La Navidad es un tiempo fascinante para cristianos y para no creyentes. Unos y otros convierten la temporada navideña en una experiencia signada por la alegría, el reencuentro familiar y la construcción de nuevos sueños para enfrentar el futuro. Resulta paradójico observar cómo aún las dificultades más fuertes, por lo menos los dominicanos, no las consideran un obstáculo y ansían este período. Lo planifican y organizan para disfrutar la amistad, la solidaridad y, sobre todo, el sentido filial y fraterno. El tiempo de la Navidad es un mentís rotundo a la afirmación de que este mundo está dominado por el individualismo y la actitud egoísta.
Esta alegría pierde intensidad en el 2023 por la violencia de Hamás, el genocidio de Israel, la tragedia de Praga, las muertes y violaciones en el paso del Darién y las guerras interminables. La alegría, también, disminuye su vibración por la inestabilidad de Haití, por los muertos de San Cristóbal y por el incremento de la exclusión en la esfera mundial. Los acontecimientos planteados ensombrecen las fiestas navideñas de 2023. Estas les presentan a los líderes mundiales y a los ciudadanos, en particular, el reto de aportar para que se pongan en ejecución políticas sociales y propuestas geopolíticas que incentiven la unidad y la avenencia entre los pueblos; y en el interior de cada nación.
Los hechos descritos tocan el alma de las personas que tienen desarrollado el sentido de humanidad. Pero, la fuerza que tiene la tradición navideña, antes que desaparecer, genera formas creativas de entenderla y vivirla en tiempos difíciles. Sus aportes a la cohesión y al intercambio de valores entre personas, comunidades, instituciones y culturas, hace que la Navidad se asuma como un espacio-tiempo para potenciar una experiencia humanizante de la vida, de las relaciones y de las tareas. De ello deriva el valor de la pausa laboral para hacer un alto en las actividades de la rutina profesional y ocupacional; y para abrirse en libertad a la celebración y a la recreación del espíritu.
La Navidad de 2023, aunque está marcada por situaciones que laceran la dignidad y la vida de millones de personas en el mundo, continúa siendo un tiempo de revitalización personal, social e institucional. En los diferentes contextos y ámbitos, se construyen nuevas relaciones, se tejen perspectivas presentes-futuras que buscan una sociedad más apta para todos. Buscan, además, fortalecer los valores propios de la vecindad amical y solidaria. La Navidad incide en la vivencia de cercanía y comunión entre la diversidad de configuraciones familiares existentes en las distintas naciones. La fortaleza que emerge de la Navidad va más allá del ruido y del ambiente bullanguero pospandémico.
Sí. Es una fortaleza que impregna la razón, la voluntad y los sentimientos de las personas, grupos y equipos institucionales. La Navidad está unida a la libertad y a la verdad. Para los cristianos, la síntesis de estos dos valores es Jesús. Para otros, estos valores, también, son signos de una humanidad nueva. La Navidad posibilita el encuentro de todos, creyentes y no creyentes, para luchar por un mundo cada vez más libre de lo que deshumaniza y tiene como cimiento la falsedad. Los avances y los desafíos experimentados en el mundo en el 2023 han de contribuir a la vivencia de una Navidad resiliente y renovadora.
La Navidad de 2023 invita a redescubrir los signos e impulsos que nos motivan a vivirla con energía refrescante, sin perder la conciencia de que, en el 2023, muchos no podrán participar ni disfrutar de sus encantos. Está presente el desafío de asumir y de vivir la Navidad como un compromiso permanente, con los procesos y las políticas públicas y privadas que priorizan a la persona, dignifican a la sociedad y potencian los lazos entre los pueblos para alcanzar un desarrollo global humanizante.