Las respuestas de Moisés al inmigrante es un buen referente para la crisis migratoria de hoy.

En primer lugar, para Moisés el natural y el extranjero están sujetos a la misma ley: “La misma ley será para el natural, y para el EXTRANJERO que habitare entre vosotros” (Éx.12.49; Lv.24.22; Nm.15.29-30; 15.15-16). Esta “igualdad ante la ley” tiene dos lados: (1) el inmigrante recibe el mismo trato que los israelitas, y (2) el inmigrante se somete al Pentateuco (Lv.18.26; Nm.15.15-16). Hoy se exige VISA para entrar, y RESIDENCIA para quedarse, y algunos veces, teniendo visa y residencia, no pueden ejercer algunos oficios; pero, nada de eso hubo en el Israel de la Biblia.

En segundo lugar, el forastero disfruta una política de inclusión: (1) Puede participar de la pascua, la fiesta nacional: “Y si morare con vosotros EXTRANJERO, y celebrare la pascua a Jehová, conforme al rito de la pascua y conforme a sus leyes la celebrará; un mismo rito tendréis, tanto el extranjero como el natural de la tierra” (Num.9:14; Lv.16.29), e incluso, ¡presentar ofrendas en el templo! (Nm.15.14); (2) El extranjero disfruta de los beneficios sociales del israelita: “seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu EXTRANJERO que está dentro de tus puertas” (Ex 20:10; 23.12; Deu 5.14); el descanso semanal fue establecido “por causa del hombre” (Mr.2.27-28), es decir, para su propio bienestar, y esto incluye al extranjero, y (3) Hay que dar un buen trato al inmigrante: “Y al EXTRANJERO no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Ex 22:21; Lev.19.13; Éx.23:9); es como decirle a los israelitas: ‘recuerda que tuviste que pasar por esa experiencia; de modo que, trátale como querrías que te trataran a ti’.

En tercer lugar, Moisés establece un mecanismo sencillo para la nacionalización: “Mas si algún EXTRANJERO morare contigo, y quisiere celebrar la pascua para Jehová, séale circuncidado todo varón, y entonces la celebrará, Y SERÁ COMO UNO DE VUESTRA NACIÓN; pero ningún incircunciso comerá de ella” (Ex 12:48). Israel no es una raza, sino el pueblo del pacto, y cualquier persona puede adquirir ciudadanía, en cumplimiento de la promesa de bendecir a “todas las familias de la tierra” (Gen.12.3).

En cuarto lugar, Moisés pide dar al inmigrante el mismo trato que a un israelita, y acuña la frase de ‘amar como a si mismo’: “Como a un natural de vosotros tendréis al EXTRANJERO que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios” (Lev 19:34; Deu 10.19). Desde aquí Jesús define el segundo gran mandamiento de la Ley: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt.22.39). Jesús y Moisés comprenden que por sus diferencias étnicas y culturales, el inmigrante es más difícil de amar.

En quinto lugar, Moisés incluye al extranjero en la seguridad social: (1) Hay una especie de ‘boroneo’ a su favor: “Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el EXTRANJERO lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios” (Lev 19:10; 23:22; Deu 24.19-21); en otras palabras, ¡no te lo comas todo, deja algo para los que no tienen nada!; (2) El extranjero podía alojarse en las ciudades de refugio: “Estas seis ciudades serán de refugio para los hijos de Israel, y para el EXTRANJERO y el que more entre ellos, para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a otro sin intención” (Num. 35:15; Deu.1:16-17; 10.17-18; 24.17); y (3) El diezmo servía para el extranjero: “Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al EXTRANJERO, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán” (Deu. 26:12,13; 14.29); era un impuesto para sostener la familia de Leví, encargada del sacerdocio y los servicios sociales, pero también para los necesitados, incluyendo al extranjero.

En sexto lugar, Moisés declaró MALDICIÓN para los que abusan del inmigrante: “MALDITO EL QUE PERVIRTIERE EL DERECHO DEL EXTRANJERO, DEL HUÉRFANO Y DE LA VIUDA” (Deu 27:19). “Maldito” es una palabra fuerte. Significa decir que algo es expresamente malo, y opuesto a Dios, pues para Moisés, violar los derechos humanos del extranjero es un pecado capital.

En séptimo lugar, a pesar de trato equitativo, Moisés establece diferencias: (1) Si un israelita cae en servidumbre de un extranjero, debe ser rescatado por sus hermanos, pero no es lo mismo para un extranjero: “Si el forastero o el extranjero que está contigo se enriqueciere, y tu hermano que está junto a él empobreciere, y se vendiere al forastero o extranjero que está contigo, o a alguno de la familia del extranjero; después que fuere vendido, podrá ser rescatado; uno de sus hermanos lo rescatará” (Lev 25:47); (2) al israelita se le puede condonar la deuda, pero no al extranjero: “Podrás exigirle el pago de sus deudas al forastero, pero a tu hermano le perdonarás cualquier deuda que tenga contigo” (NVI, Deu 15.3), y (3) un extranjero no puede ser rey de Israel: “pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano” (Deu 17:15).

Para honrar estos textos, hay que abandonar las propuestas políticas tradicionales, pues los “nacionalistas” (derechas) se inventan fábulas que pintan al inmigrante como parte de una conspiración, y esto impide verles como vecinos en situación especial, mientras los “progresistas” (izquierdas) descuidan el factor cultural, pues son tolerantes con las supersticiones del inmigrante, pero intolerantes con las tradiciones cristianas.

Concluyo: todos somos hijos de inmigrantes, aunque fuera en diferentes oleadas, pues el ser humano es intrínsecamente un migrante, y, debemos amar al prójimo como a uno mismo, sin importar su situación migratoria.