Desde Estados Unidos hasta Uruguay, pasando por las Antillas, cada país alcanzó su independencia a sangre y fuego, menos República Dominicana, cuyo nacimiento no costo ni un rasguño (la guerra de defensa sería otra cosa), pues el jefe del ejército de ocupación, general Desgrotte, un liberal adverso al tirano Boyer, apoyaba a los patriotas dominicanos. De ahí que poco después del trabucazo y la proclama de la puerta del Conde, los invasores abandonaran en paz el territorio de la naciente república, mientras Duarte celebraba en el exilio el éxito de Sánchez y Mella, geniales negociadores de la exitosa alianza con el liberalismo haitiano.
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