Ayer viví una experiencia cultural muy peculiar: el Museo del Mar, en la Atarazana, a pocos metros del Ozama, recaladero de los peores depredadores, genocidas, ladrones y traficantes de las peores cosas, llamados “conquistadores”, que la historiografía oficial consagra entre los primeros emisarios de la “cultura europea” en América… (En fin, con su amplia exposición de minimizadas naves marineras, armas de todos los tamaños, instrumentos de tortura, joyas y peceras, entre otras muchas cosas, el Museo del Mar nos remite al origen más remoto de una “dominicanidad” en la que los humanos buenos no tienen espacio).