Desde mediados de los años 1980 el modelo de crecimiento económico y social dominicano cambió. De una sociedad rural basada en el modelo primario exportador  de azúcar, café, cacao y tabaco, y bauxita, hemos pasado a una economía urbana basada en el turismo, el llamado agro-negocio, las zonas francas de ensamblaje o exportación, el sector construcción, el sector financiero, el sector telecomunicaciones, el gran comercio y las remesas de los emigrantes dominicanos, entre otros  de los sectores punta. El aporte de las antiguas “columnas vertebrales” de la economía, la llamada “economía del postre”, hoy esos aportes son importantes en términos de empleo, pero marginales con relación al conjunto producto total. La minería de bauxita murió con la salida de la Alcoa, y otros sectores, como el oro, la plata, y el ferroníquel pasaron a convertirse en los más importantes de la minería metalica en el nuevo modelo neoliberal de la estructura económica y social.

El desarrollo de esos sectores han requerido una ingente cantidad de mano de obra haitiana sin la cual el modelo colapsa sin lugar a dudas. La migración haitiana la introdujeron los ingenios norteamericanos en los años 1920 estando el país y Haití ocupados militarmente por los Estados Unidos. El uso intensivo de mano obra haitiana en los ingenios azucareros se mantuvo hasta los años 1980. Incluso en el llamado “corte” de octubre de 1937 se dieron ordenes expresas para no tocar a un solo haitiano de los ingenios, incluso en la Línea Noroeste donde se desarrolló con mas intensidad la matanza. El sector de producción de bananos para la exportación en la misma Línea Noroeste que tiene grandes aportes al empleo y las exportaciones, hay mucha mano de obra haitiana, y aportan de mas del 90% de los trabajadores. La producción moderna de arroz, fundamental en la economía del agro negocio dominicano, tiene una presencia de mano de obra haitiana de mas de un 90% según recientes estudios de terreno, tanto de la Encuesta Nacional de Inmigrantes como de Facultad Latino Americana de Ciencias Sociales (FLACSO) y el Instituto Nacional de Migración. Igualmente en la producción industrial de tomate la mano de obra haitiana es mayoritaria, entre otros. La construcción, fundamental en el modelo económico de mercado vigente, es inconcebible sin obreros y mano de obra “extranjera”, un eufemismo para decir, mano de obra haitiana.

Progresivamente hemos construido un modelo económico fundamentado en la mano de obra barata y abundante, no sindicalizada, y sin cotizaciones a la Seguridad Social, la mano de obra haitiana.  Los delirios de los ultra nacionalistas, xenófobos y racistas de un país sin haitianos es simplemente un delirio que no resiste la realidad del modelo económico, y a la larga, será ese modelo económico o su transformación quien determinará el incremento, el congelamiento o la reducción de la inmigración haitiana.

Hay experiencias de reducción de las inmigraciones masivas en otras latitudes. España, Portugal, Italia y Grecia fueron grandes exportadores de mano de obra a las economías punteras de Europa (Alemania, Francia, Bélgica, países  nórdicos y Países Bajos) después de la II Guerra Mundial. Hoy en día una mayoría de esos migrantes han retornado a sus países de origen, y su segunda y tercera generación se han integrado en los países de acogida. Un proceso similar está sucediendo con la migración del norte de África o Magreb, a Francia y también a Bélgica; la migración desde Turquía y Siria a Alemania y las migraciones de India, Pakistán y Bangladesh a Reino Unido. Esto sin mencionar la gran migración mexicana, centroamericana y caribeña (de Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, El Salvador, Honduras y Jamaica) a los Estados Unidos. La migración es una constante en la expansión de la humanidad desde hace más de 10.000 años.

De igual forma, los países de Europa del Sur, de nuevo España, Portugal e Italia, que tuvieron el llamado “bono demográfico” en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, fueron fuentes de mano obra abundante para los países en crecimiento acelerado de América del Sur. Venezuela Cuba, Brasil –en este caso incluye migración alemana-, Argentina, México y Uruguay fueron importantes receptores de emigrantes europeos en la primera mitad del siglo XX hasta los años 1960. Solo Venezuela, entre 1945 y 1965, recibió un millón de portugueses, un millón de españoles y un millón de italianos. Tres millones en total en menos de 20 años. Hoy gran parte de esos migrantes han retornado a sus países de origen, incluyendo los de segunda generación.

Es decir, los flujos migratorios están determinados por la capacidad de las economías en absorber la mano de obra migrante, o inducirlos al retorno, ya sea por un mejoramiento significativo de las condiciones de vida de sus países de origen, o por una muy grave crisis en el país de acogida que induce a la salida de los migrantes, o una combinación de ambos elementos. En el caso de Venezuela hay que agregar las grandes e importantes olas de migrantes argentinos, uruguayos, chilenos, peruanos, ecuatorianos y colombianos de los años 1960 y 1970 en adelante. Incluso se verificó en esos años una importante emigración de dominicanos a la patria de Bolívar de los cuales quedan muy pocos en Venezuela.

Los haitianos migran no solo a República Dominicana, sino como hemos visto en imágenes terribles de maltrato y violencia llegan en masa a Estados Unidos, a Canadá, a Bahamas, a Guadalupe y Martinica, a Chile, a Brasil, a Ecuador, a México y a cualquier lugar que les permita salir del infierno de hambre y violencia que ha devenido su patria de origen en los últimos 30 años. La pregunta pertinente es: ¿Salen los haitianos de su país porque quieren “haitianizar” los otros países, en particular el país vecino de Santo Domingo, o porque las condiciones de vida en su país se hacen insoportables? Creo que todos tienen la correcta respuesta a esa interrogante.

Los migrantes haitianos son hombres y mujeres jóvenes pobres huyendo del hambre, la violencia, la degradación de las condiciones de vida de su país y la falta de perspectivas de progreso en su patria. El mercado de trabajo dominicano se ha adaptado a esa mano de obra fuerte, joven y relativamente disciplinada, y la ha integrado en unas condiciones que violan en muchos casos los derechos humanos, los derechos sindicales, de seguridad social, y de estadía de trabajadores migrantes. No son ninguna amenaza para la soberanía nacional y menos una invasión pacifica o aún más denigrante, una supuesta “invasión por la vagina”.  En la historia de ambos países hay muchas diferencias y enfrentamientos, herencia de los colonizadores españoles y franceses, pero la realidad actual es que la relación entre ambas naciones y sus migrantes, tiene un solo ganador: los empresarios y acumuladores de renta de la República Dominicana. El modelo económico neoliberal instaurado desde mediados de los años 1980 ha inducido y seguirá induciendo a la demanda masiva de mano de obra haitiana. Lo demás es ideología barata, racismo contra los negros y xenofobia contra los afro descendientes, que incluye a muchos dominicanos.