Los muy lamentables hechos acontecidos en este mes de febrero que han cubierto de luto dos familias y conmocionado a todo el país pues se perdieron dos jóvenes vidas en circunstancias distintas, pero ambas bochornosas y producto del abuso, deben llamarnos a reflexión.
Durante años nuestra sociedad ha permitido que la autoridad se ejerza de forma abusiva, y que la medida del poder cuando no se tiene la razón sea el porte de un arma, dispuesta a manipularse, sin ninguna proporcionalidad con los hechos, y que tan groseras inconductas hayan permanecido impunes, o que solo unos cuantos hayan sido condenados por la justicia y cumplido condenas.
Los agentes de las fuerzas del orden deben estar debidamente educados y entrenados, y su ingreso a estas no debería estar determinado por la pobreza y falta de otras oportunidades, o por el deseo de exhibir poder con un arma y uniforme, o seguir malos ejemplos, sino por perfiles que sean correctamente evaluados para evitar que personas disfuncionales sean parte de estas, y su permanencia y ascenso debería depender únicamente de méritos y buen comportamiento, pero sabemos que penosamente responde más a quien se tenga de padrino, o de a cual grupo se pertenezca.
Nuestro sistema educativo sigue siendo deficiente y muchos de sus males no se resolverán ni que le asignemos más recursos que el 4% del PIB, y ese ha sido el gran error, que irresponsablemente se vertieron recursos sobre un terreno enfangado sin adecuarlo, y allí se inundaron producto de una actitud negadora de la realidad, pues de antemano se sabía que si bien hacía falta destinar más fondos, los principales problemas no eran la falta de estos ni de aulas, sino de verdaderos maestros comprometidos con la sagrada misión de la enseñanza, y de un nuevo enfoque que transformara un sistema fallido, que enseña más a memorizar que a razonar y comprender.
Y si bien los casos que hoy generan el repudio apuntan la mira a dos instituciones públicas, debemos estar conscientes de que situaciones abusivas se dan a diario en espacios privados y públicos, y de todas las categorías sociales, y de que desgraciadamente ha habido mucha complicidad, y aunque los casos más sonoros se destapan en los medios, miles suceden a diario mientras muchos se hacen de la vista gorda porque no les conviene sacar de su estructura a tal persona, o por temor al escándalo, y las víctimas o posibles víctimas se resignan al silencio, porque desde siempre les enseñaron que enfrentarlo sería como el juego del huevo y la piedra.
Ahora que las autoridades dicen estar empeñadas en reformar la Policía y transformar nuestro sistema educativo, debemos reclamar que haya más supervisión, pues ni el policía que mató al niño en Santiago enfrentando a su padre con un arma en vez de aplicar la ley, actuó por primera vez abusiva y violentamente, ni el profesor presunto violador y culpable de la muerte de Esmeralda, era la primera vez que cometía actuaciones indebidas abusando de su posición con sus jóvenes estudiantes. De igual forma se debe recordar la relevancia de que el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) sea independiente, pues de sus informes pende la investigación y la acusación, y en una sociedad que por razones históricas desconfía de todo como esta, eliminar su designación por concurso público para que sea por decreto del presidente, como se propone en el anteproyecto de ley que crea el ministerio de Justicia para descargar al Ministerio Público de algunas tareas administrativas, puede generar discrecionalidades y profundizar la desconfianza.
La autoridad y la superioridad jerárquica, laboral o docente, deben ser ejercidas con responsabilidad, respeto y sensatez, pero en sociedades como la nuestra con una fuerte cultura autoritaria y de irrespeto a la ley, las posibilidades de que deriven en acciones abusivas son tan altas, como bajas las probabilidades de que estas sean debidamente denunciadas, detectadas o sancionadas. Los hechos se ocultan bajo un permisivo “nada es nada”, que solo cuando alcanzan niveles de tragedia nos obligan a darnos cuenta de que todo es algo, y que mucho pudo haberse hecho por evitar lo ocurrido.