeres que pasan a veces más de 3 días retenidos en condiciones indignas y precarias.

 

Pienso en los niños, niñas y adolescentes separados de sus familias, porque los hay, y cuya suerte está en un limbo; en todos aquellos que tienen arraigo en la República Dominicana y se ven obligados a buscar nuevas vidas en una tierra convulsionada.

 

¿A ellos y a ellas, en sus respetivos centros, les habrá tocado la gracia de la Navidad?